viernes. 26.04.2024
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Bolsonaro en una imagen de archivo.

@jgonzalezok / El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, vive sus horas más bajas, según coinciden diversas encuestas publicadas en las últimas semanas. A medida que avanza sobre las instituciones, pierde apoyo electoral. Su postura es redoblar la apuesta, insistir en las provocaciones golpistas y tratar de deslegitimar al Tribunal Supremo, las fuerzas políticas de oposición y los medios. Al mismo tiempo, trata de alinear a los militares y prepara el terreno para su particular asalto al Capitolio, caso de que pierda las elecciones del año próximo. Y no utilizó ninguna sutileza al respecto: “Si no tenemos voto impreso en 2022, vamos a tener problemas peores que los de EEUU”.

Bolsonaro insiste en que hubo fraude en las últimas elecciones y en que el voto electrónico no es seguro ni auditable

Desde marzo del año pasado, Bolsonaro viene insistiendo en que hubo fraude en las últimas elecciones y en que el voto electrónico no es seguro ni auditable. Y que no habrá elecciones el año que viene si no se cambia el sistema electoral, volviendo al voto impreso. Su ofensiva contra el sistema de votación que Brasil adoptó en 1996, sin ninguna prueba -o siquiera indicio- de manipulación o fraude, lo acompaña con ataques personales contra el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Luis Roberto Barroso, al que prodiga insultos como “imbécil”.

El presidente brasileño aseguraba tener pruebas del fraude. Requerido para que las presente, dijo que no tenía por qué hacerlo, aunque después anunció que lo haría el pasado 29 de agosto. Ese día, como es habitual todos los viernes, hizo una live a través de sus redes sociales, en este caso acompañado por el ministro de Justicia. Pues bien, tuvo que admitir que se trataba solo de indicios, añadiendo: “No hay cómo comprobar que las elecciones no fueron o fueron fraudulentas”. Aún así siguió atacando el sistema electoral y machacando con su discurso antidemocrático.

Pero la paciencia de la Justicia se acabó. Este lunes (2), el Supremo Tribunal Federal (STF) y el Tribunal Superior Electoral (TSE), respondieron de forma contundente y los jueces suscribieron de forma unánime el pronunciamiento del presidente del TSE, Luis Roberto Barroso. “La amenaza a la realización de elecciones es una conducta antidemocrática (…) Ensuciar el debate público con desinformación, mentiras, odio y teorías conspiratorias es conducta antidemocrática”, dijo, sin citar a Bolsonaro. Barroso afirmó que muchos países, como Venezuela, Rusia y Hungría, hoy están bajo la presión de líderes populistas que, una vez elegidos, se dedican a deconstruir, ladrillo a ladrillo, los pilares de la democracia, “concentrando poderes en el Ejecutivo, procurando demonizar la prensa, procurando colonizar los tribunales constitucionales”.

Los 15 ex presidentes de la Corte Electoral, por su parte, firmaron un documento apoyando la confiabilidad del voto electrónico. Uno de ellos, Ayres Britto, que presidió el TSE durante dos años, alertó sobre los ataques contra el sistema democrático en una entrevista con el diario O Globo: “La democracia es un proceso, es el único sistema político realmente civilizado, lo demás es barbarie”. Y advirtió que los golpes ya no se producen más con tanques en las calles, se dan poco a poco: “Primero se atacan las instituciones, porque la democracia es el gobierno de las instituciones, no de las personas. Y los enemigos comienzan, poco a poco, acumulando el ataque a las instituciones y los ataques a los agentes de las instituciones”.

La Justicia abrirá una investigación administrativa ante la posibilidad de que Bolsonaro haya incurrido en diversos crímenes en su retórica contra las urnas electrónicas

La Justicia, además, tomó decisiones prácticas. Se abrirá una investigación administrativa, ante la posibilidad de que Bolsonaro haya incurrido en diversos crímenes en su retórica contra las urnas electrónicas: corrupción, fraude, conducta incompatible con un funcionario público, uso indebido de medios de comunicación y abuso de poder político y económico. Además, ha sido incluido en la investigación del STF sobre fake news.

