sábado. 20.04.2024

El próximo año tendrán lugar las elecciones europeas. Unas elecciones, en medio de una profunda crisis del proceso de construcción europea, animada por la incapacidad de las instituciones comunitarias y de los gobiernos nacionales de enfrentar la situación económica con otra política capaz de hacer compatible el equilibrio de las cuentas públicas y el crecimiento económico y la creación de empleo. Sometidos a la dogmática e injusta política neoliberal de la Troika, atrincherados en el control del déficit, que trocea Europa y genera más desigualdad y paro, y renunciando a la soberanía de la democracia para actuar al dictado de los poderes económicos y financieros, los órganos de gobierno de la Unión (Presidencia, Comisión y Consejo) no han hecho sino intervenir como cómplices del dinero, alejándose cada día más de la ciudadanía.

En este contexto de quiebra del proyecto europeo, asistiremos a unas elecciones en el viejo continente que hemos de convertir en una impugnación global de la propuesta liderada por la canciller Merkel y con el apoyo decidido de Rajoy, que aplica como única receta económica las políticas de austeridad y de reformas estructurales, o lo que es lo mismo, recorte de derechos y prestaciones sociales. Bajo la aparente voluntad de combatir la crisis de las deudas soberanas de los llamados Estados periféricos de la UE, casi tres años después de su inicio el balance de estas políticas solo puede calificarse de fracaso económico, social y político.

Giro a la izquierda

Las elecciones europeas son las únicas de las celebradas en España que se hacen atendiendo a la singularidad de “circunscripción única”, con reparto proporcional de los escaños. De ahí la importancia de presentar un proyecto político potente, dispuesto a disputar y ganar el espacio social y electoral de la izquierda. No hay que andarse por las ramas: el liberalismo conservador porque se mueve en su habitat natural, y la socialdemocracia europea, protagonista en los últimos años de un acusado reciclaje liberal, han conducido la Unión Europea por la senda de la involución social, mutilando el Estado de bienestar y proclamando con mayor o menor entusiasmo (según los casos, porque, obviamente, no son iguales) su adhesión a las políticas antidéficit y la renuncia a las políticas públicas.

Ha llegado el momento de proponer y proclamar otra política (una auténtica Unión Europea no solo económica y monetaria, sino también social y política, un plan de choque para salir de la crisis, el rechazo a la quiebra del modelo social, la profundización de la democracia y un nuevo contrato social), de hacer visible otra herramienta de alternativa, participación y voto (las izquierdas unitarias y ecologistas europeas, que deberán ensanchar su base social y programática y concretar los canales de participación de la sociedad civil organizada y movilizada), y de empezar a hacer realidad las alianzas políticas y electorales, las posibles y las necesarias.

Creemos que ya no se puede aplazar más la refundación política de la UE. Y para ello habrá que derogar el Tratado de estabilidad, coordinación y gobernanza, que arrebata la soberanía presupuestaria a los Estados para entregarla a instancias y procedimientos no democráticos. Como tampoco puede demorarse más la armonización fiscal, sin la cual las políticas de cohesión social y de gobernanza económica se convierten en simple propaganda. “Europa necesita urgentemente, en palabras del presidente de la CES y secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, un cambio en las políticas sociales y económicas para promover el crecimiento y el empleo, un plan de choque que debe ser financiado mediante eurobonos y créditos del Banco Europeo de Inversiones”.

Acuerdo abierto IU-ICV

Los firmantes de este artículo no son ajenos a la profunda desafección ciudadana de la política y de las instituciones democráticas. Una desafección provocada por la burda manipulación de la cosa pública a favor de los intereses de unos pocos, hasta el punto de confundir voto popular y clientelismo institucional. Así, la inmensa mayoría de la sociedad paga las consecuencias de un programa de gobierno muy alejado de las promesas del programa electoral que el PP presentó en las elecciones de noviembre de 2011 –por cierto, ya muy pegado a los intereses de las élites económicas y financieras- , lo que está generando cotas de descrédito de la política nunca vistas en la reciente historia democrática.

Este hecho, debidamente aderezado por una sostenida, diversa y contundente movilización democrática, ha abierto un debate en distintas organizaciones, colectivos y mareas de la sociedad civil, que con frecuencia desembocan en el mar de las candidaturas ciudadanas. Gente honesta, partido de los honrados o candidaturas al margen de los partidos, son categorías del nuevo debate social, unas veces con buena voluntad, otras no tanto. Lo que es inevitable es el emplazamiento a las fuerzas políticas, en nuestro caso a las izquierdas, para que se abran en canal y pierdan el miedo a liderar procesos de convergencia política y, si fuera posible, electoral, siendo sensibles a las demandas de la ciudadanía progresista, y corrigiendo radicalmente su propio funcionamiento interno. Una colaboración abierta que, no obstante, ha de ser compatible con la reivindicación de la política al servicio de los ciudadanos, y de las formaciones políticas como pilares básicos de la democracia.

Por eso, creemos de gran trascendencia elevarse sobre las identidades corporativas de cada organización y proclamar sin ambages el deseo de ICV e IU de formalizar una renovada candidatura abierta y unitaria a las elecciones europeas, que bien podría ser el embrión de un proyecto más ambicioso, siempre que se acuerden programa, estrategia y procedimiento de convergencia.

Elecciones europeas: lo primero, el acuerdo IU-ICV