miércoles. 17.04.2024

Uno de los factores del agravamiento sin límites de la crisis y de sus consecuencias sociales es la reiterada negativa de los poderes económicos y de sus representantes políticos a identificar las causas profundas de la misma. Y lo que es peor, el aprovechamiento que de manera oportunista se ha hecho de la crisis para imponer contrareformas que suponen un ataque al Estado Social Europeo.

Algunas de estas contrareformas están teniendo un efecto boomerang y ante ello algunos de sus impulsores comienzan a  reconocer errores. Pero ello no comporta una reorientación de las políticas hegemónicas practicadas hasta ahora. Más bien al contrario parece una versión laica de la confesión sin penitencia para continuar con los mismos comportamientos.

Por ello es importante desenmascarar a quienes pretenden que todo lo que ha pasado es fruto de un cúmulo de errores provocados por la torpeza o la negligencia de los dirigentes bancarios o de los gobernantes. O lo que es peor, los intentos de diluir las responsabilidades entre todos los sectores sociales, organizaciones sociales  y partidos. Sin duda que desde el primer momento de estallido de la crisis pueden haberse producido decisiones que sean imputables a errores de apreciación o de enfoque. Pero el gran hilo conductor de estos 4 años no es un continuo de errores, casi todos en la misma dirección. Se trata de las consecuencias del comportamiento de una casta social que no ha querido desaprovechar esta oportunidad para imponer su modelo de sociedad y para aumentar su poder económico y político, lo que les permite continuar beneficiándose de una distribución tremendamente injusta de la renta.

Son tantos los “errores” cometidos durante estos años que en ocasiones incluso se nos pueden olvidar. Y ahora, cuando algunos comienzan a reconocer que fue un error menospreciar los riesgos acumulados en el sistema financiero español, no esta de más hacer una recopilación de los muchos “errores” cometidos. Demasiados como para considerarlos una sucesión de errores.

No fue un error ignorar reiteradamente que el crecimiento de la desigualdad provocado por una globalización sin reglas ni contrapoderes sociales o políticos está en el origen de la crisis.

No fue un error incentivar el endeudamiento generalizado como el placebo que permitía a las familias mantener una elevada capacidad de consumo con la que satisfacer las necesidades del sistema económico, a pesar de que las rentas del trabajo iban perdiendo capacidad adquisitiva.

No fue un error negar la burbuja especulativa, en el terreno inmobiliario, pero también en la valoración de los activos empresariales y de todo tipo.

No fue un error las continuas reformas fiscales que erosionaron las bases fiscales del país, haciéndolas más insuficientes e injustas. s.

No fue un error compensar esta caída de los ingresos fiscales con los que proporcionaba la especulación inmobiliaria.

No fue un error sostener que la reducción de impuestos sin más era de izquierdas.    

No fue un error pensar que la burbuja especulativa se iría desinflando lentamente sin provocar un cataclismo económico.

No fue un error negar que la crisis tuviera un importante componente propio provocado por el perverso modelo de crecimiento español sobre las arenas movedizas de la especulación.

No fue un error negar que el sistema financiero español tuviera sus peculiares activos “sub prime” y sus propios activos tóxicos.

No fue un error decir que el sistema financiero español era de los más solventes del mundo.

No fue un error identificar la supuesta rigidez del Mercado laboral español como la causante del  desempleo. Obviando la asfixia financiera a la que bancos y cajas han sometido a las empresas y la economía española.

No fue un error negar reiteradamente que el sistema financiero español ha sido el principal responsable de la destrucción de empleo.

No fue un error señalar como principal problema el déficit público, cuando en el origen de la crisis está la inmensa deuda privada, canalizada a través de endeudamiento financiero con el exterior.

No fue un error identificar los derechos de los trabajadores y los derechos ciudadanos reconocidos por el Estado social como los causantes de los desequilibrios fiscales.

No fue un error convertir a los trabajadores con derechos en los culpables de la precariedad de otros trabajadores.

No fue un error convertir a los empleados públicos en privilegiados.

No fue un error hacer de los inmigrantes los chivos expiatorios de la crisis y confrontarlos con sus conciudadanos. 

No fue un error aceptar que el ajuste se debía producir en el terreno de la Reforma Laboral y de la reducción de gasto social y no en la restructuración financiera.

No fue un error que Gobiernos y Banco de España permitieran a una casta financiera y política perpetuarse en el control de las entidades financieras.

No fue un error canalizar las necesidades de capitalización de las caja hacia la comercialización a particulares de participaciones preferentes como meros productos de ahorro, cuando los inversores institucionales ya habían huido de estos mercados por el riesgo que comportaban.

No fue un error permitir que la reforma financiera se hiciera no con criterios de eficiencia económica, sino para mantener las cuotas de poder de la casta que las controlaba.

No es un error camuflar las responsabilidades de la crisis detrás de un falso conflicto bipartidista, cuando en el terreno financiero y laboral existe un continuismo en las políticas practicadas.

No es un error que el gobierno actual niegue reiteradamente la grave situación del sistema financiero y que esta es la causa más profunda de la recesión económica.

No es un error negar que la restructuración financiera se estuviera haciendo y se iba a hacer en el futuro con recursos públicos, españoles o europeos, de manera directa a indirecta. 

No es un error decir que los mercados elevan la presión sobre los tipos de interés que nos exigen porque nuestra deuda pública es elevada, cuando en realidad su comportamiento viene motivado por el convencimiento que la elevada deuda privada acabará siendo deuda pública.

No es un error elevar los impuestos sobre el trabajo, las tasas en el acceso a derechos sociales fundamentales y prestaciones básicas y no sobre el capital o las grandes fortunas.

No es un error, aprovechar la crisis para desregular, individualizar las relaciones de trabajo, debilitar la negociación colectiva y privatizar los mecanismos de intermediación laboral

No es un error pretender que las tensiones de financiación del sistema sanitario vienen en un exceso de gasto y no de una insuficiencia de recursos.

No es un error criminalizar a sindicatos y movimientos sociales para evitar la aparición de cualquier forma de contrapoder social.

Y no será un error si ahora se intenta aprovechar la nueva fase de la reconversión financiera para imponer nuevos recortes en derechos y prestaciones sociales mientras se salvaguardan los intereses de los grandes inversores institucionales.

Sin duda se han producido errores en la gestión de la crisis, pero lo que explica el grueso y la orientación de las medidas adoptadas no son errores ni técnicos, ni políticos. Es la expresión de un conflicto social en estado puro. Los poderes económicos y sus representantes políticos han querido salir indemnes de la crisis y sobre todo aprovecharla como su gran oportunidad para imponer contrareformas que consoliden su poder económico y político.

Es por eso que para poder dar una respuesta en el terreno social y político es imprescindible que comencemos por desmontar las dos explicaciones “bienintencionadas” que según algunos explican la gravedad de la crisis.

La que apunta a los errores cometidos, mientras intenta conducirnos por el mismo camino.

Y la de los que ante cualquier situación o debate pretende generalizar las responsabilidades para diluir la de aquellos que desde el principio de la crisis han impuesto sus respuestas en representación de sus intereses de casta. 


No son errores, es conflicto social en estado puro