viernes. 29.03.2024
pujol

El Parlament de Catalunya ha convocado a Jordi Pujol para que dé explicaciones, se supone que éstas deben ser verosímiles. Pero aquí sucede lo mismo que en otras ocasiones: el hombre propone y Dios dispone, vale decir que el Parlament propone y Jordi Pujol dispone. La respuesta del que fuera durante tantos años el factótum del país: iré cuando me convenga, ha venido a decir. Que, en lenguaje terne, equivaldría aproximadamente a «iré cuando me salga de la cruz de los pantalones». Algunos han empezado a rasgarse las vestiduras, porque no se han hecho la pregunta adecuada, esto es, ¿por qué el antiguo jerarca iba a ser menos que otros?

Entiendo que la actitud de Pujol es una consecuencia más de la corrosión del carácter de la democracia mutilada: el maestro Bobbio habló de la «democracia demediada». Lo que conlleva el descrédito de las instituciones y, por ende, la debilidad de la democracia. En el caso de nuestro ex jerarca, además, comporta la contradicción entre el autogobierno, por el que ha luchado el pueblo de Cataluña y España, y la inanidad en la que queda reducido por la cruz de los pantalones de Jordi Pujol. Toda una puñalada trapera allá donde las haya.

Por lo demás, el anciano jerarca explica que no puede comparecer ahora en el Parlament porque es «alto el voltaje político de estos días». Es decir, no quiere mezclar las churras de su comparecencia con las merinas de la Diada y su posterior correlato. Lo que nos intenta fabular el caballero es que, incluso en estas condiciones adversas para él, está haciendo un servicio político a Cataluña. De esta manera entra en una mezcla de defensa personal con aliños jurídicos dilatorios (entorpeciendo la Justicia) salpimentada con planteamientos políticos. Se trata de la reedición de un comistrajo déjà vu;  de una bazofia culinaria que le salió bien en otros tiempos cuando iba bien abrigado. Hoy, sin embargo, está en pelotas.

Finalmente, una cosa es que esté desnudo y otra, bien diferente, que no pueda seguir dando puñaladas traperas. La segunda vida del ex jerarca no ha hecho más que empezar. Lo que no sabemos es si habrá tela suficiente para unas banderas que le puedan tapar sus vergüenzas.  

La puñalada trapera de Jordi Pujol