jueves. 28.03.2024
australia
Foto: EFE

Poco se habla de Australia en los medios y tal vez mucho tengamos que aprender de este enorme país de 25.169.000 habitantes y una muy pequeña densidad de población (tan sólo 3,2 habitantes por Km2) que ha conseguido bajar hasta cero el contador de contagios por coronavirus durante los últimos siete  días, como consecuencia de las rigurosas medidas que ha aplicado su gobierno desde el minuto cero de la pandemia. Tanto es así que desde el comienzo de la pesadilla del Covid-19, Australia sólo ha contabilizado 28.755 contagios y 909 muertes a fecha del 21 de enero  de 2021. El pasado jueves 21 de enero, Australia cumplió una semana completa con cero casos de Covid-19, según declaró en Melbourne Greg Hunt, ministro australiano de Salud.

¿Qué ha hecho —o que no ha hecho— Australia para impedir que la pandemia progrese? 

Tal vez la precocidad al aplicar medidas (como confinamientos muy estrictos) y el cierre de fronteras (a día de hoy aun sin abrir) sean la clave de la respuesta a esta cuestión. Desde el más precoz inicio de la pandemia, si algún viajero quiere entrar en el país se le obliga a alojarse en un hotel y guardar una cuarentena de 14 días, incluso aunque aporte un certificado de PCR negativa. Al principio, era el Estado quien se encargó de los gastos de alojamiento y manutención durante esas dos semanas, pero transcurridos dos meses, el Gobierno australiano decretó que cada viajero que quisiera entrar en el país tendría que sufragarse la cuarentena de su propio bolsillo.

Desde una perspectiva estratégica-epidemiológica, el cierre de fronteras ha sido decisivo para conseguir lo que podríamos denominar el “milagro australiano”. Los expertos aconsejaron a los gobernantes una metodología que combatiera al virus “desde dentro” y sin aguardar un solo día más de lo necesario para tomar una  decisiones que en muchos aspectos fueron enérgicas y sin  más concesiones que el beneficio de la salud pública.

Otro tanto a favor de las autoridades políticas y sanitarias australianas ha sido su eficaz sistema de rastreo para identificar en cada brote  a todos los contactos hasta llegar al caso cero. Además, no se escatimaron esfuerzos en la realización masiva de test y también en un rigurosísimo control del cumplimiento de las duras cuarentenas establecidas en los brotes detectados en varios estados del país.

Respecto a la movilidad, también ha habido mucho rigor al prohibirse los desplazamientos entre los distintos estados, una medida que sólo ahora comienza a levantarse aunque se lleva a cabo con una gran cautela. Pero aún hay más, pues las PCR han sido gratuitas y no han sido los australianos ansiosos y asustados quienes las han demandado, sino el Gobierno quien ha animado a la ciudadanía para que ante cualquier mínimo síntoma o molestia acudieran a hacerse un test.

En otro orden de aconteceres, me ha parecido encomiable que los políticos australianos no hayan aprovechado la pandemia para atacarse unos a otros, remar en sentidos opuestos y tratar de obtener beneficios del infortunio. Al documentarme para escribir esta reseña he constatado que apenas se ha politizado la coyuntura, ni tampoco se han bloqueado las difíciles tomas de decisiones a las que el Gobierno australiano ha tenido que recurrir. Salvo contadas excepciones, en Australia ha habido un consenso que ya habríamos querido muchos —y seguimos notando en falta— que hubiera sido la tónica dominante en nuestra querida España, olvidando por una vez unas desafecciones que en la actual situación son del todo contrarias al bienestar colectivo.

El resultado de una singular gestión ha sido que Australia empieza a disfrutar de una auténtica nueva normalidad, no obstante con el inconveniente de que aún sea difícil —pero no imposible—salir del país si no se dispone de una autorización especial. A esto se suma la incomodidad de que al regresar, es obligatorio pasar una cuarentena de 14 días en un hotel, que cada viajero deberá sufragarse. 

Es obvio que el caso de Australia es distinto al de la mayoría de los países, debido a que además de ser un continente, operativamente es una isla, lo que facilita mucho el control de las entradas y salidas en el país que forzosamente debe hacerse por mar o por el aire. Sin embargo, una situación similar tiene Inglaterra, y sus datos epidemiológicos son extremadamente preocupantes, muy a pesar de que al igual que Australia sea también una isla a todos los efectos, con una superficie de 243.610 Km(Australia tiene 7,69 millones de Km2), una población de 67.025.542 de habitantes (en Australia son sólo 25.169.000 ) y una densidad de población de 275 habitantes por Km2  (mientras que en Australia es de 3,2 hab./Km², lo que la convierte en el segundo país con más baja densidad poblacional del mundo).

Sea como fuere, Australia se encuentra en estos momentos a salvo de la pandemia, aunque sus habitantes continúan en estado de emergencia y a la espera de que la normalidad sea global y total, algo que no sucederá hasta dentro de un futuro aún lejano.

Australia: cero casos de contagios por Covid la última semana