martes. 19.03.2024

Europa está pendiente de los resultados de las próximas elecciones generales en Grecia, que se repetirán el próximo 17 de junio y de la situación, desconocida pero preocupante, del sistema financiero español. Detrás de los votos en Grecia y de las auditorías de los bancos en España, de lo que realmente se trata es de cómo se pilota la zona euro con los artefactos de “gobierno económico” que vamos produciendo a golpe de crisis y de cómo se compagina la austeridad con la democracia. Estas son las dos grandes cuestiones en nuestra Europa de hoy.

Los auditores extranjeros a los que el Gobierno ha contratado, ya que no parece fiarse del supervisor bancario que es el Banco de España, tienen un mes para evaluar la situación real de nuestro sistema bancario, al que una vez calificamos imprudentemente como el más sólido del mundo. De lo que digan los electores griegos y los auditores de nuestros bancos depende el futuro del euro.

Todo el mundo, o casi, sigue diciendo que hay que mantener a Grecia en el euro y evitar el “Grexit”. Al menos así lo han vuelto a repetir a coro en el último Consejo Europeo. Pero también todos están ya calculando el coste económico y político del Grexit y preguntándose si hay que sacrificar Atenas para salvar el euro o al euro para salvar a Atenas. Aunque se niegue oficialmente, en todas las capitales y las instituciones las máquinas de calcular están al rojo vivo elaborando planes de urgencia para después del 17 de junio y evaluando cuánto necesita la banca española y de dónde va a salir el dinero para estabilizarla. Bankia se ha convertido en un vocablo común en la jerga política-económica europea.

De momento la víctima más inmediata de tanta incertidumbre está siendo el euro. Hasta ayer decíamos que esta no era una crisis del euro, que sigue siendo una moneda fuerte, sino del endeudamiento excesivo de algunos países. Pero ahora el euro empieza a mostrar señales de debilidad. La semana pasada acabó a 1,25 dolar/euro, el nivel más bajo desde hace dos años. Buena noticia, una bocanada de aire fresco para que las empresas europeas exporten mejor y para los países tentados de salir del euro para poder devaluar. Pero no beneficia a todos por igual, porque también se encarecen las importaciones y los países más frágiles no se van a beneficiar mucho de un euro más débil.

Y además, las tensiones en los mercados financieros también benefician a los países más sólidos, en particular a Alemania, convertida en un puerto seguro ante tanta incertidumbre, que lleva tiempo financiando su Deuda por debajo de la inflación y que esta semana ha conseguido colocar bonos a 2 años al 0%, es decir, gratis. Incluso Francia, a pesar de la llegada de un Gobierno de izquierdas que ha declarado que el sistema financiero es su enemigo, consigue financiarse a los tipos más bajos desde que empezó la crisis.

Está por ver si la bajada del euro frente al dólar es el inicio de una tendencia. Pero en menos de un mes ha perdido 20 céntimos, una especie de devaluación competitiva de las de antes, pero involuntaria. Bueno para las empresas exportadoras de la zona euro, ya que se calcula que una bajada del euro del 10 % puede producir el 1 % de crecimiento adicional. No lo suficiente para resolver la crisis pero sí para relajar la tensión en algunos países.

Tanta falta hace, que ni siquiera los “ayatollahs” del euro fuerte se lamentan. Bien es cierto que coincide con una caída del precio del petróleo que ha pasado de 118 a 108 dólares, moderando el aumento que una disminución del valor del euro provoca automáticamente sobre la factura en dólares de nuestras compras de crudo.

Lo normal sería que el euro siguiese bajando, quizás hasta 1,2 dólar/euro, lo que no estaría muy lejos del cambio medio constatado entre su creación en 1999 hasta hoy. Es incluso anormal que ante tantas turbulencias e incertidumbres el euro no se haya devaluado más y más rápido. No ha sido así por la política monetaria de los EEUU, que para sostener la economía han estado imprimiendo dólares sin límite. Pero ahora la economía americana empieza a recuperarse y no parece que la FED necesite seguir con esa política monetaria laxista que es una blasfemia para la ortodoxia de los de Frankfurt, aunque también hayan recurrido al relajamiento monetario por otros procedimientos.

Pero si un euro más barato tiene aspectos positivos, hay que preguntarse por las razones de su debilidad, que no son sólo culpa de los americanos. No es el euro lo que va mal, es la economía europea el problema, decía ya en 1999 Romano Prodi cuando el euro bajó por debajo de la paridad con el dólar. Y sigue siendo así, y más ahora que la crisis ha puesto de relieve y ha agravado la heterogeneidad de la eurozona.

Los países que más necesitarían un impulso son los que menos ventajas van a sacar de la debilidad del euro. Cuanto más exporten a la zona euro y más importen de fuera, menos les beneficia un euro a la baja. Los problemas de Grecia podrían incluso agravarse, porque es un país con poca industria que exporta poco, el 21 % de su PIB está ligado a las exportaciones, frente a un 80% de Bélgica o un 46 % de Alemania. Sus principales clientes, el primero Italia y el segundo Alemania, le pagan en euros. Y el valor de sus importaciones es el doble de sus exportaciones.

Francia, y sobre todo España e Italia, por sus mayores pérdidas de competitividad, se beneficiarían de un euro más bajo. Y paradójicamente, Alemania, el gran exportador de la eurozona, obtendría una ventaja menor, porque sus exportaciones son mayoritariamente a la eurozona, y las que se hacen fuera se hacen más por la calidad que se les atribuye que por su precio. Y no olvidemos que Alemania importa una gran cantidad de piezas fabricadas en los países del Este, que paga en euros y le saldrán más caras con un euro débil, las monta y las reexporta como ‘made in Germany’. Esta es una de las razones por las cuales se llama a Alemania la China de Europa, con gran enojo por parte de los alemanes.

