sábado. 20.04.2024
rajoy-genova

Como usted podrá observar -avispado lector- el título que encabeza este artículo es un tanto pretencioso; “presuntuoso”, corregirá algún idiota exigente. Sin embargo, y aunque más que de un manual esto se trate apenas de una suerte de inventario, el nombre del ensayo al que aludo -“Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”-  es el más adecuado de los epítetos que se me antoja parafrasear. 

Diré pues que los autores de la obra anteriormente señalada y encerrada entre paréntesis -y adornada con comillas-, han sido los idearios de este artículo que pretendo desarrollar de una manera muy poco profesional, aunque práctica y confortable. De modo que si Alvaro Vargas Llosa, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Alberto Montaner me lo permiten, recurriré escandalosamente a su ensayo -publicado por Plaza & Janés Editores, en 1996- y de éste se nutrirá mi Manual del Perfecto Idiota Español; porque ya que de idiotas hablamos, nada mejor que recurrir a las fuentes. (Además, como bien decía el Marx del puro y los bigotes, “ellos pueden parecer y actuar como unos idiotas; pero no se dejen engañar, son unos verdaderos idiotas”).

En su libro, los autores ya mencionados señalan que “para un perfecto idiota latinoamericano los culpables de la pobreza y el atraso en sus países son dos funestos aliados: la burguesía y el imperialismo”. “Nuestro verdadero idiota latinoamericano...”, continúan los citados autores, “impugnará las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional presentándolas como una nueva forma de neocolonialismo”; “el verdadero idiota latinoamericano lanzará sus críticas más feroces a los llamados neoliberales”; “afirmará que el mercado desarrolla iniquidades, que corresponde al Estado corregir los desequilibrios en la distribución del ingreso y que la apertura económica sólo sirve para incrementar vertiginosamente las importaciones, dejando en abierta desventaja a las industrias manufactureras locales y provocando su ruina con la inevitable secuela del desempleo y el incremento de los problemas sociales”.

Y si usted continúa leyendo (el Manual, no este artículo) podrá toparse con infinidad de características que al parecer determinan los rasgos del idiota latinoamericano. Ahora bien. Alvaro Vargas Llosa, ex peruano naturalizado español y egresado de la London School of Economics, es el hijo de su padre, naturalmente. Y como buen hijo de su padre aún no ha publicado balance alguno acerca del idiota español que, ignaro como todo idiota, aún no ha caído en la cuenta de su propia idiotez. Claro que no debe ser nada fácil admitir la propia idiotez cuando se ha escrito tanto (318 pag.) y con semejante desparpajo acerca de la idiotez ajena. De modo que lo que concierne a la idiotez de sus actuales conciudadanos que se han dejado engatusar por un gobierno que sí ha apostado por las políticas neoliberales, que ha obedecido los consejos de la Troika, el Fondo, la Merkel y la madre que los parió, aún no ha sido tratada con la rigurosidad que corresponde.

En “El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, Llosa –el hijo de su padre- asegura, con una gracia rayana a la payasada circense, que los idiotas latinoamericanos han vivido equivocados a lo largo de doscientos años; y puede que esa aseveración no se aleje demasiado de la realidad. Fíjese sin embargo que el idiota español, que creía hasta ayer vivir en el mejor país del mundo, le dio su voto de confianza al partido azul con el convencimiento de que estas políticas -las que rechaza el idiota latinoamericano- iban a acabar de una vez por todas con el desbarajuste que otros, los del partido rojo, habían provocado. Y mire usted el resultado. Ni salud, ni educación, ni trabajo, ni techo, ni dignidad, ni siquiera derecho a protestar.

Puede que Llosa, el hijo de su padre, no se equivoque en cuanto al idiota latinoamericano; al menos su opinión es tan respetable como la de cualquier otro idiota. Sin embargo algún país de aquella porción de continente ha dejado ya de ser inmoralmente penetrado por el gran falo de Washington que mes tras mes le reclamaba los haberes de préstamos usureros y otras devoluciones. No les va mejor; pero al menos ha sabido plantarle cara a una situación que en nada beneficiaba a sus ciudadanos. Puede, incluso, que el hijo de su padre ya esté pensando actualizar su Manual, que nos hable del idiota español, de esos que hace dos años agitaban banderitas en Génova y pedían a gritos una política “como dios manda”. Anímese pues, amigo Llosa, no sabe la gracia que le provocará a más de un idiota latinoamericano.  

Manual del perfecto idiota español