martes. 23.04.2024

La última legislatura ha sido, probablemente, la más negativa de la historia de nuestra reciente democracia. Tenemos cerca de cinco millones de parados; se han recortado derechos laborales, pensiones y prestaciones sociales; el PP tiene en el punto de mira servicios públicos como educación y sanidad… El avance de los valores conservadores, la desorientación y sensación de derrota de buena parte de la ciudadanía progresista pueden convertir la victoria electoral de la derecha en un retroceso del Estado Democrático y del Bienestar sin precedentes.

El PSOE ha demostrado su incapacidad de oponerse a la corriente neoliberal que consagra la supremacía del mercado sobre la política y los derechos de la ciudadanía, carece de discurso alternativo. La reciente reforma constitucional y el acuerdo con EEUU para la utilización de Rota son la últimas muestra de la deriva de los socialistas españoles, y los esfuerzos de Rubalcaba y su equipo por retomar algunas propuestas con tinte socialdemócrata, además de no ser creíbles (parecen destinadas a cortar la sangría de voto progresista), no logran enmascarar su crisis de identidad, la ausencia de un modelo, sobre todo en lo económico, cualitativamente distinto al de la derecha.

Conscientes de esta situación, en la izquierda se han producido movimientos de aproximación que han terminado en acuerdos electorales en varias comunidades autónomas. Estas alianzas apuntan en la buena dirección -si siempre es conveniente la configuración de espacios comunes de intervención de la izquierda, en estos momentos de crisis económica y ecológica, de descrédito de la política y las instituciones, es imprescindible- pero, en la mayoría de los casos, están presididas por principios excesivamente tradicionales, no responden, ni en la forma ni en el fondo, a las demandas de los sectores más dinámicos de la izquierda social, de movimientos como Democracia Real Ya o el 15-M.

No es suficiente con ofrecer listas conjuntas si éstas responden a intereses partidistas, si lo único que pretenden es acceder a ciertas cotas de representación institucional. La recuperación de la izquierda requiere desterrar dogmas, repensar viejos esquemas, dejar de considerarse el centro del universo, reconocer y respetar la diversidad, buscar ámbitos unitarios de intervención en los que se mantenga la identidad de las partes, huir de la prepotencia y de todo intento de fagocitar a los más débiles y, por supuesto, abrirse a la sociedad, en particular a los sectores de la izquierda social, cuya participación es condición necesaria en dicha recuperación.

Sería una lástima que se desaprovechase la oportunidad de hacer del proceso electoral el revulsivo que movilizase a la izquierda no solo para las elecciones, sino para afrontar unidos la ola reaccionaria que nos amenaza, para defender políticas y valores de izquierdas. Dependerá en buena medida de la generosidad e inteligencia de los principales actores, de la capacidad que tengan de sumar voluntades, de superar los límites que impone la vida partidista.

El 20-N y la recuperación de la izquierda