viernes. 29.03.2024

No voy a hacer la crónica de un paro anunciado. No quiero dar pábulo a que se critiquen las manifestaciones sociales, se criminalice a sus participantes y se minusvalore el libre ejercicio de la protesta social.

Para mí la jornada de paro nacional del 21N en Colombia ha sido un éxito de participación y un ejemplo de civismo. Habrá quien solamente se quede con las imágenes de la violencia callejera y no entienda que detrás de la protesta hay grandes y legítimos motivos para hacerla.

En una mañana soleada que se tornó en tarde lluviosa, la marcha que ha secundado en Bogotá el paro nacional convocado en todo el país ha sido, en la parte que en la que la he caminado, un ejemplo de acción ciudadana cívica, pacífica y con sentido. Con una elevada participación que no sabría medir, pero más numerosa que la mayoría de las que he vivido en estos años, las y los manifestantes han dado muestras de respeto, de ciudadanía, de ejercicio sano y democrático de la legítima protesta social con una gran creatividad e imaginación para hacer públicas en las pancartas sus demandas de paz, de justicia y de dignidad.

Por las lideresas y líderes asesinados; por los acuerdos de paz de La Habana; por el derecho a la protesta; por la justicia social; contra un Gobierno mentiroso que amenaza con reformas pensionales y tributarias que luego niega; contra la corrupción generalizada; contra las privatizaciones y contra el holding financiero, y contra el tarifazo (subidas del costo de la energía para cubrir los errores las empresas eléctricas). Hay suficientes motivos para manifestarse y la gente lo ha hecho pacíficamente.

Después de un día de crítica constructiva a una serie de problemas serios afrontados con una sonrisa, llegó una noche algo oscura en la que los presagios de los más pesimistas se fueron cumpliendo. Un grupo de gilipollas descerebrados, como suele pasar en estos casos, y que no se sabe a qué lógica ni a que amo responden, reventaron la paz de la jornada y con sus acciones vandálicas le dieron la razón a quienes están en contra de la paz y las libertades y derechos ciudadanos y quieren prohibir las protestas y las manifestaciones. También le dieron pie a los escuadrones antidisturbios, el denostado y excesivo Esmad, para que respondiera con fuerza y agrediera sin diferenciar a ciudadanas y ciudadanos inocentes (vean las fotos de un reportero de El Tiempo) de sujetos provocadores y violentos.

Pero eso no debe nublar una jornada reivindicativa pacífica y festiva que era y es justa y necesaria. Que tenía argumentos más que suficientes para salir a las calles y las plazas para escribir otra página histórica de un país que ya no quiere más mentiras ni más muertes violentas.

“La violencia es el mal, la no violencia el único camino de aquellos que han despertado. Este camino nunca será el de todos y nunca el de los gobernantes, ni el de los que hacen la Historia y dirigen las guerras” (Hermann Hesse).

Para rematar, algunos políticos y algunos medios han caldeado el ambiente con sus declaraciones y noticias y han estigmatizado la protesta, como suele ser habitual, metiendo en el mismo saco a tirios y a troyanos.

“Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila” (María Zambrano).

Al día siguiente, la ciudadanía ha querido volver a tomar las calles pacíficamente con sus cacerolas pero ya no estaba el horno para bollos. En Bogotá, la policía antidisturbios ha vaciado la plaza de Bolívar cargando con vehemencia contra quienes buscaban demostrar que se puede reivindicar y protestar sin causar daños. Se ha decretado “ley seca” y “toque de queda” en algunas ciudades. Aún así, la gente, desde sus ventanas o en las calzadas, sigue mostrando su desacuerdo a golpe de olla o de sartén.

“El acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón” (Erich Fromm).

Nunca justificaremos la violencia, mucho menos la ejercida por el poder y sus secuaces. La gente quiere paz y una vida digna. Hace falta visión de Estado y escuchar a la ciudadanía. Señores politiqueros, lean lo que les dice la población en sus pancartas y piensen.

El 21N ha triunfado la ciudadanía