Dos recientes artículos nos muestran la actualidad del debate sobre las primarias para la selección de los candidatos que encabezarán las listas electorales de los partidos o coaliciones. Por un lado, Ignacio Urquizu en eldiario.es hace un ponderado recorrido por aspectos positivos y negativos del recurso de las primarias. Por otro, en una entrevista para nuevatribuna.es, Eddy Sánchez, el flamante coordinador de IU-Madrid, se limita a comentar lo inapropiado de importar las primarias presidencialistas francesas o italianas a nuestro sistema pues produciría distorsiones.
En los momentos que vivimos, cuando la política es más necesaria que nunca, cuando los ciudadanos –especialmente los de izquierdas– están más alejados y desencantados de la política al uso, cuando la agresión ultraliberal atenta con tanta gravedad a los derechos sociales, cuando millones de ciudadanos sufren la pobreza y la desesperanza, pues ahora precisamente es cuando hay que mostrar la audacia de que la política puede abrirse a la sociedad sin miedo, revitalizando la confianza en la gente y pidiéndole su compromiso.
Lo que ahora requiere la izquierda y especialmente la izquierda del PSOE para estar a la altura del reto que se le plantea –atraer a los millones de ciudadanos golpeados por la crisis, una crisis que sufren sin haberla provocado, y a otros millones de personas solidarias– es mostrar que está dispuesta a confiar en ellos. La manera de confiar en la madurez ciudadana es dar la posibilidad de elegir la candidatura más adecuada en un proceso limpio con millones de personas participando. No se trata de hacer primarias internas sino de abrir un estimulante proceso de unidad y apertura. En un diálogo abierto de partidos y movimientos sociales que quieran revitalizar la decaída democracia, poniéndola al servicio de los que más lo necesitan.
En las primarias italianas del Partido Democrático han participado tres millones de personas. Las primarias americanas movilizan a los partidos pero también a decenas de miles de voluntarios alrededor de cada candidato y su entusiasmo militante permite que millones de ciudadanos enseñen a las burocracias partidarias que personas como Obama puedan llegar a ser candidatos y… hasta ganar. Si solo son los militantes afiliados los que eligen el candidato no se favorece la participación y el compromiso.
En algunos lugares de Italia, las primarias han traído tal aire fresco que han hecho posible un alcalde antimafia –y de un partido pequeño– en Palermo. Algo insólito y que solo un proceso de primarias bien llevado y unitario puede conseguir.
Las primarias no son el único ingrediente del revulsivo que debe devolver credibilidad a la izquierda. La dinámica unitaria y la elaboración de alternativas serias que muestren que otra política es posible son también muy importantes. Pero ese trabajo unitario será insuficiente si no se articulan mecanismos para elegir las personas que mejor representen los deseos de cambio.
Las primarias son una forma de movilizar a miles de personas mucho más allá de las cada vez más reducidas militancias partidarias. La documentación de la reciente asamblea federal de IU ponía de manifiesto que la relación entre los votos y el número de afiliados era inadmisible. Aparte de la necesidad de crecer en afiliados es evidente que se necesitan otras formas de participación.
Si el censo de primarias es una muestra amplia y significativa de los deseos del electorado se pueden evitar debates tan tristes como el que llevó a IU de Extremadura a dejar gobernar al PP. Si en lugar de votar unos miles en la consulta interna hubieran votado decenas de miles, el resultado hubiera sido menos discutible: el peligro del alejamiento afiliado/votante desaparecería.
Una de las aportaciones de Izquierda Abierta a la Asamblea Federal, para contribuir a que IU sea vertebradota de una alternativa creíble junto –con otras fuerzas– fue la propuesta de primarias abiertas. Confiemos en las personas, abramos cauces. Si los partidos no lo hacen, la sociedad termina abriéndolos, pero mientras tanto la ciudadanía está indefensa.