Mientras esperamos a lo que dicen los electores griegos, el nuevo Consejo de Administración de Bankia ha pedido 19.000 millones de euros al Estado para recapitalizarse. Súmenle los 4.500 millones del “préstamo” que había recibido antes del FROB (¿alguien se creyó que eso era realmente un préstamo y que algún día lo iban a devolver?) y la factura para el contribuyente suma 23.500 millones de euros.

Nunca un Banco español había necesitado una inyección tan grande de dinero público. Se comprende que el nuevo gestor de Bankia no se quede corto y pida cuanto más mejor, que por pedir que no quede. Pero sorprende que sus números sean tan diferentes de los que avanzaba hace unos días el Ministro de Economía, que suponía que las ayudas públicas a todo el sector serían de 15.000 millones. Y hete aquí que sólo Bankia necesitaría el doble. ¿Tan poco saben nuestras autoridades de la situación de nuestros bancos después de tantas auditorias del Banco de España, que se supone que debía saber lo que hacía cuando le dijo a la CNMV que Bankia podía salir a Bolsa, y de tantos stress test europeos?.

Parece que se sabe poco de las cuentas bancarias. El viernes pasado el nuevo Consejo de Administración de Bankia corrigió el resultado positivo de 309 millones de euros para el 2011 anunciado por Rato para reconocer que en realidad hay 3.000 millones de pérdidas. Para que luego critiquemos a los Gobiernos por sus equivocadas estimaciones del déficit…

Cabe dudar razonablemente de que los auditores ahora contratados sepan descubrir en un mes lo que otros no han visto durante años. Con el riesgo además de que se curen en salud y nos digan que el agujero es todavía mayor, lo que dependerá de cómo evalúen los activos inmobiliarios, y vaya usted a saber cómo lo van a hacer en las actuales circunstancias del mercado.

Y si es así, ¿entonces qué hacemos? ¿Poner más dinero? ¿De dónde va a salir? El Gobierno tendrá que aumentar los recursos del FROB, pero en el mercado le están pidiendo ya un 6 % para los bonos a 10 años, un tipo insostenible…, a no ser que la ingeniería financiero-contable que se está pergeñando para recapitalizar Bankia, a base de endosarle directamente Deuda Pública, funcione. El objetivo es evidentemente, no tener que acudir a los mercados para colocar la Deuda. ¿Pero a qué tipo de interés retribuiría Bankia esa Deuda recapitalizada? Tengo mis serias dudas de que esta operación le guste al BCE y tampoco al Banco de España, aunque su opinión no parece importarle mucho al Gobierno. La del BCE ya es otra cosa, porque a fin de cuentas es el que tiene la llave de la solución de la crisis o al menos el único que puede hacer de bombero para contenerla.

Lo lógico, y en mi opinión inevitable, sería dejar el orgullo patrio un poco de lado y recurrir a la financiación del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. Pero como dicho Fondo no puede financiar directamente a los Bancos, sino a los Gobiernos para que ellos lo hagan, ello implicaría la tan temida intervención europea. Y por eso Rajoy lo rechaza limitándose a pedir que el BCE vuelva a abrir los canales del crédito barato e ilimitado como ya hizo hace unos meses inyectando un billón de euros. En Grecia, mientras tanto, los cuatro mayores Bancos acaban de recibir 18.000 millones de euros del FESF, parte de los 25.000 millones destinados a saneamiento financiero dentro de la ayuda europea. Llamarla “rescate” en traducción directa del “bail out” suena mucho peor. Pero limitando su condicionalidad a la forma en la que se va a recapitalizar a los Bancos debería ser políticamente asumible y económicamente más conveniente, por no decir inevitable

Solo con más inyecciones de liquidez del BCE no parece que se arregle la situación. Aparte del dinero que necesita, Bankia ha planteado otro problema más grave, que es el de la credibilidad de España en los mercados. Hemos estado demasiado tiempo minimizando el impacto de la crisis sobre los Bancos y ahora nos enfrentamos a una pérdida de confianza enorme. El círculo infernal entre la recesion económica y la salud de los Bancos no ha hecho sino agravarse y hasta los grandes Bancos, Santander y BBVA, cuya situación no tiene nada que ver con la de las Cajas enladrilladas, están situados en “perspectiva negativa” por las agencias de notación.

En cambio, contra todo pronóstico, el triunfo de Hollande en Francia no ha desatado la desconfianza de los mercados. En París nunca habían pagado tan barato su endeudamiento, el 2,4 % a diez años. Todavía por encima del 1,36% del ‘bund’ alemán, pero por debajo del 3,75% previsto en el Presupuesto del 2012. Lo que va a representar a los franceses un ahorro de 48.000 millones de euros. Suficientes para salvar a dos Bankias...

Es la consecuencia del desequilibrio que genera la desconfianza. Si no se puede comprar deuda griega ni italiana ni española, supuestamente de alto riesgo, en algún sitio hay que poner el dinero para que esté a salvo, aunque sea perdiendo rentabilidad. Y también es posible que los ‘hedge funds’ que han estado especulando contra la Deuda francesa tengan ahora que comprar las obligaciones que vendieron a la baja sin tenerlas realmente. Veremos cuánto tiempo le dura esto a Hollande y si el buen humor de los mercados aguanta cuando empiece a tomar las medidas fiscales y sociales que prometió.

Pero de momento, lo que preocupa en Europa es lo que van a decir los electores griegos y los auditores de Bankia y del resto de nuestros bancos. Dentro de un mes sabremos un poco más sobre cómo los europeos intentamos compaginar austeridad con democracia y cómo se pilota la zona euro.

Europa pendiente de los votos en Grecia y de los bancos en España