sábado. 20.04.2024
Annalena Baerbock
Annalena Baerbock

Por Conchi González

Hoy los Verdes alemanes de Annalena Baerbock son el espejo en el que se miran los demás partidos ecologistas europeos. Cuando Annalena nació en 1980 en la entonces Alemania Occidental (RFA), al otro lado del muro de Berlín, la señora Ángela Merkel era todavía una anodina científica de veintiséis años que no pensaba meterse en política en pleno régimen comunista de la antigua Alemania del Este (RDA). Pero ocurrió lo impensable, ese muro cayó, las dos Alemanias se unieron y, con el meteórico ascenso en política de la Merkel, hubo niñas alemanas que pensaron ¿para qué ser princesa pudiendo ser Canciller? La niña Annalena descubrió que la princesa del cuento que debía ser salvada no era ella sino la Tierra, que el dragón podía ser el ser humano y que en su país había un partido político que había nacido el mismo año que ella, Die Grüne (Los Verdes), al que acabó liderando como la candidata más joven de las recientes elecciones federales alemanas, logrando el mejor resultado de su historia (con un 14,75% de los votos). Los Verdes son hoy la tercera fuerza política en Alemania, por detrás de los socialdemócratas del SPD de Olaf Scholz (25,74% de los votos) y de los democristianos de la CDU de Merkel, liderados por su sucesor Armin Laschet que ha logrado su peor resultado histórico (24,07%). Y, además de ser los que más han crecido y los favoritos del voto joven, los Verdes son la llave para la formación del primer gobierno alemán de la era sin Merkel.

Y, sin embargo, a pesar de la ajustada victoria por la mínima de Scholz y del desastroso resultado conservador maquillado por Laschet, aquella noche electoral sólo Annalena Baerbock hizo autocrítica, decepcionada con sus cifras porque esperaba más, desde aquel casi 28% en las encuestas a comienzos de este año. Los Verdes habían rozado con la punta de los dedos la Cancillería pero en los últimos meses el milagro verde alemán fue desinflándose como un globo por el linchamiento mediático al que se vieron sometidos Annalena y su partido por los medios de comunicación sensacionalistas conservadores, a los que, además ella misma extendió la alfombra con errores de principiante como presentar una declaración de ingresos incompleta o no citar correctamente las fuentes de un libro que ella había publicado, dando pie a acusaciones de plagio en un país donde cosas así han hecho dimitir a Ministros como la de Educación Anette Schavan (a la cual no salvó ni su amistad con la Merkel). Pero esa caza mediática al ecologista, llamándolo “peligro verde” y despertando viejos fantasmas de la amenaza roja de la guerra fría, no sólo fue en redes sociales, sino que Alemania se llenó de pasquines en sus paredes con bulos tales como ‘la Baerbock prohibirá que tengas una mascota’.

Llegados a ese punto, su rival socialdemócrata Olaf Scholz salió en defensa de Annalena Baerbock y denunció ese acoso. Pero como Annalena no sabía español, no conocía nuestro refrán de líbrame de las aguas mansas que de las malas me libro yo. Fue así como Scholz comenzó su remontada en las encuestas este verano, con un perfil bajo muy Merkeliano, aprovechándose de los errores de los demás candidatos y abrazando las propuestas ecologistas, con constantes guiños para repetir el pacto de gobierno entre socialdemócratas y verdes que hace años hizo Canciller a Schröder durante dos Legislaturas. Sin embargo, ahora, quien lidere la formación de un gobierno en Alemania, para evitar un liderazgo en minoría o repetir la Gran Coalición, necesita del apoyo de los Verdes, pero también de los liberales (FDP) de Christian Lindner, que fueron la cuarta fuerza más votada (11,45% de los votos). Y, sea cual sea el gobierno que llegue a formarse, ahí ya han ganado los Verdes al aplicar una técnica que ya habían usado en política regional: antes de empezar las negociaciones, lo primero que han hecho es llegar a un acuerdo de mínimos con los liberales (a pesar de ser polos opuestos en política fiscal y económica) y, a partir de ahí, se han sentado a negociar con Scholz y Laschet. Además, durante la campaña electoral, los Verdes introdujeron el debate sobre temas impensables en Alemania hace unos años, como limitar la velocidad en las autopistas para reducir emisiones contaminantes. Y las inundaciones de este verano al Norte del país hicieron el resto, el cambio climático ya está ahí.

Lo sucedido en Alemania estos meses es un aviso para navegantes que se miran en ese espejo verde, como Yannick Jadot, recién elegido candidato de los Verdes franceses (Les Verts EELV) para las elecciones presidenciales de 2022. En una segunda vuelta de primarias muy ajustada, el perfil moderado del señor Jadot se impuso a la ecofeminista  radical Sandrine Rousseau. Con ese perfil moderado encarnada por Jadot los Verdes se disputarán el próximo mes de abril el segmento del voto de centro izquierda frente a la candidata socialista Anne Hidaldo, actual alcaldesa de Paris y abanderada de la movilidad sostenible. De hecho, Hidalgo ganó las pasadas elecciones municipales de 2020 gracias a su alianza con los Verdes en la segunda vuelta electoral.

