sábado. 20.04.2024
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Los españoles con su voto el 20-D, la ley D´Hont, el pequeño tamaño de las circunscripciones y el mínimo por circunscripción, han dado un resultado electoral rico en posibilidades pero endiablado para investir al próximo presidente de Gobierno. El partido que más votos y escaños ha obtenido –es secundario que haya ganado– no alcanza los 176 de mayoría absoluta ni sumando a los suyos (123) los de Ciudadanos (40) y PNV (6) y Coalición Canaria (1). Y resulta impensable que PNV, en estas circunstancias, diera su voto a Rajoy. Más impensable es que Democracia i Libertad (8 escaños) –la anterior Convergencia– le diera su apoyo con la deriva independentista del actual partido de Artur Mas y la campaña anticatalanista, anti-independentista y antisoberanista del PP. Los demás partidos son de izquierdas y/o independentistas de los que Rajoy se ha hecho acreedor de su voto negativo de aquí a la eternidad. Sólo si PSOE y Ciudadanos se abstienen Rajoy podrá ser futuro presidente; ni siquiera es suficiente la sola abstención de Ciudadanos. La mayoría absoluta anterior y la chulería del PP han liquidado el futuro de este registrador de la propiedad que pasará a la historia como el último presidente del PP y desde luego no lo hará por sus cualidades intelectuales.

En cuanto al partido de Albert Rivera -este político con aires de niño pijo con master mba en Contabilidad- ha pasado de aspirar a desbancar al PP como primer partido de la derecha a cuarto partido en votos y escaños. Y todo ello porque no ha podido mantener la ficción de que competía con la izquierda en su granero de votos cuando su programa económico –Luis Garicano y la London... – está a la derecha del propio PP. Lo del contrato único como remedio para acabar con la temporalidad es un camuflaje jurídico para convertir en temporales todos los actuales indefinidos y no sólo los futuros. En cuanto a lo de la Sanidad y la Educación, en cuanto lo mencionan con descuido se les olvida el adjetivo público, que en este caso tiene rango de sustantivo. Y para remate, su indefinición sobre el tema de la investidura casi hasta la ahora del recuento del 20-D no les ha permitido engañar a una parte de posibles votantes sensibles a los temas sociales. El PP se especializó en engañar, Ciudadanos en mentir. La diferencia entre la mentira y el engaño es el tiempo. Al final se han quedado con el voto de la ciudadanía que no les importaba ni el engaño ni la mentira pero algo sensibles a la corrupción por la corrupción de su competidor en la derecha. Los 40 escaños les convierte en un partido irrelevante, salvo algún posible menage a trois con PP, PSOE y ellos mismos. De ahí que el señorito Rivera vaya proponiendo todos los días soluciones distintas en los medios para la investidura con ellos como partido ejemplar. Y el futuro oscuro del partido depende más de que aún sea más negro el la gaviota, porque unas posible próximas elecciones les vendría fatal si sus posibles electores pretenden que su voto sea relevante. Y todo el mundo lo pretende porque para lo contrario está la abstención.

