sábado. 20.04.2024
prensa liberal

 “La tensión trágica no se produce sólo por la desmesurada magnitud de una figura , sino que se da también, en todo tiempo, por la desarmonía entre una criatura humana y su destino…”.(en tales casos) “surge lo trágico cuando a una naturaleza de término medio, o quizá débil, le toca en suerte un inmenso destino …..y a veces ese destino puede trastornar la existencia de uno de tales hombres medios ( o vulgares) y con su puño dominador lanzarlo por encima de su propia medianía. Pues forma parte de la suerte y desgracia de esos hombres medios el no sentir dentro de  sí ningún impulso a medir sus capacidades”
“Maria Antonieta”. Stefan Zweig

La ventaja de no ser perro es que uno sí puede comer carne de perro.

Asimismo, para quienes no somos canes lo mejor del invento digital es la posibilidad de vivir sin cobijo, de escribir a la intemperie, sin tener que acampar ladrando en las perreras analógicas.

Solo un malentendido, del que tantos hemos participado durante largos años, nos ha llevado a catalogar a El País como “prensa liberal” (sin el prefijo ‘neo’, es decir en el sentido noble del término)

Un conocimiento -por más superficial que sea- de algunos periódicos pertenecientes por derecho a esa condición, como pueden ser La Repubblica y The Guardian, no soporta en su comparación la inclusión del diario de PRISA –ni el de ahora, ni el de antes- en esa categoría.

No, lo verdaderamente distintivo de El País es que, desde su génesis y desarrollo hasta hoy, se ha constituido como prensa del ‘Régimen’ (para sus orígenes ver especialmente el revelador capítulo XXIV de “El Cura y los mandarines” de Gregorio Morán).

Además, como tantas veces ocurre, “el factor humano” es también aquí decisivo, al menos como “cooperador necesario” (en su acepción del Código Penal). En esta ocasión, el ‘destino’ de El País –en el sentido de la cita de Zweig con que se encabeza este artículo- está marcado por la vida de Juan Luis (Cebrián).

Y es que éste, no soportó nunca no haber sido hijo del cántabro Jesús(de) Polanco -como agudamente señaló ya en su día la gran Maruja Torres-, y de haberlo sido en cambio de Vicente, el viejo falangista director de Arriba.

El prestigio de El País, el atesorado en su época dorada, aún siempre dentro de su invariable carácter de prensa del ‘Régimen’- que también tuvo en el pasado ya remoto épocas más venturosas-, en la parte justamente ganada de esa reputación, se debe a unos cuantos de sus mejores colaboradores (ahora ya de eso casi no queda ni rastro).

Hoy, como tal instrumento del Régimen, refleja al mismo tiempo el ocaso del mismo. Su deterioro le ha hecho cada vez más indistinguible del resto de la deleznable prensa analógica que hoy padecemos. Sus editoriales son perfectamente intercambiables muchos días con los del ABC o La Razón, e incluso de peor calidad literaria (¡ay!, ¡si el ‘malvado’ Pradera levantase la cabeza!); y ello pese al rutilante título de Académico de Número (letra V) de su máximo mentor.

Pensamos que el relevo generacional, más los ERES, habrá tenido algo que ver en todo esto.

La abusiva equiparación de El País con los periódicos antes citados (La Repubblica o The Guardian), proviene de su adscripción a posiciones políticas convencionalmente etiquetadas como de ‘centro izquierda’ y que en el terreno económico se corresponderían con las que a aquí se denominan -creemos que erradamente- socialdemócratas, cuando en los mejores momentos no pasaron de ser más que socioliberales.

A falta de un análisis más preciso, impropio de una columna periodística, algunas diferencias de relieve serían, para empezar, las siguientes:

a) En esa ‘prensa liberal’, las "mediaciones" en los asuntos de la vida de los partidos se producen recogiendo con neutralidad el debate entre las partes (caso del enfrentamiento entre Corbyn y la mayoría parlamentaria del Labour) y no escorándose visiblemente hacia uno de los lados -con auténticas ‘injerencias’-, bien sea para favorecer a uno o, principalmente, para perjudicar al otro: como meridianamente ocurrió anteayer con Pedro Sánchez y ha vuelto a ocurrir, a continuación, en la lenta y calculada fabricación del “caso Espinar” hasta su aparatosa y ‘oportuna’ puesta en escena, con Pablo Iglesias convertido en ‘pieza de caza mayor’.

b) La línea editorial en general (aunque haya casos menos claros) mantiene en dicha prensa una crítica vigilante al poder político, independientemente de quien lo ejerce en cada momento, cosa que no puede decirse de nuestro “periódico global”, como pomposamente se autodefinió en su etapa más reciente.

Y ello por más que a veces esa prensa liberal en su línea editorial se defina abiertamente ante determinadas cuestiones clave: reformas de Renzi, Brexit, etc.

c) Acogen con facilidad opiniones no mayoritarias, fuera del mainstream en el terreno de la economía y la política, por citar dos temas sustanciales; desde los "izquierdistas" que escriben en The Guardian, al apoyo que recibe de la Repubblica una publicación crítica en todos los terrenos, como es Micromega.

d) En la esfera de la cultura esos medios no mantienen una "cuadra" propia que abarca todas las ramas de la “creación” (aunque en El País algunas -como la música- raramente comparecen) y respecto a las cuales hacen crítica en vez de mera propaganda o publicidad.

El País en cierta medida viene a ser –máxime en esto último- casi todo lo contrario. Se cree investido de un mandato o ‘autoritas’ para dirigir la política, con permanentes defensas no ya de ideas sino de personajes concretos, bien con mudos ‘ninguneos’, bien con sonoras campañas contra los que cree no son "de los suyos" (lo cual se extiende a escritores, y demás).

La participación de voces discordantes con el mainstream brilla por su ausencia; lo más que se admite es a algunos pensadores económicos liberales (en el sentido americano del término), extranjeros por lo general, levemente socialdemócratas, como pueden ser Krugman o Stiglitz, por poner un par de ejemplos.

Y, salvo cada vez más contadas aunque muy honrosas excepciones, en que se sigue reservando espacio al ala izquierda de los ‘literatos’ (A. Grandes, M. Vicent, J.J Millás), la mayor parte de los colaboradores están cortados por el mismo patrón. Hasta sus corresponsales en vez de analistas son propagandistas políticos, en Italia, Alemania o Londres.

Y por último pero no menos importante: esos medios europeos no trataron de colarse en el tinglado audiovisual, en la televisión, en el negocio del fÚtbol, etc. Fueron y siguen siendo Prensa.

Jesús Gago y Paco López Groh

Prensa liberal