Y es que los verdes franceses siguen en estado de gracia desde su ascenso en las elecciones europeas de 2019, en las que fueron la tercera fuerza más votada en Francia (13,5% de los votos) con el señor Jadot a la cabeza, ocupando el espacio del centro izquierda que habían dejado los socialistas franceses tras su estrepitosa caída en las elecciones presidenciales de 2017. Y esa buena racha continuó con el tsunami verde en las elecciones municipales francesas de 2020, en las que pasaron de gobernar sólo en Grenoble a controlar las principales capitales de provincia, como Lyon, Estrasburgo o un eterno bastión de la derecha como era Burdeos. Así que, por todo ello, será difícil que el año que viene se repita lo vivido en 2017 cuando, al ver las primeras encuestas,  el señor Jadot retiró su candidatura al Eliseo por los Verdes para apoyar al candidato socialista Benoît Hamon con una plataforma común que obtuvo un desastroso 6,36% de los votos en primera vuelta, agravándose así la crisis interna de los socialistas franceses que ya había comenzado antes con la salida del partido socialista de Emmanuel Macron y las sangrantes primarias entre Manuel Valls y Hamon.

Ahora, casi cinco años y una pandemia después, los Verdes franceses superan en dos puntos a los socialistas de Anne Hidalgo en las primeras encuestas, encabezadas por Macron y un sorprendente Eric Zemmour, el ultraconservador periodista que ha subido como la espuma y que puede complicar a Marine Le Pen su carrera hacia el Eliseo. Aunque todavía es pronto, los primeros sondeos indican que socialistas y Verdes están condenados a entenderse en la primera vuelta electoral para poder subsistir y capitalizar juntos el voto del desencanto contra Macron. No obstante, no está tan claro que esta vez tenga que ser Jadot el que se retire.  Es curioso cómo este hombre le ha dado la vuelta a la tortilla a los que acusaban a los ecologistas de poco realistas y dogmáticos: ahora los dogmáticos son los que defienden la economía no sostenible, los pesticidas y las energías no renovables. Con el cambio climático a las puertas de nuestras casas, ¿quién es ahora el realista?

Este nuevo pragmatismo verde también se manifiesta en el giro europeísta que han experimentado los partidos verdes europeos a partir de los años 90, cuando empezaron a abandonar su oposición al proceso de integración europea. Como dice Jadot, para salvar el clima hay que salvar Europa.  De hecho, el Partido Verde Europeo (European Greens) creado en 2004 fue el primer partido político europeo, agrupando a partidos ecologistas nacionales de veintinueve países europeos: dos de ellos son españoles (EQUO y Esquerra Verda), además de Les Verts del señor Jadot y los alemanes Die Grüne de Annalena Baerbock. En el Parlamento Europeo forman grupo parlamentario junto con la Alianza Libre Europea (varios eurodiputados independientes y nacionalistas) y en las elecciones europeas realizan la misma campaña electoral en cada país. No obstante, es difícil hablar de partidos europeos mientras no existan listas transnacionales y una única circunscripción electoral europea.

Y es que, le pese a quien le pese en plaza de Colón, la agenda verde ya ha llegado a Bruselas para quedarse y también a las Naciones Unidas, cuya Agenda 2030 incluye entre sus Objetivos el agua limpia, la energía no contaminante, el clima y el cuidado de los ecosistemas. En Europa nuestro objetivo para el año 2030 es, como mínimo, reducir un 40% las emisiones de gases efecto invernadero (respecto a las de 1990) y que al menos un 32% de la energía proceda de fuentes renovables, caminando hacia la descarbonización de nuestro sistema energético en 2030 y la neutralidad de emisiones de carbono para 2050. Y el camino hacia ese objetivo se está llenando de piedras, la mayor quizás es cómo hacer esa transición hacia las energías renovables sin depender de las centrales nucleares. Un tema en el que hasta Ángela Merkel reculó a favor del cierre progresivo de reactores nucleares tras el accidente de Fukushima, mientras que Macron en Francia ha seguido invirtiendo miles de millones de euros en reactores de nueva generación y tiene previsto la producción de hidrógeno de origen nuclear. Por ello, el seguimiento de las elecciones en Alemania y Francia no es un tema baladí, porque de ahí salen los maquinistas de la locomotora europea y, como dijo Ángela Merkel en su último discurso ante el Parlamento, no da igual quién sea Canciller.

Por ello tampoco es baladí seguir la evolución que van a tener los Verdes en estos tiempos de la polarización con parlamentos nacionales cada vez más fragmentados en los que los Verdes van a ser pieza clave. En los tiempos revueltos de la polarización, los Verdes ofrecen transversalidad y diversidad ideológica interna, esa puede ser su fortaleza o su debilidad. Los que vieron gigantes donde otros sólo vieron sólo molinos, los realistas Quijotes cabalgan de nuevo.

Poder verde