sábado. 20.04.2024
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@jgonzalezok / La crisis gubernamental que este lunes 29 acabó con cambios en seis ministerios del gobierno brasileño, no se cerró en el caso del ministerio de Defensa. La salida del general Fernando Azevedo e Silva, arrastró la renuncia de los comandantes de las tres fuerzas: Ejército de Tierra (Edson Leal Pujol), Marina (Ilques Barbosa Junior) y Aviación (Antonio Carlos Moretti Bermudes). Para el diario Folha de S. Paulo es la mayor crisis de este tipo desde la dimisión del entonces ministro del Ejército, Sylvio Frota, en 1977, durante la dictadura militar.

Hay inquietud en la clase política y en los cuarteles, aunque el vicepresidente de la República, el general Hamilton Mourão, ha dicho que hay cero posibilidades de una ruptura institucional. Sin embargo, el solo hecho de mencionarlo, y además en vísperas de un nuevo aniversario del golpe militar de 1964, provoca intranquilidad.

El nuevo ministro de Defensa, general Walter Braga Netto, que era ministro de la Casa Civil, se encontró con la renuncia en bloque de los jefes militares, una movida sin precedentes en Brasil. La decisión de los tres altos jefes militares fue una clara muestra de apoyo de la cúpula al ministro saliente. Los jefes de las tres fuerzas tuvieron un tenso encuentro con el nuevo ministro, con golpes en la mesa y subida del tono de voz por parte de Braga Netto. Cuando éste supo que los jefes de las tres armas iban a pedir su salida, se adelantó, informándoles que serían sustituidos. Una manera de tratar de afirmar su autoridad en el nuevo escenario. Informaciones periodísticas indican que el ya ex jefe de la Marina le habría expresado al nuevo ministro, de forma vehemente, que el cambio podía provocar aprensión en el país, afectando la imagen de las Fuerzas Armadas.

El mandatario brasileño venía reclamando de su ministro que las Fuerzas Armadas, y especialmente el jefe del Ejército, diera muestras públicas de apoyo al gobierno, sobre todo en la política respecto de la pandemia

Azevedo e Silva no se plegó a la pretensión del presidente Bolsonaro de someter políticamente a los militares. Habrá que ver si Braga Netto cumple el papel que le pide Bolsonaro. El mandatario brasileño venía reclamando de su ministro que las Fuerzas Armadas, y especialmente el jefe del Ejército, diera muestras públicas de apoyo al gobierno, sobre todo en la política respecto de la pandemia. Esto entra en contradicción con lo que establece la Constitución, donde las FFAA son definidas como una institución del Estado, que no puede estar al servicio del gobierno de turno.

La gota que colmó el vaso para Bolsonaro fue una entrevista el domingo pasado del jefe del Departamento General de Personal del Ejército, general Paulo Sérgio, que comparó las acciones que estaba tomando la fuerza frente a la actitud pasiva y negacionista del gobierno respecto del Covid-19. Contrariando la posición del presidente, este general defendió la OMS, el aislamiento social, el uso de las mascarillas y las vacunas.

El disgusto de Bolsonaro con el jefe del Ejército, general Edson Leal Pujol, viene de hace meses, cuando el general Pujol dijo explícitamente que los militares no son parte de la política y no quieren política en los cuarteles. Una posición que chocó de frente con un presidente que acostumbra a hablar de “su” Ejército. La última vez fue hace solo unos días, cuando afirmó: “Mi Ejército no va a salir a la calle para cumplir decretos (de cuarentena) de los gobernadores. Si el pueblo decide entrar en desobediencia civil, no les entregaré al Ejército ni por orden del papa”.

El expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) publicó un mensaje en las últimas horas que resume las inquietudes que se han manifestado a propósito de esta crisis: “Como si no bastara la pandemia y el difícil momento económico, hay inquietud entre los jefes militares. Espero que las FFAA se mantengan fieles a la Constitución, un mandamiento que vale para todos los ciudadanos”.

La obsesión de Bolsonaro con el Ejército tiene larga historia, de cuando él mismo formó parte de las Fuerzas Armadas, donde no pudo pasar del grado de capitán del Ejército. Integró el bajo clero de la institución, y ahora se da el gusto de comandar a los generales. Su paso por el Ejército estuvo marcado por las sanciones y la indisciplina. Fue involucrado en una operación para poner bombas en diversos cuarteles exigiendo medidas salariales. El coronel Carlos Alfredo Pellegrino recordó en un informe que Bolsonaro intentaba liderar oficiales subalternos, sin éxito, por su “falta de lógica, racionalidad y equilibrio en la presentación de sus argumentos. Y al ser juzgado por el Supremo Tribunal Militar fue acusado de “grave desvío de personalidad”.

Tras su salida del Ejército tejió relaciones estrechas con los cuadros más bajos de las FFAA, de la Policía Militar y hasta de las milicias, grupos criminales integrados por militares y policías. Ya como presidente no deja pasar la oportunidad de acudir a cuanta ceremonia de graduación de cadetes se le presenta, dando siempre un mensaje preocupante respecto a la relación de los militares con la sociedad civil. Recientemente dijo a Policías Militares recién formados: “En una fracción de segundo, está en riesgo su vida, la de un ciudadano de bien o la de un canalla defendido por la prensa brasileña. No se olviden de esto, esta prensa jamás estará del lado de la verdad, de la honra y de la ley, siempre estará contra ustedes”.

El apego de Bolsonaro a lo militar está claramente delimitado a los militares de la dictadura

El apego de Bolsonaro a lo militar, sin embargo, está claramente delimitado a los militares de la dictadura. “La situación del país estaría mejor si la dictadura hubiese matado más gente”, incluyendo el entonces presidente, Fernando Henrique Cardoso, llegó a decir en 1999. Y en abril de 2016, al votar el impeachment de la entonces presidenta, Dilma Rousseff, hizo un homenaje al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el más conocido de los militares represores, que habría torturado a la mandataria.

Al asumir el gobierno hace poco más de dos años, Bolsonaro llenó de militares los distintos estamentos de la administración pública. Carente de una estructura política propia se apoyó en los militares. Antes de los cambios anunciados el lunes, casi la mitad de los ministros eran militares, que ocupaban puestos que nada tienen que ver con su competencia y preparación. El caso más notorio fue el del general Pazuello, al frente del ministerio de Salud, que abandonó el gobierno hace poco más de dos semanas dejando al país con una pandemia fuera de control.

La crónica del día se cierra con otra muestra de los peligros de una crisis institucional grave en Brasil. El diputado Vitor Hugo, líder de uno de los partidos que apoyan al gobierno, presentó en la Cámara de Diputados un proyecto que le daría poderes extraordinarios al presidente para decretar la movilización nacional ante un problema grave de salud pública o ante catástrofes de grandes dimensiones. La propuesta fue rechazada y el presidente de la Cámara, Rodrigo Pacheco dijo que no permitiría ninguna propuesta que atente contra el estado democrático de derecho.

Se profundiza la crisis militar en Brasil