viernes. 19.04.2024
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A pesar de tratarse de elecciones primarias, una conclusión que dejaron es que para gobernar no alcanza con el márketing y el big data: en algún momento la realidad se impone. Y se le impuso a Cambiemos.

El domingo 11 de agosto se celebraron las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (P.A.S.O.) en Argentina. En un resultado que ni los más optimistas de un lado o los pesimistas del otro presagiaban, el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, se impuso con el 47,65% de los votos frente al 32,08% de Mauricio Macri, con una participación del 75,78%. Una distancia inmensa que se fue palpitando durante el domingo y que llevó al presidente, pasadas las 22 horas, a manifestar en un escueto discurso desde el búnker oficialista, que Juntos por el Cambio hizo una “mala elección”. Luego de haber quedado a 15 puntos por debajo en la presidencial, 16 a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires –principal distrito, que concentra el 37% del electorado nacional- y perdido con el Frente de Todos en 22 de las 24 jurisdicciones, calificar de “mala” a la elección fue, cuanto menos, generoso de su parte.

La victoria del Frente de Todos fue contundente, por lo abultado del resultado y porque ha sido a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. De no registrarse mayores oscilaciones el 27 de octubre, estos números permitirían a la fórmula Fernández-Fernández ganar en primera vuelta, tanto por la vía de superar el 45% entre los votos positivos -sin contar los votos en blanco ayer alcanzaron los 49 puntos- como por la vía de superar el 40% con más de 10 puntos de diferencia por sobre el segundo. En similar escenario ha quedado la gobernación a la Provincia de Buenos Aires en donde, además, la elección es por mayoría relativa, y los casi 17 puntos de ventaja -49,34% a 32,56%- de Axel Kicillof sobre María Eugenia Vidal parecen difíciles de revertir. Para obtener estos resultados fue absolutamente imprescindible la unidad del peronismo. La piedra fundamental la colocó Cristina Fernández, cuando decidió ceder su candidatura presidencial a favor de Alberto Fernández, a lo cual luego se le sumó la incorporación del Frente Renovador, con Sergio Massa a la cabeza, y el acuerdo con los gobernadores –reflejado en un acta de compromiso- como los mayores exponentes de este camino de unidad, el cual finalmente rindió sus frutos.

En un muy lejano tercer lugar quedó Consenso Federal, cuya fórmula compuesta por Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey no alcanzó siquiera el 10% de los votos -8,45%-. Víctimas del altísimo nivel de polarización -las 2 fórmulas más votadas han concentrado casi el 80% de los votos válidos, cuando en las P.A.S.O. de 2011 este valor fue del 59,63% y en 2015 del 65,26%-, han quedado sin margen de maniobra e inclusive sería lógico esperar que en octubre pierdan algún punto más entre los votantes que busquen optimizar su voto. Mientras que el Frente de Izquierda y de los Trabajadores -2,86%-, el Frente Nos encabezado por Juan José Gómez Centurión -2,63%- y Unite por la Libertad y la Dignidad de José Luis Espert -2,18%- fueron los otros 3 aspirantes que superaron el umbral del 1,5% y estarán presentes en octubre.

Buenos Aires, la madre de todas las batallas

Con 13.185.036 electores habilitados para votar, todos los ojos se posaban más que nunca en la Provincia de Buenos Aires. El Gobierno se jugaba allí un pleno, confiando que, aún perdiendo, la diferencia sería mínima y grandes las posibilidades de revertir de cara a octubre, especialmente si tenemos en cuenta que, a excepción de Tierra del Fuego, todos los gobernadores que fueron por su reelección en 2019 la consiguieron. Este dato redobla la magnitud del resultado bonaerense, sobre todo considerando que quien va por su reelección, María Eugenia Vidal, es la dirigente con mejor imagen del Gobierno. Sin embargo, la estrategia de no permitirle desdoblar su elección -la cual tenía como objetivo, precisamente, que su figura levantase a la de Macri y le permitiese obtener más votos por medio del efecto arrastre- no dio sus frutos. Los resultados en Buenos Aires fueron casi un calco del total nacional, y la figura de Vidal, que hasta el momento se mantenía inmaculada y era la mejor carta del Gobierno, cayó en desgracia frente a una gran campaña de Kicillof.

El exministro de Economía arrasó en las urnas, especialmente en la primera y la tercera sección electoral, las cuales aglutinan, cada una, apenas más de un tercio de los electores bonaerenses -4.621.932 y 4.695.719, respectivamente-. En ellas, Kicillof le sacó más de 40 puntos a la gobernadora en distritos como Merlo -60,73% a 20,57%- o Moreno -61,37% a 21,31%- de la primera sección, La Matanza -61,30% a 21,20% o Florencio Varela -62,15% a 19,20%- de la tercera. La unidad del peronismo fue fundamental para la contundencia de esta victoria, tanto por los aportes del aparato massista como por el apoyo unánime de todos los intendentes peronistas -con su cara más visible en Verónica Magario, intendenta del partido más populoso y candidata a vicegobernadora de Kicillof-. Además, estos números otorgarían al Frente de Todos un importante número de diputados en la Provincia, que por peso demográfico mayor cantidad de bancas renueva -35-.

