jueves. 28.03.2024
ruano
Lola González Ruiz, Enrique Ruano y Javier Sauquillo junto a la Casa de la Flores de Madrid. (Archivo de Ed. Tusquets)

Intervención de Manuel Gari en el acto de homenaje a Enrique Ruano por el 50 aniversario de su asesinato.

Quisieron separarnos y nos unieron. Quisieron atemorizarnos y nos rebelamos

Acto Homenaje 20 de enero de 2019

Hace 50 años le quitaron la vida a Enrique Ruano y a nosotros nos dejaron heridos de por vida. El asesinato de Enrique nos indicó que el régimen franquista no tenía nada que ofrecernos, que su aperturismo -mera operación de imagen y en el que nunca creímos- había terminado y que su agonía iba a ser larga y dolorosa.

Quisieron separarnos y nos unieron. Quisieron atemorizarnos y nos rebelamos. Enrique se convirtió en el símbolo de la lucha de una generación de jóvenes estudiantes y trabajadores que ya no aceptaba seguir callada, que no quería vivir de rodillas.

Sin embargo, sus asesinos materiales y los políticos que les mandaban, de alguna manera ganaron la partida. Los Colino, Galván y Simón siguen siendo condecorados y hemos tenido que recurrir a la justicia argentina para obtener lo que la justicia española nos ha negado en el caso de Pacheco y otros. No aceptamos, no podemos aceptar, que la ley de Amnistía se haya convertido en la una Ley de punto final.

Quienes como Fraga intentaron ensuciar la imagen de Enrique y justificaron la represión y el estado de excepción decretado el 24 de enero de 1969 diciendo que más valía un acto de fuerza que arriesgar al país al contagio de la revuelta francesa, luego han pasado a la historia de forma honorable como hacedores de democracia. No aceptamos, no podemos aceptar esta reescritura de la historia. De nuestra historia.

En suma, no podemos aceptar esta desmemoria organizada. Ese borrado a martillazos del disco duro de la sociedad.

No hay post verdad que valga en este caso. A Enrique Ruano le asesinaron. La dictadura franquista no tiene blanqueo posible: reprimió, torturó y asesinó. La judicatura franquista, como hace años escribió Francisco Pereña, juzgó de forma despiadada y cruel, ajena a todo derecho.

No hay post verdad posible. No hay explicaciones mágicas ni intervenciones palaciegas para entender cómo logramos un régimen de libertades. Hay que ser realistas: fueron las luchas quienes las lograron a lo largo de un muy cruento tardofranquismo y de una dura y cruenta transición que se ha pretendido edulcorar calificándola de modélica, ocultando el esfuerzo y el sufrimiento.

¿Por qué seguimos reivindicando la memoria de Enrique? Porque se lo deben y nos lo deben. Porque restablecer su memoria y la de tantas y tantas víctimas del franquismo es restablecer su dignidad. Y, sobre todo es reivindicar su lucha.

Reivindicando la memoria de Enrique, reivindicamos la de cientos y cientos de personas menos conocidas a las que no queremos olvidar. Ni a Enrique Ruano, ni a Javier Sauquillo ni a tanta gente les agredieron, torturaron y mataron casualmente. Lo hicieron por que luchaban. Porque ponían en peligro la satrapía. Y poner en valor esa lucha es esencial.

Hacer memoria sirve para construir el futuro desde la recuperación de la verdad y las luchas del pasado en el presente. Una sociedad aquejada del mal de alzheimer, al igual que la persona que lo padece, no tiene futuro. Hoy nuestra herramienta de justicia es la memoria histórica y política.

Lola González en unas declaraciones decía que ella se sentía víctima, no heroína. Le faltó decir que su vida y la de quienes amó fue un acto de dignidad y rebeldía del que nos sentimos orgullosos.

Tampoco aquí cabe post verdad. Los hechos son los hechos. Enrique luchaba por las libertades y la democracia y para acabar con el capitalismo fuente de miseria, injusticia y desigualdad. No sé que pensaría hoy, sabemos lo que pensaba entonces.

Hace unos días se conmemoraba el asesinato de Rosa de Luxemburgo quien calificó las libertades de “derecho sagrado” -curiosa expresión en boca de una marxista pero que enfatiza lo que quería decir- en todo lugar y en todo momento, sin excepciones. A la vez que afirmó que mantener y desplegar la potencialidad plena de esas libertades solo era posible en una sociedad sin explotación, sin desigualdad en una sociedad socialista.

Ambos aspiraban a la sociedad de mujeres y hombres libres e iguales, dueños de sus destinos. Esa fue la razón de la lucha de Enrique. Y visto lo que estamos viendo, en el capitalismo global triunfante del siglo XXI, parece que ambos compañeros asesinados en el siglo XX estaban cargados de razón.

Como dice la historiadora Ana Domínguez a Enrique le asesinaron por partida triple: cuando le quitaron la vida, cuando intentaron ensuciar su recuerdo, cuando no hay reconocimiento.

A Enrique y los demás asesinados menos conocidos que no queremos olvidar, no les pueden devolver la vida, pero sí el reconocimiento.

Por eso damos tanta importancia al reconocimiento que le hizo la Universidad Complutense de la que fue alumno, por eso es tan importante que la Concejalía del barrio dónde nació, vivió y murió haya hecho este acto. No se nos escapa el valor simbólico y político de que sea precisamente en el corazón del barrio de Salamanca de Madrid.

Pero falta que quienes le asesinaron o mandaron hacerlo pidan perdón. Falta que la sociedad en su conjunto le diga a Enrique y quienes lucharon y dieron su vida por una sociedad justa y libre: gracias.

Y falta el reconocimiento del Estado. El Estado debe rehabilitar su memoria. La de todas y todos hombres y mujeres que fueron víctimas porque antepusieron la defensa de la libertad y la igualdad a sus intereses personales, cosa que jamás, jamás, la dictadura les perdonó. Y eso, va a ser nuestro próximo objetivo. Y lo vamos a conseguir.

Desde una parte del arco político se quiere enterrar la memoria histórica a golpe de una supuesta concordia. Quieren sustituir la tímida e insuficiente Ley de Memoria Histórica por una ley trampa que oculte el problema, mistifique la realidad e impida zanjar la cuesión pendiente- No procede. Nadie pide venganza. Sólo exigimos Verdad, Justicia y Reparación.

Enrique Ruano y la impunidad franquista