Durante estos días se ha consumado el conflicto entre Cataluña y España, un choque fruto de la consecuencia natural del lenguaje de sordos entre patriotas españolistas y nacionalistas, entre dos derechas, la catalana y la española que incapaces de entenderse mediante el dialogo, nos han llevado a un escenario de anticatalanismo y antiespañolismo que en poco o nada ha venido a ayudar a la convivencia democrática de quienes tenemos más en común que de diferentes en un territorio España ,en el que hoy superado el proceso autonómico se muestra como necesario un nuevo acuerdo, pacto y encaje que haga posible sigamos siendo un país diverso, plural, pero unido en un proyecto común .
Poner en valor lo que nos une más de los que nos diferencia, debería ser así el motor de quienes desde los estrados de la política y la responsabilidad de los gobiernos deciden hoy sobre el futuro de un país ,el nuestro que se enfrenta al reto de enfrentar el nacionalismo desde la propuesta, la diferenciación desde la óptica de la pluralidad, el debate excluyente desde el encaje posible en consonancia con los principios de federalismo territorial,igualdad y solidaridad territorial.
Y es que, hoy se echa de menos la capacidad de liderazgo político y de comunicación pedagógica para afrontar la cuestión catalana, proponiendo antes que prohibiendo opciones que a buen seguro vendrían a encajar las demandas territoriales de un país el nuestro diverso y plural conformado históricamente desde la unidad de lo diferente.
Así y si bien el título VIII de la Constitución en el que se desarrolla el actual estado de las autonomías ha permitido hasta hoy el progreso de nuestro país, hoy aparece como necesario y urgente dar nuevos pasos que permitan superar el escenario de 1978 que permitió el encaje de las aspiraciones nacionalistas en el marco de la unidad de la nación española , un encaje que permitió la superación de una dictadura centralista mediante el impulso del desarrollo democrático, la descentralización del estado y la cesión de competencias. Un marco este que sólo vino a aplazar o fijar la segunda fase en la construcción de un estado federal al que hoy debe aspirar un país plural y diverso como España.
Un estado federal que de facto lo es nuestro país, en un modelo de naturaleza peculiar compuesto por entidades políticas heterogéneas y diversas que conviven en base a los principios de la autonomía y la subsidiaridad, pero que sin embargo adolece de la falta de una constitución federalista donde se identifiquen las realidades territoriales que conforman el estado ni el nivel de autonomía política de las mismas quedando de esta forma el proceso constituyente inacabado y en permanente modificación a través de estatutos de autonomía que vienen a generar tensiones innecesarias entre los diferentes poderes del estado. Por ello, parece que hoy la propuesta del estado federal que sea capaz de dotar y atar en una constitución el marco de relación entre los territorios , la autonomía política y el autogobierno de estos y los principios de solidaridad en común e igualdad garantizada es un modelo federal son las líneas por las que el trazado de la construcción territorial de España debería caminar, sustituyendo el escenario del conflicto por el del diálogo, el de la asimetría planteada por los nacionalismos por el de la lealtad en común.
Así, el paso de estado autonomía y federal de facto en el que hoy vivimos a estado federal de hecho , parte como el camino necesario para el cierre de un proceso constituyente inacabado y en fases que comenzó en 1978 , un camino que hoy debe de continuarse desde la visión estadística de la política en la conformación de un nuevo marco de relación que desde la eliminación fundamental y básica del principio dispositivo permita avanzar a un país necesitado hoy de acuerdos más que de conflictos, de la unión federalista frente a la exclusión nacionalista, de la suma frente a la resta, de la convivencia de la diversidad y de lo común frente a la independencia. El tiempo dirá si seremos capaces de lograrlo.