jueves. 28.03.2024
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Imagen del 15M tomada por Prudencio Morales.

El español se siente mucho más feliz castigando que construyendo 

Quiero dejar claro que este artículo no es un ataque a la libertad de voto de los españoles, simplemente hay cosas que no cuadran. Hay aspectos del talante cainita español que provocan catástrofes, como la que estamos viendo en estos últimos años de desgracias continuas y de eliminación de lo ganado con el esfuerzo, la valentía y la sangre del mismo pueblo que ahora ni se estremece ante la vuelta al pasado más rancio de nuestra historia reciente.

Hay quien dice que en España hay más de 5 millones de imbéciles o de gilipollas que renuncian a conseguir un gobierno orientado hacia las necesidades de los ciudadanos para castigar al principal partido de la izquierda española por sus errores. Yo no estoy de acuerdo con esos calificativos insultantes en aras de la libertad democrática que tienen todos los españoles de emitir el voto que le venga en gana. Es algo propio del carácter hispánico, del cainismo que tanto daño nos ha hecho a lo largo de nuestra historia. El español se siente mucho más feliz castigando que construyendo por lo que en las últimas elecciones hizo lo que se esperaba de él: machacó al PSOE escorando su voto hacia las opciones electorales que son ajenas a la clase obrera o directamente se abstuvo siguiendo las consignas de los movimientos asamblearios del 15M. Por no contar con el incremento del voto nulo. Esto hizo que la derecha llegara al poder con una mayoría absoluta que, tal y como está en su ADN, ha provocado que nuestra democracia se convierta en una dictadura parlamentaria.

Uno de los mayores éxitos de la derecha en nuestro país se halla en el desclasamiento de los trabajadores y de la anulación de su conciencia de clase, además de incentivar el apoliticismo con mensajes populistas en los que se proyecta una asimilación de la clase política a la escoria más inmunda que pisa el planeta. Este desapego les favorece y lo acrecientan. No hay más que ver la cantidad de pequeños partidos y formaciones que están naciendo con el mensaje de «ni de izquierdas ni de derechas» como banderín de enganche. Ya en los años 30 del pasado siglo XX se produjo algo así. Los primeros mítines de Falange Española realzaban precisamente que ellos estaban por encima de las ideologías en favor de la recuperación del Imperio y de la grandeza de España. En Italia ocurrió algo similar. En Alemania Hitler se ganó parte de su aceptación con mensajes similares de desprecio a la clase política. Y el pueblo le creyó con las consecuencias por todos conocidas. En la actualidad España es un país donde muchos ciudadanos se avergüenzan de pertenecer a la clase obrera, al igual que ocurría en el Siglo de Oro donde todo el mundo quería ser hidalgo o aparentaba serlo. La falsa prosperidad creada en la burbuja inmobiliaria tenía entre sus fines el desclasamiento de los trabajadores para que se creyeran dentro de la clase media. Y lo han logrado.

Es increíble que en barrios obreros de Madrid o en las ciudades del llamado «Cinturón Rojo», barrios, ciudades y pueblos eminentemente obreros, sus habitantes hayan depositado el voto en favor de aquellos que jamás defenderán los intereses y los derechos de la clase obrera. Se me revuelven las tripas y me causan hasta ganas de vomitar ver cómo en ciudades como Móstoles, Alcorcón, Leganés o Getafe, ciudades que han prosperado gracias a los gobiernos progresistas, están gobernadas por ediles del Partido Popular, ediles que en algunos casos son forasteros y que están fuera de la órbita de las necesidades de una ciudadanía diferente de los ambientes protegidos y elitistas de los que provienen. Lo mismo ocurre en barrios como Vallecas o San Blas en Madrid.  

¿Qué le ha pasado a la clase obrera española? ¿La prosperidad en la que se les quiso introducir y de la que se les creía hacer creer que formaban parte les ha adormecido su conciencia de clase? ¿Cómo es posible que millones de obreros depositaran el voto a quien es su enemigo, a quien representa a las élites que sólo buscan la explotación del obrero para mantenerse en su Olimpo? Spain is different, decían hace años. Esta frase está aún vigente y que Mariano Rajoy esté gobernando con la mayoría absoluta que tiene.

La clase obrera española abandonó las opciones progresistas por sentirse decepcionada por la labor de gobierno del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. Yo estoy de acuerdo con esa decepción en lo referido a la gestión que se hizo de la crisis y el no anticiparse con medidas adecuadas, con medidas de progreso al pinchazo de la burbuja. Estoy de acuerdo sobre todo por la nulidad de quien tenía que dirigir esas políticas, por la ineptitud de Elena Salgado. Lo que no puedo creerme es que los trabajadores españoles se dejaran las neuronas para votar al PP. ¿Son imbéciles o gilipollas como dicen algunos? Creo que no, que cuando un ciudadano vota no es ni imbécil ni gilipollas. Simplemente, hicieron lo que un buen español hace: castigar donde más duele a quien se quiere castigar. Y esa actitud nos ha llevado a donde estamos actualmente.

Ahora hay una oportunidad de revertir el error, ahora es el momento de que los partidos de izquierda demuestren que son ellos los necesarios para llevar las riendas de Europa para terminar con este austericidio al que la derecha de Rajoy ha dado pábulo y ha destrozado las economías de los países del sur del continente. Los socialistas deben demostrar que están abandonando políticas que se demuestran erróneas para el pueblo, que renuncian a las terceras vías o a la socialdemocracia (modos de entender el socialismo que han demostrado que provocan más catástrofes que beneficios) para retomar su ideología primigenia. Por otro lado, las izquierdas de las órbitas comunistas o eurocomunistas deben dejar de lado ese intento de monopolizar las ideologías de la izquierda porque de este modo hacen más daño que bien y entran en el juego de la derecha de desactivar a quienes les pueden quitar el poder. Estas «verdaderas izquierdas» no son una opción de gobierno, pero sí que son un elemento clave para generar mayorías progresistas fuertes. Sin embargo, para serlo no pueden torpedear de manera salvaje a quien tiene las llaves del poder.

Ya he afirmado que el votante español no es ni imbécil ni gilipollas, pero sí que tiene un punto de irresponsabilidad al utilizar la papeleta como castigo, al abstenerse como castigo, al votar nulo como castigo. Aquellos que pertenecen a las élites a las que protege el PP y para las que gobierna votarán en masa. La clase obrera debe hacer lo mismo, pero no con afán de castigar sino con intención de buscar las propuestas que les protejan del neoliberalismo. 

La irresponsabilidad del votante español