viernes. 19.04.2024

Pertenezco a una generación a la que nos contaron que viviríamos mejor que nuestros padres. Que tendríamos acceso a una educación suficiente, que contaríamos con las posibilidades que en el pasado no había sido posibles. Nos contaron que con una titulación universitaria todo sería más fácil, que no tendríamos que pasar las penurias de nuestros padres y nuestros abuelos. Que seríamos los que más y mejor preparados estaríamos para afrontar una vida sin complicaciones y llena de posibilidades. Nos llegaron a calificar como la generación JASP (jóvenes aunque suficientemente preparados).

Nos quisieron hacer creer que en ese mundo que nos preparaban, no tendríamos problemas para encontrar trabajo, formar una familia, tener una vivienda, un coche, vacaciones pagadas, educación para nuestros hijos, sanidad universal y pública, y por supuesto, una pensión digna al final de nuestra vida laboral, porque, por fin, seríamos los protagonistas de un sueño en el que se habían empeñado, con tanto esfuerzo y dedicación, quienes tanto habían sufrido antes que nosotros.

La palabra que define la situación en la que nos encontramos la generación que crecimos con Barrio Sésamo, no es frustración (que también), sino traición. Una traición que va más allá de nosotros mismos, que atrapa a varias generaciones, porque a nuestros padres también les hicieron creer que íbamos a ser los elegidos de ese sueño. Y lo dieron todo, para ver con impotencia cómo a sus hijos ahora les quitan todo. Y lo siguen dando todo, porque sufren cada día que a sus nietos, también les quitan y les quitarán todo por lo que ellos tanto lucharon.

La traición está presente en miles de rostros que a diario se reflejan en los medios de comunicación: paro, desahucios, suicidios, familias empobrecidas, niños hambrientos, abuelos robados y estafados por sus cajas de ahorros de toda la vida, eliminación de becas de estudio, sanidad privatizada, jóvenes universitarios exiliados, familias con todos sus miembros en paro, sueldos indignos, contratos precarios, empleos basura…y otro sin fin de rostros que lamentablemente todos conocemos.

Pero la generación traicionada, sabemos quienes son los culpables. Esos que tanto en el pasado, como en nuestra actualidad, se pasan la vida robándonos y enriqueciéndose a costa de nuestro futuro: la monarquía, los Pujol, los Bárcenas, los Bankia, los ERE’s… Y todos ellos amparados y protegidos por quienes se consideran “los padres de la patria”: el PP y el PSOE, junto a los poderes fácticos de siempre, como son la banca, la iglesia católica y un poder judicial que lejos de democratizarse sigue siendo referente del régimen anterior.

Y afortunadamente somos una generación que, ante la salvaje e injusta realidad que hemos descubierto, y conscientes de la traición que hemos sufrido, lejos de someternos como haría una generación frustrada y desesperada, estamos reaccionando contra quienes han provocado la situación actual de esta crisis económica, que a todas luces se ha revelado una estafa manifiesta, despojándonos vilmente de lo único que por derecho nos corresponde:  vivir dignamente, con las suficientes garantías.

En las Elecciones Europeas del pasado 25 de mayo, nuestra generación, la traicionada, ha puesto de manifiesto democráticamente que no estamos dispuestos a seguir jugando a este macabro juego. Hemos reaccionado, hemos dado un golpe en la mesa, y las fichas han saltado del tablero y han cambiado de posición. Y ahora los poderes establecidos temen que su régimen de poder y saqueo, se vea amenazado por la reacción democrática de una generación que aprendió de sus engaños.

La reacción por un futuro digno es imparable. La regeneración democrática de España está garantizada, y lo vamos a hacer desde la conciencia que hemos tomado a partir del shock provocado por una traición inaceptable. No estamos dispuestos a que se nos robe el presente y se arruine el futuro de nuestros hijos. La generación traicionada de aquella “Transición modélica” somos quienes vamos a dejar realmente este país a la altura del presente necesario y del futuro que se merece: con pan, techo y trabajo para todos y para todas, y con los instrumentos democráticos suficientes para que se mantengan en el tiempo, y con las suficientes garantías de igualdad y equidad.

Los hijos de esta falsa democracia, vamos a parir otra revolución. La generación que conocimos, en blanco y negro, una Bola de Cristal que anunciaba las maldades del sistema al grito de “¡Viva el mal, viva el capital!”, vamos a ser la generación que se niegue a ese futuro gris, vacío y sin esperanza, para sustituirlo por un futuro con tantos colores como luchas nos quedan por librar hasta conseguir la vida digna que nos robaron, los derechos que nos pertenecen y la democracia que nos merecemos.


Por José Alberto Novoa | Coordinador provincial de Izquierda Unida de Ávila

De la traición a la regeneración