viernes. 19.04.2024

Coincido con su afirmación de que “todo populismo se extiende de modo transversal”, e incluso podría asumir, con matices, la idea de que “El populismo no es de izquierdas ni de derechas, aunque exhiba elementos comunes con ambas tendencias”

Sin embargo, cuando el señor Vidal mete en el mismo saco “populista” a Hugo Chávez, a Perón, a Vargas, a Velasco Ibarra (supongo que también a Velasco Alvarado), a CFK e incluso a Mussolini y Hitler, me temo que incurre en el generalizado defecto de utilizar el término “populista” como flatus vocis,  despojado de contenido político concreto a base de aplicarlo a diestro y siniestro. Esa utilización abusiva, tan al modo actual, asimila “populista” a “demagogo”, “antidemocrático”, “reaccionario”, o, simplemente, al  “otro” en el que proyectamos todos los defectos políticos.

Lo cierto es que si, como lo definió Taguieff [1], el populismo se basa en la pretensión de una democracia genuina, directa, desde la desconfianza ante el establishment partitocrático tradicional, ni la derecha ni la izquierda están a salvo de sus correspondientes interpretaciones populistas.

Así, si pensamos en el siglo XIX, las dos “almas” del populismo, aunque muy diferentes entre sí, vendrían a coincidir en su carácter antiliberal: el populismo ruso, el cual creía – contra lo propugnado por el marxismo- que era posible alcanzar el socialismo sin pasar necesariamente por la etapa de desarrollo burgués-capitalista, y el populismo estadounidense, que se configura como una ideología de carácter arcaizante, contraria al capitalismo y favorable a una especie de comunalismo agrario.

Por el contrario, en el siglo XX, los dos movimientos populistas por antonomasia,  el poujadismo francés (L’ Union de Défense des Commerçants et Artisans) y el qualunquismo italiano (Fronte dell’Omo Qualunque) son movimientos soportados por la pequeña burguesía comercial e industrial, que adoptan un programa antiestatista, individualista, de lucha contra los impuestos, etc., y que les acerca más al liberalismo que al fascismo, principal adversario con el que comparten clientela electoral.

Es importante, en este sentido, diferenciar el populismo de los movimientos fascistas o nacionalsocialistas, a los que pertenecen no sólo Mussolini y Hitler, sino también Perón, el socialismo panárabe y muchos movimientos terceristas. Chávez no es socialista en un sentido marxista clásico, pero no es populista. Ni Morales, cuyo movimiento, por cierto, tiene sus orígenes en la Falange Boliviana.

Empecemos por diferenciar claramente entre posiciones ideológicas, porque el batiburrillo, por mucho que quiera justificarse para “desenmascarar” a Podemos como formación de izquierdas, no nos llevará a ningún sitio.


[1] L'Illusion populiste : de l'archaïque au médiatique (2002). L'illusion populiste. Essais sur les démagogies de l’âge démocrátique (2007).

Generalizado defecto de utilizar el término “populista”