viernes. 29.03.2024
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Mateo Salvini (dcha.) y Viktor Orbán

Está claro que es imprescindible que los europeístas recuperen la iniciativa política de cara a las elecciones al Parlamento de Estrasburgo, presentando ante la ciudadanía una perspectiva capaz de ilusionar al electorado

El show organizado por Mateo Salvini y Viktor Orbán en Milán debería servir a los demócratas para comprender que las elecciones al Parlamento Europeo que tendrán lugar dentro de nueve meses no se van a parecer a ninguna de las celebradas hasta la fecha.

Y no se van a parecer porque, por primera vez desde que se vota directamente al Parlamento Europeo (1979), las condiciones objetivas favorecen el surgimiento de discursos antidemocráticos que pueden obtener un resultado nada despreciable y enturbiar el presente y el futuro de nuestra democracia nacional y supranacional (la UE).

Los populistas de derecha extrema que concurrirán a las elecciones lo saben y van a actuar a fondo para revivir consignas que durante sesenta años habían sido reducidas a la mínima expresión, empezando por el racismo y la xenofobia. Lo harán, además, utilizando el ambiente mundial favorable a los bulos y las mentiras en el que personajes como Trump o Putin han conseguido llegar al poder o mantenerse en él.

No es previsible que los escaños que obtengan en la Eurocámara sean tantos como para determinar o entorpecer numéricamente sus decisiones. Pero el peligro es que sean suficientes (por votos y cantidad de parlamentarios) como para condicionar el posicionamiento de grandes grupos parlamentarios, en particular en el Partido Popular Europeo (PPE), y de instituciones como la Comisión y el Consejo.

En ese sentido, no podemos olvidar que el partido de Orbán es actualmente miembro del PPE (¿tardarán mucho en decir algo sus responsables sobre las manifestaciones del Primer Ministro húngaro en Milán?) o que el Canciller austríaco, también de ese partido, gobierna en coalición con la extrema derecha de su país, amiga de Salvini.

Está claro que es imprescindible que los europeístas recuperen la iniciativa política de cara a las elecciones al Parlamento de Estrasburgo, presentando ante la ciudadanía una perspectiva capaz de ilusionar al electorado.

Tal perspectiva debería dejar claro antes que nada y sobre todo que los valores europeos no son negociables y que, por lo tanto, no cabe ningún “apaciguamiento” con los que defienden el racismo, la xenofobia y el nacionalismo identitario y excluyente.

Lo mismo que tendría que proponer una profundización de la construcción europea hacia una unión política federal (incluyendo la culminación de la unión económica y la definición de una vez por todas de la unión social) en la que no todos los países estuvieran obligados a caminar al mismo ritmo.

Asimismo, sería imprescindible asumir que la gestión de la crisis en base a la austeridad a secas ha tenido consecuencias negativos y que, en el marco de aquella profundización federalista, será una prioridad la defensa del modelo social europeo en creación de empleo, mejora sustancial de las condiciones laborales, restauración y dotación de servicios públicos de calidad, garantía de la igualdad y promoción de la cohesión.

Como es lógico y necesario, cada partido europeo presentará su programa diferenciado y sus candidaturas, pero los conservadores, los socialistas, los liberales, los verdes y la izquierda harían bien en afirmar públicamente un compromiso político compartido como condición necesaria para seguir avanzando el día después de las elecciones: los valores y la idea de la Unión Europea son incuestionables.

La activa confluencia Merkel-Macron-Sánchez es un buen ejemplo de ello.

Salvini, Orbán y sus amigos no gastarán mucho tiempo en explicarse. Por eso es imprescindible que los europeístas no actúen a la defensiva frente a su demagogia, sino que se adelanten en proponer mejorar sustancialmente lo mucho bueno que hemos construido.

En un debate europeo imprescindible, tienen todas las de ganar.

¿Cómo responder al show de Salvini y Orbán?