En contra de la opinión mayoritaria en los medios –casi todos de derechas– y quizá dentro de su propio partido, creo que el PSOE ha obtenido un buen resultado. El error de Zapatero en mayo del 2010 congelando las pensiones y los sueldos de los funcionarios es irrecuperable en tan sólo una legislatura. Al partido del otro Pablo Iglesias aún le queda un largo purgatorio por el error cometido. Los votantes de izquierdas no perdonan la infidelidad y la traición, aun cuando tengan como enemigo ese demonio femenino que es la Merkel, a Bruselas, al FMI y al BCE anterior a Draghi. La irrupción de los nuevos partidos -apoyados en los jóvenes principalmente- ha roto el esquema del turno sereno, cómodo, tranquilo, serio, estable e inoperante para temas sociales graves y macroeconómicos como el mantenido hasta el 20-D. La victoria para Pedro Sánchez es la de no haber sido rebasado por el partido del actual Pablo Iglesias y dudo que cualquier otra baronía socialista lo hubiera hecho mejor. Además cuenta con posibilidades de formar Gobierno. Si el señorito antisoberanista Rivera se abstiene como dice de continuo, la suma de escaños del PSOE y Podemos hacen 159, que es más de la mitad de los 310 escaños restantes (descontandos los 40 de la abstención de Ciudadanos de los 350 totales del Congreso). Es decir, aun cuando se opusieran el resto, Pedro Sánchez podría ser investido en segundos intentos. Además le sería posible contar con la abstención al menos del PNV (6 escaños). Por el otro lado tendría los dos votos de IU si el PSOE se explayara con una agenda social atractiva. Lo que no puede hacer el secretario del partido socialista es morir por inacción. Es verdad que manejando los hilos del partido está la vieja guardia encabezada por esa reliquia llamada Felipe González –gran rompedor, en efecto, de jarrones chinos– y las baronías territoriales, encabezadas también por la señora andaluza de pro Susana Díaz, una especie de teleñeco del anterior. Todos estos prefieren que gobierne de nuevo Rajoy a que Sánchez le estreche siquiera la mano al profesor de la coleta. Pedro, el actual líder, debe intuir que si no lo intenta con ahínco –o al menos que lo parezca–, una parte importante de sus votantes no se lo van a perdonar y pasarían a la mochila de votos de Podemos en unas posibles nuevas elecciones, sean anticipadas o cuando toque. Es también una oportunidad para los actuales dirigentes del PSOE de enterrar de una vez por todas a la vieja guardia, a sus fantasmas y poner en su sitio autonómico a las baronías, especialmente a la Pepito grillo andaluza del abuelo Cebollota. Y quizá no tenga otra oportunidad el actual secretario socialista.

         Por todo lo anterior -y por la corrupción- los españoles han dado al partido de Pablo Iglesias la llave del castillo de la gobernabilidad. Pero ocurre que las llaves tienen dos funciones: la de abrir y cerrar. El líder de Podemos ha puesto algunas líneas rojas: reforma del sistema electoral, reforma constitucional para blindar derechos sociales, referéndum a mitad de legislatura, reconocimiento de la España plurinacional, lucha contra la corrupción y derecho a decidir. Hablo de memoria. Todas ellas permiten la negociación con el PSOE menos la última. Lo del referéndum les debe parecer algo estrambótico a los viejos socialistas del lugar, pero no parece un obstáculo serio. Pero de lo del derecho a decidir ya puede olvidarse Pablo como de cumplir los 18, porque esa es la línea roja por excelencia del PSOE. El lema de la España “antes roja que rota” es transversal, no es patrimonio de la extrema derecha, nos guste o no nos guste a muchos. España es así y antes se coaliga el PSOE con el PP que llegar a ese extremo. Ahí Podemos pincha más que hueso: puro hormigón. El problema para Pablo Iglesias es que, en realidad, cuenta con 42 escaños propios y 27 coaligados fruto de su habilidad política que habrá que reconocer. Pero su coste es que son 27 escaños entre soberanistas e independentistas, más cerca de estos que de aquellos. Tiene Iglesias unos dos meses para convencer a sus coaligados gallegos, catalanes y valencianos que gobernar es priorizar, y que sus 69 escaños dan para colgar en el frontispicio de la negociación una fuerte agenda social, una defensa de lo público en sanidad y educación, una renta mínima para los que no tienen ninguna fuente de ingresos, la anhelada reforma de la ley electoral, una denodada lucha contra el fraude fiscal y en las cotizaciones e ídem contra la corrupción. Incluso alguna cosa más pueda colar por derecho propio y ajeno. Y que todo esto está en un lado de la balanza y en el otro el derecho a decidir, y que los 69 escaños no le dan para imponer ambas cosas porque juega con menos cartas y menos comodines que los dos primeros. Son nada menos que 69 escaños, pero... nada más. Podemos juega con los más de 900.000 votos de IU en el caso de una repetición de las elecciones, pero no puede prever los votos y escaños de regalo que pueden suponerle al PP de Ciudadanos y del injusto sistema electoral. Un error grave sería dar el Gobierno al PP con tal de sobrepasar al PSOE como primer partido de la izquierda española. Ya ocurrió con la IU de Julio Anguita en la legislatura de 1996, donde este partido obtuvo 21 escaños pero gobernó un tal Aznar. El futuro está siempre abierto, pero en el presente las puertas del asalto a los cielos son más estrechas y son muchas, y lo son también para Podemos.

Podemos tiene la llave