viernes. 29.03.2024
RASIL

@jgonzalezok | La posición del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ante la crisis global que plantea la pandemia del coronavirus, lo encuentra en el mismo barco que el presidente norteamericano, Donald Trump, o el mexicano Andrés Manuel López Obrador. Es decir, entre los negacionistas que se niegan a tomar en serio el peligro y adoptar las medidas necesarias.  

Día a día viene protagonizando espectáculos cada vez más bochornosos. Tras calificar al coronavirus como “gripecita” y acusar a los medios de sembrar el miedo, tuvo un durísimo enfrentamiento con el gobernador del estado de Sao Paulo, Joao Doria, que criticó las últimas ocurrencias del presidente. En una teleconferencia con cuatro gobernadores del sudeste del país, Doria se dirigió al presidente lamentando su pronunciamiento de unas horas antes: “El señor, como presidente de la República, tiene que dar ejemplo, tiene que ser un mandatario para liderar el país y no para dividir”. La reacción de Bolsonaro fue inmediata, reiterando además su conocida inquina con el mandatario paulista, al que viene acusando de querer quitarle el puesto.

Esta actitud le está restando a Bolsonaro apoyo social, con cacerolazos en los últimos días. Una encuesta de Atlas Político acaba de establecer que el 47,7 % de los brasileños apoyan el impeachment o juicio político al presidente

“Se le subió a la cabeza la posibilidad de ser presidente de la República”, afirmó Bolsonaro, visiblemente alterado. “No tiene responsabilidad, no tiene altura para criticar al gobierno federal, que está actuando de manera totalmente diferente a como lo hicieron otros en el pasado, su excelencia no es un ejemplo para nadie”. Al lado de Bolsonaro pudo observarse al vicepresidente, el general Hamilton Mourao, visiblemente incómodo y moviendo la cabeza a uno y otro lado cuando Bolsonaro soltaba su filípica.

Versiones periodísticas afirman que en el entorno más próximo del presidente hay una clara irritación con el vicepresidente, que ha sostenido públicamente la necesidad de mantener una cuarentena total, como quieren la mayoría de los gobernadores del país, contrariando el enfoque presidencial.

Bolsonaro carece de base política propia, es más, no tiene partido. Y algunos aliados están abandonando el barco. Es el caso, por ejemplo, del gobernador de Goiás, Ronaldo Caiado, que acaba de declarar: “Fui aliado de la primera hora, pero no puedo admitir que ahora venga un presidente de la República a lavarse las manos y responsabilizar a otras personas por el colapso económico o por la quiebra de empleos que pueda venir mañana”. El gobernador, que además es médico, citó una frase de Obama: “En la política y en la vida, la ignorancia no es una virtud”.

El número de los que reprueban la gestión de la crisis es incluso mayor que los favorables al juicio político

Bolsonaro no quiere paralizar la actividad económica, que provocaría el aislamiento social severo y, al igual que Trump, propone una especie de “darwinismo sanitario”, en el que los más frágiles y los más viejos, pueden ser sacrificados para proteger la economía.

Y sigue subiendo la apuesta. En una catarata de mensajes a través de la red social Twitter, tachó de cobardes a quienes considera que hacen demagogia y politiquería con el coronavirus. Y sostuvo que si todo sigue parado, debido al confinamiento en las ciudades y la paralización de los sectores productivos, la población “pronto enfrentará un mal todavía mayor que el virus”. Según el presidente brasileño, que no dio precisiones de dónde sacaba la cifra, hay 40 millones de trabajadores autónomos que ya están parados. 

Este jueves 26 se cumple un mes desde que se confirmó el primer caso de coronavirus en Brasil. El primer fallecimiento se produjo el 17 de marzo y ya se sobrepasó la cifra de los 60 muertos. El número de internados en estado grave en el estado de Sao Paulo, el más populoso del país, aumentó este jueves un 42 % en solo 24 horas.

El sociólogo y escritor Sérgio Abranches escribió que Bolsonaro agrava la crisis que ya era la más seria de la historia reciente: “Bolsonaro genera crisis porque imagina que le favorecen y porque no consigue contener su personalidad conflictiva, perseguida por paranoias seriales”. Calificó la teleconferencia con los gobernadores como un desastre político con su actitud insensata y desatinada y ve en la misma una muestra de oportunismo populista y desequilibrio emocional.

Esta actitud le está restando a Bolsonaro apoyo social, con cacerolazos en los últimos días. Una encuesta de Atlas Político acaba de establecer que el 47,7 % de los brasileños apoyan el impeachment o juicio político al presidente; otro 45 % lo rechazan. Aunque puede considerarse que las posturas están muy equilibradas, lo relevante es que, en solo una semana, 2,7 % más de las personas consultadas se sumaron a las filas de los que están por el impeachment, en base a la postura confusa y errática del presidente en la lucha contra el coronavirus. El número de los que reprueban la gestión de la crisis es incluso mayor que los favorables al juicio político.  

En el mes de febrero, esta misma encuestadora afirmaba que el presidente lograría la reelección. Pero el pobre desempeño de la economía brasileña y la pandemia están hundiendo su imagen. Además, el horizonte de un juicio político a un presidente no es nada ilusorio en un país como Brasil. En 2016, la presidenta, Dilma Rousseff, fue apartado del cargo con argumentos mucho menos sólidos, de hecho muy cuestionables. 

Casi la mitad de los brasileños apoyan el impeachment de Bolsonaro