El mismo día en que Bolsonaro no pudo justificar sus acusaciones contra la urna electrónica, la organización no gubernamental británica Artículo 19 publicó un informe donde documenta que, solo el año pasado, el presidente Brasileño hizo 1.682 declaraciones falsas o engañosas, es decir, más de cuatro al día; desde el comienzo de su gobierno, en enero de 2019 -antes de la pandemia-, las declaraciones falsas fueron 2.187. El documento destacó algunas de las afirmaciones de Bolsonaro, como llamar “gripecita” al Covid-19, al promover discursos antivacuna y contra el aislamiento.

Artículo 19 también destacó las 464 declaraciones públicas de Bolsonaro, sus ministros o asesores más próximos, atacando o deslegitimando a los periodistas: “ese nivel de agresión pública no era visto desde el fin de la dictadura militar” (1985). El sociólogo Marco Aurelio Ruediger, de la Fundación Getulio Vargas, citado por el columnista Bernardo Mello Franco en O Globo, señaló que “la desinformación tiene como claro objetivo minar la confianza en la estructura política del país y en la democracia”.

El choque con las instituciones coincide con la vuelta de las sesiones de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre el Covid-19, después de un intervalo de dos semanas. Las sesiones en el Senado, transmitidas por televisión, están teniendo audiencias comparables a las de grandes programas populares. Y están desgastando aún más al gobierno, al dejar en claro cómo se atentaba contra todas las medidas dictadas por la ciencia para enfrentar la pandemia, al tiempo que altos funcionarios del ministerio de Salud negociaban la compra de vacunas con intermediarios y presuntos sobornos. De esta manera se viene abajo uno de las principales banderas que exhibía Bolsonaro, la de encabezar un gobierno honesto.

Los sondeos no solo pronostican una derrota de Bolsonaro el año próximo, con la posibilidad de que ni siquiera pase a la segunda vuelta y el posible regreso al poder del ex presidente Lula. Más de la mitad de los consultados en una encuesta de Datafolha el pasado 8 de julio, consideran que el mandatario brasileño es “deshonesto”, “falso”, “incompetente”, “inepto”, “poco inteligente” y “autoritario”. Otra consulta anterior de la misma empresa, del 11 de junio, daba por primera vez que una mayoría de los consultados (54 %) era favorable a que Bolsonaro sea sometido a juicio político en el parlamento.

Pero no son solo las encuestas las que le están dando la espalda a Bolsonaro. Parte del establishment también, como queda claro en el demoledor editorial que publicó el pasado 11 de julio O Estado de S.Paulo, el gran diario conservador de Brasil: “La nación no soporta más chantaje. Basta de amenazas a las instituciones y al régimen democrático. Es hora de coraje y firmeza en defensa de la libertad. Jair Bolsonaro ya no reúne las condiciones para permanecer en la presidencia”. Y apela al presidente del Senado para que ponga en marcha uno de los 123 pedidos de juicio político o impeachment que guarda en algún cajón de su mesa.

La decadencia de Bolsonaro se refleja también en su dificultad para encontrar partido en el que presentar su candidatura

La decadencia de Bolsonaro se refleja también en su dificultad para encontrar partido en el que presentar su candidatura el año que viene. Actualmente sin partido, pasó por 10 siglas diferentes, aunque nunca tuvo un papel relevante en ninguna. Como afirma el columnista de O Globo, Merval Pereira, integró siempre el “bajo clero legislativo” y ahora quiere un partido para él y sus hijos, en el que pueda hacer y deshacer y, sobre todo, controlar los generosos fondos electorales previstos en la legislación brasileña.

Este miércoles (4) se acaba de escenificar la definitiva entrega de Bolsonaro a lo que en Brasil se llama Centrão, o partidos fisiológicos, cuya principal característica es su falta de convicciones ideológicas y su disposición a negociar apoyos al gobierno de turno a cambio de puestos con grandes presupuestos. Uno de sus principales líderes acaba de asumir el cargo Ministro jefe de la Casa Civil, el principal puesto en el gabinete. Se trata de Ciro Nogueira (PP, Partido Progresista), que hace cuatro años, cuando apoyaba a Lula, decía: “Bolsonaro tiene un carácter fascista, preconceptuoso”. Con este nombramiento Bolsonaro trata de blindarse frente a un posible juicio político, siendo que el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, es correligionario de Nogueira. Y que ninguna de las peticiones de impeachment tiene el menor recorrido si Lira no le da curso.

Bolsonaro se desmorona en las encuestas y radicaliza su discurso antidemocrático