El maleficio destructivo del Brexit

Detractores del Brexit en los aledaños del parlamento británico. (Foto de archivo Nuevatribuna)

La opción del segundo referéndum es anatema para los brexiteers, porque el resultado parece cada vez claro: rectificación y permanencia en Europa.

Después del contundente rechazo del Parlamento británico al acuerdo sobre el Brexit (432 contra 202), la derrota más humillante para un gobierno desde 1924, la pregunta más escuchada este miércoles en Europa es: ¿Y ahora qué?

Si el pueblo británico cree que su destino será mejor fuera de las instituciones europeas, puede confirmarlo con un nuevo voto. Tan soberano será el segundo referéndum como el primero

Nadie sabe la respuesta. O no se atreve a apostar por ella. En realidad, la incógnita que se propaga en todos los círculos políticos, económicos, académicos y mediáticos es el eco de un clamor que resuena desde hace meses. El Reino Unido de Gran Bretaña no sabe cómo salir de un embrollo plagado de trampas, mentiras y ensoñaciones. La situación actual era la única posible tras dos años y medio de incompetencia y confusión.

Pero puesto que lo anterior es sobradamente sabido, es lógica la insistencia en la pregunta formulada al principio: y ahora qué. ¿Retirada de la UE sin acuerdo? ¿Aplazamiento más allá del 29 de marzo? ¿Renegociación siquiera aparente del acuerdo? ¿Elecciones generales? ¿Segundo referéndum? Algunas de estas opciones no son excluyentes. Pero ninguna de ellas constituye una solución por sí sola. Detengámonos a analizar los escenarios.

RETIRADA SIN ACUERDO

Esta opción parece más plausible y cercana que nunca. Lo ha dicho el siempre locuaz presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, al poco de conocerse la votación en Westminster. Este escenario viene cargado de negros presagios sobre la economía británica, de los que no escapará por completo el resto de Europa. Se han manejado cifras de espanto (por ejemplo, caída de 8 puntos del PIB, según el Banco de Inglaterra), cuya solidez está por demostrar.

Esta especie de descenso a los infiernos sin demasiado asideros para interrumpir la caída puede llevar aparejada una aniquilación de buena parte de la clase política británica. A la premier May le han hundido los suyos, pero esos mismos quieren preservarla en lo alto del potro de tortura para no entregar las llaves de Downing Street a un “rojo peligroso” como Jeremy Corbyn. La jefa del desgobierno volvería a hacer lo contrario de lo que ha estado defendiendo, un rasgo definidor de su carrera política. En este caso, se verá obligada a gestionar un desenganche del continente en peores condiciones aún, amparada quizás en un discurso de evocación chuchilliana: “sangre, sudor y lágrimas”.

APLAZAMIENTO DE LA SALIDA

Quizás May siga pensando que, antes de precipitarse en el abismo, tendrá esa última oportunidad que desde su entorno se ha venido apuntando estas últimas semanas. Después de superar la moción de censura laborista, la estólida Theresa tratará de mantener la ficción de un nuevo acuerdo “in extremis”. Necesitará, para ello, de un aplazamiento de la fecha de salida, ya que no hay tiempo. Pero sobre todo, precisará de un último flotador de aquellos de los que se quiere separar: los líderes europeos Sin la luz verde de sus todavía socios continentales no será posible borrar el 29 de marzo del calendario del Brexit.

En Europa hay poco humor para las tribulaciones autoinducidas de los británicos. Nunca ha habido una historia de amor entre ambos lados del Canal de la Mancha y un proceso de divorcio no parece el mejor momento para invocarlo. Por añadidura, quienes podrían prolongar la vida de May o están absorbidos en la tarea de salvar la suya propia (Macron, Sánchez), o ya tienen fecha de caducidad (Merkel), o están empeñados en hacer de Europa un solar irreconocible (Salvini, Orban, Kaczynski, Kurz, etc).

Y aunque hubiera voluntad política, no hay tiempo, ni margen legal o normativo para algo muy diferente. Como se viene diciendo estas semanas en Bruselas, se pueden cambiar puntos y comas, hacer retórica o aventar los mejores deseos, pero la sustancia del acuerdo no se tocará.

La narrativa de May es sorprendente. Se ha intoxicado con su propio autoengaño sobre la viabilidad de una estrategia errática y fallida desde el principio. En un articulo de obligada lectura para los interesados, Charles Grant, el director del Centro para la Reforma de Europa (un think-tank con sede en Londres, no en Bruselas) disecciona la incompetencia y los errores de la premier británica en el desarrollo del Brexit. Ni ella ni sus principales asesores han entendido en modo alguno la lógica de los negociadores europeos. Contrariamente a los diplomáticos y funcionarios británicos, que, en vano, han intentado prevenir a Downing Street del desastre al que se encaminaba. En Bruselas ha prevalecido, según Grant, “las tres Ps” (principios, política y precedente), por encima de cálculos estratégicos o previsiones económicas catastrofistas, las principales bazas de May para lograr una avenencia europea a sus deseos (1).

