viernes. 19.04.2024
daesh

Desde comienzos del otoño, y coincidiendo con la aceleración de los acontecimientos bélicos, ya no podemos hablar de actos aislados, sino de una escalada en toda regla

El múltiple atentado de París, junto a las otras dos acciones recientes reivindicadas por el Estado Islámico o Daesh, la voladura del avión ruso y el atentado suicida de Beirut, invitan a considerar si se ha producido un cambio fundamental de estrategia de los yihadistas.

Desde su fundación, el Daesh se diferenció de Al Qaeda, en cuestiones orgánicas, doctrinales y, más precisamente, estratégicas. Al Qaeda operaba como un movimiento clandestino pero sin pretensión de convertirse  en opción de gobierno. La prioridad de sus actuaciones eran las potencias internacionales ('enemigo lejano') que, según Bin Laden, amparaban, manejaban y corrompían a los regímenes árabes o islámicos ('enemigo cercano').

Los fundadores del Daesh creyeron, en cambio, que desafiar frontalmente a Estados Unidos y a sus aliados occidentales conduciría a la derrota rápida y segura. La prioridad debían ser los 'enemigos cercanos'. Siria e Irak eran los objetivos obvios. Desde luego, eran muy  'cercanos', hasta el punto de ser los lugares de origen de los principales dirigentes iniciales del Daesh. Pero, sobre todo, eran totalmente vulnerables. En Siria, una guerra prolongada había destruido la funcionalidad del Estado y en Irak no terminaba de cuajar un nuevo Estado, sobre el que siguen pesando las presiones contrarias de Estados Unidos e Irán.

La 'hoja de ruta' yihadista era clara: lograr victorias militares rápidas y seguras, hacerse con el poder en las zonas conquistadas y consolidar posiciones (baqiya wa tatamaddad), para erigirse en modelo de gobierno (Califato) y propagar la jihad internacional. Los triunfos militares del Daesh y la consolidación de sus 'gobiernos locales' en Siria (Raqqa) e Irak (Mosul, Ramadi) provocaron dos dinámicas opuestas: reactivación yihadista e intensificación de la respuesta occidental.

LA REACTIVACIÓN YIHADISTA

En el universo yihadista se propagó un clima de euforia. Las organizaciones y grupúsculos veteranos fueron abandonando Al Qaeda para adherirse al Daesh y surgieron formaciones nuevas entusiasmadas con la proyección renovada de la Jihad.

Con más rapidez de la que quizás pareciera conveniente a los propios dirigentes del Daesh,  estos seguidores del Califato reactivaron el combate contra los 'enemigos cercanos'.  Los estados o entidades amenazados por el empuje de las franquicias, sucursales o extensiones del Daesh  pueden agruparse así:

- Los 'descompuestos' por el proceso de la mal llamada 'primavera árabe', (Libia y Yemen) o los susceptibles de 'desestabilización' (Egipto y Túnez).

- Los 'corruptos', 'vendidos' o 'colaboradores' de Occidente (Arabia Saudí, los países del Golfo, Jordania y, en cierto modo, Turquía).

-Los 'herejes', es decir, partidos, milicias, agrupaciones o movimientos de confesión chií o asimilada (alauíes, houthies, etc.), armados, financiados y/o protegidos por Irán, el enemigo más odiado por ser un desafío directo desde el mismo corazón del Islam militante.

LA RESPUESTA OCCIDENTAL

En Occidente cundió la alarma por la solidez de las posiciones adquiridas por el Daesh en Irak y los avances constantes en Siria, mientras se ponía en evidencia la fragilidad del estado iraquí y se diluía la oposición 'moderada' al régimen de Assad.

No sin vacilaciones, renuencias y demoras, la administración Obama decidió adoptar un giro en su estrategia hacia una participación más activa y directa. En Irak, reforzó la capacidad militar del gobierno central, envió más asesores militares y respaldó con aviación el contraataque contra las posiciones yihadistas en la provincia de Anbar, con algunos éxitos (Tikrit) pero también fracasos (Ramadi). En Siria, persistían las dudas, debido a la debilidad creciente de las milicias pro-occidentales. Hasta que la vulnerabilidad de Assad se hizo crítica y Putin decidió acudir militarmente en rescate de su aliado tradicional en Oriente Medio.

La apuesta rusa imprimió una nueva dinámica a la "guerra contra el terror". Obama reevaluó las opciones en Siria. Después de un enésimo intento fallido, descartó el rearme de las frágiles milicias moderadas y decidió intensificar los bombardeos aéreos de las posiciones yihadistas. De los países que secundaban esta ofensiva norteamericana contra el extremismo islamista, el más activo ha sido, sin duda, Francia, por delante de Gran Bretaña, o de las potencias árabes conservadores, enfangadas en el conflicto del Yemen (Arabia Saudí y sus aliados del Golfo) o en sus propias amenazas internas (Egipto).

LAS REPRESALIAS DEL DAESH

Hasta hace pocas semanas, los casos de terrorismo islamista en Occidente eran obra de simpatizantes locales o de 'lobos solitarios' (el extraño ataque en el tren Ámsterdam-París del pasado agosto) o actos específicos de 'castigo' (asalto al Charlie Hebdo, en enero). Estos episodios constituían acciones aisladas. No parecían responder a un cambio de estrategia; es decir, a la decisión de llevar el combate al corazón del 'enemigo lejano'.

Sin embargo, desde comienzos del otoño, y coincidiendo con la aceleración de los acontecimientos bélicos, ya no podemos hablar de actos aislados, sino de una escalada en toda regla. En apenas unos días, el Daesh ha encadenado tres operaciones terroristas audaces, contra los enemigos que más le han apretado: la voladura de un avión de turistas rusos que regresaba del Sinaí (golpe simultáneo a Rusia, el principal respaldo de Assad, y a Egipto), atentado suicida en uno de los principales feudos de Hezbollah, el barrio de Bourg El Barajneh, en el sur de Beirut (golpe a Irán y a sus protegidos chiíes) y múltiple asalto terrorista en París (golpe a Francia, precisamente el país europeo más activo en la 'guerra contra el terrorismo').

Aún es pronto para confirmar si estas represalias reflejan un cambio de estrategia. Por ahora, se pueden manejar varias hipótesis, no excluyentes: 1) que el Daesh se sienta seriamente debilitado y necesite enviar a sus militantes, seguidores y simpatizantes una contundente y espectacular demostración de fuerza;  2) que pretenda atemorizar a los ciudadanos occidentales y rusos para generar un clima contrario al compromiso bélico en Oriente Medio; 3) que ante la hipótesis de una próxima derrota, retirada o repliegue de sus feudos en Irak o Siria, quiera preparar un escenario prioritario de combate distinto al mantenido hasta ahora.

En este nuevo escenario, el desafío para el Daesh es Estados Unidos. Los atentados de los últimos días son impactantes, pero sólo atacando directamente intereses norteamericanos, aunque no sea necesariamente en su territorio, pueden los extremistas islamistas mantener su condición de fuerza temible.

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