Se fue "uno de los nuestros" y con él la mejor forma de hacer política

Mucho cariño y mucha añoranza es lo que rezuma la red por la muerte de José Antonio Labordeta. Profesor, cantautor, luchador antifranquista, diputado, presentador de un programa de televisión, escritor, autor de veinticuatro libros y de decenas de canciones, fue sobre todo "uno de los nuestros", un hombre del pueblo.
> Adiós a un 'gran reserva'
NUEVATRIBUNA.ES - 19.9.2010

Labordeta como ejemplo de dignidad, de coherencia, de fidelidad a sí mismo, a los suyos y a su tierra, de inconformismo ante la mediocridad, de rebeldía ante los desvíos más despreciables de la política, de flagelo de la derechona...y, como paradigma de todo ello, aquél "¡a la mierda!" que sonó como un trallazo en su voz broca y profunda entre los venerables muros del Congreso de los Diputados.

Lo recuerda Rafael Almazán, cuando escribe en su blog: En tu tiempo de diputado, tú mismo decías que no te encontrabas a gusto, que no te gustaban esas formalidades, sin embargo fuiste un soplo de aire del pueblo en ese edificio tan formal. Te quejabas de que la derechona pretendía vacilarte y que cuando bajabas para intervenir te preguntaba por “tu mochila”, y otras gracias. Y en una ocasión, cabreado por el comportamiento de la bancada derechista, les pusiste en su sitio.

Labordeta era un aragonés de manual: noble, luchador, sincero hasta poder resultar hiriente, tozudo, sin artificios ni recovecos, comprometido y coherente, realista, universal. La definición es de Rosa María Artal y el episodio del Congreso ilustra como ninguno esa forma de ser.

Pero Hugo Martinez Abarca hace una puntualización: Lo están comentando como ejemplo de un carácter gruñón amparado en su socarronería. No creo que fuera un ejemplo del carácter personal sino de una disposición ante la política. Nos convertimos en ciudadanos cuando mandamos a la mierda a quienes quieren que actuemos como súbditos. No recordaba el contexto de aquel gesto de dignidad: hablando de movilidad Labordeta contaba que él se movía en su coche despacito, no como ellos que van con sus escoltas a toda velocidad echando a un lado a quienes consideran inferiores. Y los señoritos de derechas comenzaron a portarse como los gilipollas que son. Y Labordeta se lo dijo. Les mandó justísimamente a la mierda. Y añade para completar el retrato con trazos del momento en el que ahora mismo nos encontramos: Labordeta no hubiera contemporizado con Sarkozy y habría denunciado el racismo con esa impertinencia que tanto interrumpe el discreto encanto de sus señorías: en el Parlamento él no actuó como un invitado a la mesa de los señoritos encantado de, por fin, poder ser como ellos, sino como un ciudadano que pasaba unos años en el Parlamento echando una mano a quienes compartían sus ideas.

A propósito de ese "minuto de fama" que le dio la anécdota parlamentaria, Jorge Espinoso cuenta en La Casa Roja: Aquél día un amigo me mandó este sms: “Labordeta, esos caínes sempiternos no te dejan hablar… ni ayer ni hoy. Échate la calle a cuestas donde tienes miles de oídos receptivos”. Siguen estando aquí, dispuestos a escuchar, y a cantar.

Al margen de las anécdotas, o más bien sumando todas las que produjo a lo largo de su vida, se puede definir a Labordeta, con Tomás Vicente Martínez como uno de los nuestros. La honestidad por bandera en estos tiempos de inmundicia de traje y corbata. Un hombre preocupado por la educación, por la cultura. Un grande que no ha querido hacerse notar. Un ejemplo de cordura en estos tiempos desquiciados. Un cantautor de voz firme, un hombre llano de los de “al pan, pan y al vino, vino”; con apego a la tierra que lo vio nacer y a la gente de una España que llevaba en la mochila. Y concluir con Antonio Rodriguez: Dicen que fuiste un político atípico, pero creo que no, que los atípicos son los otros, los que no son honrados, honestos, íntegros, los que entiende la política como un medio para medrar personalmente, los que están lejos de los ciudadanos. Tu eras el ejemplo de lo que debe ser un político y por eso fuiste censurado y criticado.

La trayectoria política de José Antonio Labordeta hunde sus raíces en la lucha antifranquista como relata Rosa María Artal en su blog : hoy sé que mereció la pena vivir aquel Aragón de finales del franquismo y comienzos de la Transición, lleno de fuerza y esperanzas, en el que nuestra tierra volvía a ser un país y había que construir y estrenar tantas cosas en España. Labordeta fue un poderoso aglutinador de ese tiempo y esa idea. “Polvo, niebla, viento y sol, y donde hay agua una huerta, al norte los Pirineos, esta tierra es Aragón”. Su primer disco, su primer éxito. En el tiempo de los cantautores, surgía una voz propia. Para impulsar la lucha por la libertad, la justicia y tantas cosas perdidas o nunca conocidas, siempre presentidas y anheladas.

Los principios que inspiraban entonces al aragonés son los mismos que siguió defendiendo mucho después, con la democracia ya plenamente arraigada en el país pero con unos usos y costumbres entre las clases más pudientes que aún hoy ponen en riesgo su integridad y nuestra capacidad para seguir adelante. Por eso, en Labordeta, el final de un tiempo, leemos una reflexión de las que dan que pensar: No se oyen ya esas voces claras, nítidas, rotundas. Voces valientes que nos decían lo que en realidad sentían. Hasta eso ha desaparecido. También los cantautores y escritores se han vuelto tácticos, también se ponen de canto para no significarse ante el poder y seguir de ese modo tirando, hay fincas y chalets que aún están pendientes de pagar. No se puede violentar a los políticos, no se puede violentar a los grandes grupos mediáticos, no se puede incomodar a esas poderosas empresas que ejercen de sponsors.(...) No sólo se van las personas. Se va, eso es lo peor, un tiempo con un determinado modo de hacer las cosas.

A tenor de todo lo anterior, sólo nos queda exclamar con Javier Mesonero A mi no me parece bien que te vayas: Aún te quedaban lecciones en el tintero. Ya sabes que en un país donde el congreso se llena de pujaltes y michavilas, la dignidad siempre destaca y a veces, mandar a la mierda a la derecha reaccionaria y cavernícola es hasta un acto de elegancia. Si. Queda el consuelo de que hay gente que perdura. Pero convengamos: no es lo mismo.

Y, por supuesto, siempre nos queda el consuelo de recordar a Labordeta a través de su música y sus poemas como hace Àngels Martínez i Castells: Un viejo árbol ha caído...

Tu más que nadie supistes explicar qué es lo importante de este tiempo verbal: SOMOS!


Somos

como esos viejos árboles

batidos por el viento

que azota desde el mar.

Hemos

perdido compañeros

paisajes y esperanzas

en nuestro caminar.

Vamos

hundiendo en las palabras

las huellas de los labios

para poder besar

tiempos

futuros y anhelados,

de manos contra manos

izando la igualdad.