miércoles. 24.04.2024
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Dice la Psicología Social que una persona tiene control interno cuando se responsabiliza de éxitos y fracasos; dice que tiene control externo cuando busca las causas de éxitos y fracasos fuera de sí misma. Es curioso comprobar como ambas tendencias se manifiestan inconscientemente en el lenguaje: cuando un crío dice “suspendí” manifiesta tener perfil de control interno, es decir, se responsabiliza del fracaso; cuando otro afirma “me suspendieron”, echa balones fuera responsabilizando al maestro. Productivo sistema educativo sería aquel en el que el profesorado dijera “me suspendieron doce alumnos”. No hay grandes profesionales donde no hay control interno, pero ojo, que quien se responsabiliza en demasía está siempre al borde de un cuadro depresivo cuyo principal síntoma es la culpa, esa jodida carcoma que una vez entra en el taco de madera no para hasta hacerlo serrín. Curioso bicho es la culpa, ¡cómo duele! Quien crea que lo psíquico no daña, quede condenado a la penitencia de leer tres veces aquella poesía de Rubén Darío: “Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente”. Hace años el capitán asistió a unas interesantes jornadas de psiquiatría que tenían por nombre “Dolor y sufrimiento psíquico”. En aquel foro, un experto y maduro ponente afirmó: “el primer paciente que se te suicida es un golpe imborrable”; alguien del público, bastante más joven, levantó la mano como queriendo preguntar algo; una azafata morena que vestía casaca azul con dorados botones, le acercó el micrófono y después un tímido carraspeo para aclarar la voz se oyó en la sala: “mis pacientes no se me suicidan, se suicidan”. ¿Sucederá a los países lo mismo que sucede a las personas? ¿habrá países con control interno o externo? ¿lo que pasa a la abeja le sucede también a la colmena?. Basta echar un simple vistazo al mapa para preguntarse por qué los países protestantes son más ricos que los católicos. Hacia 1520 Martín Lutero empezó, sin quererlo, a trazar ese curioso mapa socio-económico, Europa empezó a dividirse entre católicos y protestantes. Es evidente que los países católicos económicamente están peor que los protestantes y puede que la religión sea clave en tal diferencia. Los católicos aunque ya no queramos ir a misa, eso va por modas, seguimos queriendo ir al cielo. Engarzado como proteína en el ADN está arraigado en nuestra cultura el valor de que los ricos son malos, y van, o al menos merecerían ir, si Dios no los cogiera confesados, al infierno. En la esfera protestante, países más desarrollados económicamente, resulta que el camello puede pasar por el ojo de la aguja ya que es el propio feligrés, no tienen Papa, quien interpreta la Biblia ¿qué podría tener de malo entonces el ser rico? Definitivamente, y aunque no nos lo creamos mucho, solo por pura salud pública, es mejor decir “nos suspendieron”. Seremos menos productivos, menos ricos, pero menos culpables y, por tanto, más felices. Cerrojazo y balones fuera, que la culpa la tiene la Merkel, y la crisis, que parece que no vale para nada, vale nada más y nada menos que para echarle la culpa de todo. ¿Tenemos los políticos que merecemos o son una epidemia sobre la que no poseemos control alguno? La primera noticia de agosto es que se van de vacaciones, con la que está cayendo, con todos sus santísimos cojones... Definitivamente, y aunque no nos lo acabemos de creer, sólo por pura salud mental, es mejor decir “se van de vacaciones”, porque si dijésemos “se nos van de vacaciones” sentiríamos grande culpa por haberles votado. Capitán Lagarta.

Se van de vacaciones