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NUEVATRIBUNA.ES 22.07.2010

Que el PSOE no está pasando por su mejor momento es más que evidente por más que José Luis Rodríguez Zapatero se empeñe en demostrar que están “mucho mejor que lo que parece”. Con esta frase, la misma que pronunció cuando fue elegido secretario general en el 35 Congreso del 22 de julio de 2000, el presidente del Gobierno cerró su intervención en el acto de celebración de sus diez años de liderazgo, un acto en principio previsto para festejar por todo lo grande en Vistalegre y que finalmente se convocó en la sede de Ferraz con más de un centenar de invitados y algunas ausencias significativas.

La crisis económica y la caída en popularidad de Zapatero y su Ejecutivo determinaron en buena medida el bajo perfil que se dio al evento en el que no asomó la autocrítica pero tampoco un excesivo entusiasmo. El discurso del líder del PSOE tuvo cierto tono emocional que a algunos pudo sonar a despedida sobre todo cuando sigue en el aire si volverá a presentarse como candidato. La sensación generaliza en los últimos meses de destacados dirigentes socialistas es que “a día de hoy no repetirá” como candidato a las elecciones generales, pero, como él mismo aseguró en un corrillo informal con periodistas “los tiempos en política hay que administrarlos bien” y ahora toca encarar la crisis con el paquete de reformas anunciado y cuyo balance no empecerá a notarse al menos hasta pasado un año, según las estimaciones que hacen fuentes gubernamentales.

La incógnita por lo tanto sigue en el aire. Hay quien como el presidente de Andalucía, José Antonio Griñán, que da ‘larga vida al Rey’, mientras otros ni se atreven a aventurar el futuro político que le espera a su jefe de filas. Tiempo al tiempo y paso a paso. Pero la ‘fiesta de cumpleaños’ era debida: 10 años al frente del partido que fundó Pablo Iglesias; 6 como jefe del Ejecutivo.

La calle Ferraz se convirtió en un desfile de lo más granado del socialismo español y del poder con todas sus letras. Miembros de las tres ejecutivas, ex ministros, ministros, y lo que queda de los antiguos barones. Faltó José Montilla (Cataluña), quien se prodiga poco por los círculos políticos de Madrid, Patxi López (Euskadi), Guillermo Fernández Vara (Extremadura) y Francesc Antich (Baleares), ausencias “justificadas” según los fontaneros del cuartel general del PSOE. Y justificadas también en versión oficialista las de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Pedro Solbes y Manuel Marín; ni qué decir de Joaquín Almunia, por el que siempre se pregunta y al cual nadie espera. De los ministros, prácticamente estaban todos menos Cristina Garmendia y Carme Chacón, también por problemas de agenda. Y una presencia notoria: Jordi Sevilla, que no quiso perderse la ‘fiesta’ en un gesto muy valiente si se tienen en cuenta las críticas que viene haciendo el que quiso enseñar economía en tan sólo “dos tardes”.

La entrada de la sede del PSOE se llenó de cámaras y periodistas ávidos de declaraciones jugosas pero los invitados dieron poco juego al patio mediático. El cierre de filas es evidente: … ¿y que cumpla muchos más?… porqué no. Sus más fieles escuderos mostraron la más férrea defensa a su líder: José Antonio Alonso, Trinidad Jiménez, Leire Pajín… Balances “tremendamente positivos” de diez años en los que el PSOE ha gozado de un respaldo electoral considerable que ahora puede peligrar por la gestión de la crisis económica, precisamente el principal caballo de batalla del PP y de sus ‘halcones’, ávidos de pillar la presa.

“Es un día más propicio para los abrazos que para las palabras, más propicio para las emociones que para los discursos” comenzó diciendo Zapatero que rememoró aquel día en que la mayoría del PSOE le dio su confianza para llevar las riendas del partido. “Recuerdo cada minuto y la alta temperatura política, tan alta como la que hace en las calles de Madrid”, dijo ante los suyos. El líder del PSOE manifestó su agradecimiento y puso en valor los “10 años de unidad, lealtad y cohesión” del partido que dirige y que “quedarán en la historia”, aseguró. Para quien quiera leer entre líneas que él podrá o no repetir como candidato pero que, en cualquier caso, su tarea está ahí, escrita negro sobre blanco y a falta del final, un final que vendrá determinado por las reformas estructurales que llevará a cabo cueste lo que le cueste.

Ni una sola autocrítica, más bien todo lo contrario. Ilustrando con sus palabras el vídeo realizado para conmemorar los diez años de “talante”, Zapatero recordó su primera victoria electoral. “No nos falles”, repitió, y “no les fallamos”. No en lo que se refiere a extensión de derechos civiles (ley del matrimonio gay, ley de violencia de genero, ley de igualdad, ley del aborto…) y leyes sociales (dependencia, mejora de las pensiones, de las becas, la renta de emancipación), todas “forman parte de una conquista social”, cumplimiento de lo que él mismo denominó “socialismo de los ciudadanos”.

Pero Zapatero no sólo quiso hablar de sus conquistas sociales ni de sus reformas (que conllevan un alto precio político en la letra pequeña a lo que él no es ajeno), también habló de los suyos y del “agradecimiento” debido por una lealtad inquebrantable. Si algo hay que reconocerle al leonés es haber sabido tener calmado a su partido bajo la consigna de que nadie rompe filas si no es él quien da la orden.

Zapatero quiso mostrar su afecto y apoyo público al actual presidente del Congreso, José Bono, antaño rival suyo y ahora otro de sus más fervientes seguidores, al que transmitió en su presencia “un abrazo más fuerte que nunca”, después de conocerse el trance personal por el que pasa el manchego por su separación matrimonial. Y si esto resultó emotivo, al menos para el protagonista, no fue menos la referencia al tristemente desaparecido Alfonso Perales, al que calificó como una persona “optimista” (virtud de la que él mismo se jacta) y con una visión “de larga distancia”. Han sido –dijo- “diez años de satisfacción” en los que no ha tenido más que “apoyo y lealtad” y una “gratitud infinita”.

No era momento de reconocer errores (a los políticos les cuesta mucho hacerlo), era momento de poner en valor la “alegría”, el optimismo ahora ya dosificado y el “convencimiento muy íntimo” de que “no estamos tan mal”, sino “mejor de lo que parece”. Quizá no se equivoque, quizá en un año se vuelva a ver en el horizonte la senda de la recuperación económica: “Lo vais a ver”, dijo en tercera persona, evitando así “lo vamos a ver” porque realmente no lo sabe e intuye que su tiempo político está finiquitado. Aunque antes sabe que tiene una tarea pendiente, una ardua tarea pendiente.

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