Sin exonerar n modo alguno a la jefa del gobierno británico, otro destacado analista de las cuestiones europeas, Matthias Matthijs, sostiene que el acuerdo suscrito por May es la peor opción para el Brexit... con excepción de todas las demás Remedo de otra de las máximas del inefable Sir Winston en su apología de la democracia (ya se sabe: el peor de los sistemas políticos, con excepción de todos los demás). Matthijs apela a consideraciones pragmáticas, sin dudas alentadas por ciertas tendencias en  Europa (2). Pero Grant parece más atinado en su análisis que Matthijs el momento político que sacude los fundamentos europeos.

ELECCIONES GENERALES

La ensoñación de May tiene un avatar en su némesis político, Jeremy Corbyn. El líder laborista sostiene que un gobierno bajo su dirección puede renegociar el acuerdo con Europa y conseguir un Brexit en mejores condiciones. No ha dicho cómo ni en qué capítulos, aparte de vagas referencias a la justicia social y a los derechos de los trabajadores.

El problema es que, para llegar a esa posibilidad (muy dudosa en todo caso), tendría que forzar elecciones inmediatas (casi imposible porque May cuenta con apoyo suficiente para superar la moción de censura laborista y continuar en el cargo), y luego ganarlas. Esta segunda condición es complicada incluso hipotéticamente. Para apoderarse del gobierno en las urnas, Corbyn necesitaría los votos de sus militantes y muchos más. Y lo peor para Corbyn es que ni siquiera tiene asegurado el respaldo de los primeros, si mantiene su actual posición sobre el Brexit. La inmensa mayoría del votante laborista quiere un segundo referéndum para enmendar el fiasco y anclar a Gran Bretaña en Europa (3). Corbyn y su equipo directivo de confianza responsabiliza a la tecno-burocracia europea de la deriva perjudicial para las clases populares, y con gran parte de razón. Pero no se ve claro cómo una salida de la UE puede favorecer esa rectificación del rumbo por la que él combate.

La derecha laborista ha intentado destruir el liderazgo de Corbyn desde el principio, pero el diputado por Islington no parece haber escogido la mejor línea de defensa con el Brexit. Corbyn ha respondido con una calculada ambigüedad a las demandas crecientes de las bases laboristas a favor de un segundo referéndum, con confusas apelaciones a la defensa de la voluntad expresadas por los británicos en junio de 2016. Pero Corbyn elude decir con claridad que la campaña del Brexit estuvo plagada de manipulaciones e incluso groseras mentiras sobre las supuestas ventajas de la desconexión europea.

SEGUNDO REFERÉNDUM

La opción del segundo referéndum es anatema para los brexiteers de uno u otro signo, porque el resultado parece cada vez claro: rectificación y permanencia en Europa. Esto no puede darse por seguro, pero todas las encuestas lo predicen (4). Muchos de los que practican el discurso del respeto por la voluntad popular defienden este status quo sin salida con un cinismo digno de mejor causa. No se trata de hacer profesión de fé europeísta, muy desprestigiada por estos tiempos, sino analizar con seriedad los males del sistema político británico sin derivarlos a otras instituciones.

El segundo referéndum tiene un fundamento democrático incontestable: lo votado en 2016 no ha producido los efectos deseados, la aplicación del resultado de la consulta sería muy negativo para los intereses generales, contrariamente a lo proclamado en su días por los adalides del divorcio, y no hay otra salida alternativa a la vista. Si, aún así, el pueblo británico cree que su destino será mejor fuera de las instituciones europeas, puede confirmarlo con un nuevo voto. Tan soberano será el segundo referéndum como el primero.


NOTAS

(1) “In search of los Brexit: how the UK repateadly weakened its own negotiation position”. CHARLES GRANT. THE NEW STATESMAN, 14 de enero.
(2) “The worst Brexit option, except for all the others. Why Theresa May’s deal is the best way forward”. MATTHIAS MATTHIJS. FOREIGN AFFAIRS, 20 de diciembre.
(3) “Most Labour members believe Corbyn should back second Brexit vote. Nearly 90% of party member would opt to stay in the EU in a ‘people’s vote’, finds survey”. PETER WALKER. THE GUARDIAN, 2 de enero.
(4) “If Corbyn backs Brexit, he faces electoral catastrophe”. PETER KELLNER. THE OBSERVER, 5 de enero.