sábado. 20.04.2024

Nicolas Sarkozy quiere una nueva oportunidad... y una revancha

Miguel de Sancho | Cuando Nicolas Sarkozy anunció su retirada de la política en mayo de 2012 tras su derrota en las presidenciales, nadie creyó que fuera a convertirse en “un francés más”, como él mismo prometió en la rueda de prensa de aquel “funesto” 6 de mayo en el que la derecha liberal fue derrotada. Pero el hiperactivo Sarkozy siempre tuvo sed de poder y hambre de revancha. Así, el ex presidente decidió dar el paso después de casi treinta meses ejerciendo como gurú de la política internacional con conferencias generosamente remuneradas a ambas orillas del Atlántico y cultivando el arte de ser cónyuge de “su” cantante melódica por los escenarios del Hexágono.

Su regreso anunciado se produjo en Facebook. Porque el Sarkozy 2.0 no cree en una gran tribuna en Le Figaro, ni en entrevistas radiofónicas o televisivas en horario de máxima audiencia. Ni siquiera en multitudinarias ruedas de prensa con decenas de micrófonos esperando rellenar con palabras entrecomilladas un artículo ya escrito. Sarkozy firma como NS y se dirige a sus simpatizantes como sus “queridos amigos”. En su carta indica que quiere “apartar todo espíritu de revancha” (no sabemos contra quién) y que ha podido en estos meses reflexionar a través de un permanente intercambio de impresiones con un pueblo francés al que califica de “angustiado”, “decepcionado” y “colérico” contra el Gobierno de François Hollande.

Su pretexto es conquistar la presidencia de la UMP (Unión por un Movimiento Popular) para transformar su formación política, regenerarla y conquistar el poder en 2017. Dejando a un lado el sencillo juego semántico de un partido que, desde la derrota de 2012, ha caído en una división cainita, en un inmovilismo patológico y en una impopularidad creciente, Nicolas Sarkozy se erige como el mesías que hará resurgir a la derecha liberal y a la Francia singular en este nuevo “proyecto colectivo” que él mismo quiere encabezar. “No tengo elección”, ha repetido en estos últimos días.

Pese a la invalidación de las cuentas de la campaña de 2012; la presunta financiación ilegal de la campaña de 2007 por el ex presidente libio Muammar el Gadafi; el caso Bettencourt, en el que el ex presidente fue acusado de abuso de confianza con perjuicio a la anciana propietaria de L’Oréal y varios otros sumarios de corrupción que han salpicado directamente a Sarkozy y a su partido, su regreso es ineludible.

Después de la declaración de intenciones, el juego mediático ha comenzado. Entrevista en prime-time en la televisión pública el domingo por la noche,  portada del principal dominical francés… y varios signos comunes: una completa falta de autocrítica hacia su gestión en el quinquenio 2007-2012; una momentánea ausencia de proyecto político y de ideas precisas y un acercamiento –de nuevo- a la droite de la droite, o sea a esa extrema derecha que fue la primera fuerza política francesa en las pasadas elecciones europeas de mayo. De esta manera, quien teme más el regreso de Sarkozy no es otra que Marine Le Pen. El ex presidente tiene la virtud (o el defecto) de no dejar a nadie indiferente; así, la extrema derecha aprovechó la ausencia de carisma y de proyecto coherente del presidente Hollande y la guerra interna del tándem Copé-Fillon tras el congreso de la UMP de noviembre de 2012 para cristalizar el descontento de las clases populares y alcanzar el resultado más elevado de su historia. Ahora Sarkozy lanza dos dardos directos al electorado del Frente Nacional: la crítica al espacio Schengen y la “necesaria” introducción del referéndum para frenar la “influencia de las élites”.

La sociedad francesa durante la V República ha sacralizado la figura del monarca republicano, del presidente providencial, omnipotente y casi místico. En este absolutismo democrático con fecha de caducidad, Nicolas Sarkozy quiere una nueva oportunidad... y una revancha. Es consciente que muchos votantes que otrora confiaron en De Gaulle, Pompidou, Giscard, Chirac e incluso en Sarkozy en 2007, decidieron que en 2012 su sufragio iría por vez primera a un partido de izquierda. Millones de electores que encontraron en François Hollande la serenidad perdida durante un quinquenio “macarra” añoran los tiempos en los que Sarkozy se percibía como el gran líder de una nación en declive. El desempleo creciente, el estancamiento del crecimiento económico y la constante división entre las diferentes clases sociales fueron, sin embargo, el gran legado de Nicolas Sarkozy. Su arma para el regreso al trono del Elíseo es la amnesia de toda una sociedad. 

El regreso de quien nunca se fue