De provincia en provincia

Capital Federal y Córdoba han sido los únicos 2 distritos en los que el oficialismo logró imponerse. En el primero, Horacio Rodríguez Larreta -46,48%- defendió sin mayores complicaciones su bastión, cosechando prácticamente el mismo resultado que la sumatoria de sus votos más los de Gabriela Michetti en la P.A.S.O. de 2015. Y si bien Matías Lammens, por el Frente de Todos, hizo una gran elección alcanzando el segundo lugar con el 31,93% de los votos, la reelección del actual jefe de Gobierno parece estar encaminada. En tanto en Córdoba, Juntos por el Cambio se impuso por casi 20 puntos -48,18% a 30,39%- pero es importante señalar que se trata, precisamente, de la provincia en la que se plasmó la mayor diferencia a favor de Cambiemos en el balotaje de 2015, en donde el 71,52% le otorgó su apoyo a Macri, por lo cual el oficialismo esperaba allí una mayor ventaja.

En el resto de las provincias el Frente de Todos largará desde la pole position. Las mayores ventajas se registraron en Santiago del Estero -75,66% a 13,85%- y Formosa -65,90% a 24,25%-. Mientras que como triunfos más destacados probablemente se puedan considerar aquellos que se dieron en provincias como Corrientes –histórico bastión radical-, Mendoza y Jujuy, en donde aún con el apoyo de los gobernadores macristas los argentinos y las argentinas optaron por darle la espalda al oficialismo. O los casos de Salta y Río Negro, la primera bajo el mandato de Urtubey, en donde Consenso Federal igualmente quedó tercero y el Frente de Todos alcanzó casi los 50 puntos. Y Río Negro porque además de ser una provincia históricamente esquiva al peronismo, es de dónde es oriundo el candidato a vicepresidente de Macri, no obstante lo cual Juntos por el Cambio perdió por más de 30 puntos.

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De papelón en papelón

Párrafo aparte merecen las dos caras bochornosas de la jornada: la de la carga de resultados con la cuestionada Smartmatic y la de la mayoría de las encuestadoras. Respecto al escrutinio, el mismo había estado en el ojo de la tormenta los días previos a los comicios, con reparos tanto en relación a la empresa debutante en la Argentina -la cual reemplazó el tradicional traslado de las actas por parte del Correo Argentino- como al software. Finalmente, los resultados no estuvieron desde las 21 horas, como habían prometido, ni con el 10% de los telegramas transmitidos, como había establecido la Justicia Electoral. En una escandalosa jugada por parte del Gobierno, con el sistema “caído” y Smartmatic siendo trending topic, los primeros datos aparecieron recién alrededor de las 22:30. Es decir, exactamente unos pocos minutos después que el presidente, con la población aún sin tener acceso a un sólo dato oficial, reconociera su derrota.

En relación a las encuestadoras -y siendo Argentina probablemente el país de América Latina con mayor cantidad de consultoras realizando estudios preelectorales-, la grandísima mayoría de estas han errado por diferencias en torno a los 10 puntos porcentuales, muy por encima del margen de error. Mirando absolutamente todas las encuestas desde que se anunciara a Pichetto como candidato a vicepresidente –casi 50-, las 3 que más cerca han estado del resultado fueron la de Hugo Haime, la del CEOP y la de CELAG. Mientras, que por el contrario, el promedio de las más de 40 restantes arrojaba una ventaja menor a 5 puntos a favor de Fernández, con varias de ellas dando empates técnicos o hasta ganador a Macri, en lo que no puede calificarse de otro modo que como deliberadas operaciones a favor del oficialismo.

El escenario de cara a octubre

Las primeras horas que han pasado desde que se conocieran los resultados han sido sumamente convulsionadas. Con la economía en crisis, el dólar escaló hasta superar los 60 pesos, devaluando la moneda argentina en aproximadamente un 30%, al tiempo que las acciones se derrumbaron y el Banco Central subió la tasa de interés. El Gobierno está perdido y a través de su ministro del Interior, Rogelio Frigerio, pidió a la oposición “garantizar la gobernabilidad”.

Quedan dos meses y medio para la elección más importante. Por el momento, las conclusiones apuntan en una dirección: no alcanza con el marketing, la Big data, los trolls, los medios de comunicación a favor y el antagonismo como única bandera. En algún momento la realpolitik debe hacerse presente, cristalizarse en hechos concretos. En algún momento también las condiciones materiales de existencia se imponen y quien está al mando debe ocuparse de gestionar un país. Al parecer, el alma de este Gobierno ha quedado atrapada para siempre en el mundo inteligible que nos ofrecía Platón, donde ellos ven ideas perfectas a las cuales los mortales no podemos acceder. Pero sus almas se olvidaron de corporeizar alguna vez para hacerse presentes en el mundo sensible. Y es que si de sensibilidad hablamos, el macrismo, desconoce el vocablo.

PASO en Argentina: pasó el tiempo de Cambiemos