viernes. 19.04.2024
playa

Los eventos catastróficos, tanto de origen natural como antrópico, tienen un fuerte impacto en el sector turístico, así como en unas imágenes de los destinos frecuentemente vehiculada por diferentes medios de comunicación.

Grandes producciones como la película The Impossible, dirigida por J. A. Bayona y protagonizada por Naomi Watts y Ewan McGregor, contribuyen a alimentar el imaginario colectivo; muestran como la temporalidad suspendida de las vacaciones puede ser bruscamente interrumpida por fenómenos atmosféricos extremos capaces de tragarse, de forma democrática, bajo una gran ola de barro tanto a los turistas -y las relativas infraestructuras del sector-, como a la población local.

Por otra parte, ya fuera de la ficción cinematográfica, pero por varios aspectos ligadas a ella por su poder de influencia, imágenes como las de las playas de Sousse, en Túnez, tras el sangriento tiroteo perpetuado por unos supuestos terroristas que ametrallaron a numerosos bañistas, reúnen en un único marco compositivo palmeras, tumbonas y cuerpos al sol, de forma que sólo ampliando el foco es posible identificara a los últimos como cadáveres.

Desde el punto de vista de la industria turística, cada catástrofe que trastoca la cotidianeidad de un destino activa una auto-reflexión sobre la imagen del lugar afectado destinada a mitigar la percepción del riesgo. Así, tras una catástrofe se ponen en marcha, por parte del sector, estrategias de impression managment¸ es decir, de gestión del impacto, y de recovery, recuperación, con el objetivo de evitar la cancelación de reservas.

Es el caso, paradójico y controvertido, del video con un dron y publicado en YouTube por el Ministerio de Turismo de Siria. En el mismo se ve la costa de Tartus repleta de bañistas. La secuencia, acompañada por una banda sonora cautivadora, anuncia que el turismo aumenta en el país y que Siria, un territorio afectado por una guerra que dura más de cinco años y que ha costado la vida a más de 400.000 personas, merece una visita.



Estos dispositivos de producción de relatos pueden, a veces, involucrar a la población y a las comunidades afectadas como si el evento catastrófico pudiese fungir de cemento para la comunidad local y como catalizador de un nuevo story-telling colectivo de territorios, donde también los turistas están llamados a colaborar. A propósito de los episodios sísmicos que sacudieron, a partir de agosto 2016, Italia Central, los medios de comunicación enfatizaron el extraordinario esfuerzo de solidaridad que protagonizó el pueblo italiano, el cual unió sus fuerzas para ayudar a las poblaciones afectadas frente al colapso de unas autoridades desbordadas por la situación.

En este escenario emergente, las empresas del denominado turismo colaborativo se han mostrado muy eficaces frente a la oportunidad de atribuirse un rol fundamental, a la vez social y político, en la gestión del riesgo y de la emergencia. Ya en 2013, Airbnb lanzó el servicio Disaster Response en respuesta a las trágicas circunstancias que el huracán Sandy ocasionó en la Costa Oriental de Estados Unidos. El servicio consiste en qué los anfitriones ofrecen sus casas de manera gratuita a las zonas afectadas por un desastre o por un ataque terrorista. Desde entonces, el servicio se fue popularizando a medida que diferentes áreas del planeta han ido sufriendo distintos impactos, en particular en casos de fuerte resonancia mediática, como los ataques de París de noviembre 2015. En la sección de la plataforma Airbnb dedicada al servicio se recompilan las habitaciones puestas a disposición, intactas en su escenografía cozy, pero ofrecidas gratuitamente a las victimas.  A nivel de aparato figurativo, el servicio Disaster Response parece reproducir las lógicas de lo autentico, core businees de la plataforma Airbnb, y ofrece a sus huéspedes la oportunidad de “sentirse como en casa”, home away from home.

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En este sentido se podría afirmar que las circunstancias trágicas de una catástrofe refuerzan la marca Airbnb que, de forma inteligente, se va posicionando y ganando terreno en un sector ocupado –de forma tradicional- por organizaciones humanitarias y por organismos estatales dedicados a la emergencia, haciendo hincapié en la capacidad de las comunidades de autorganizarse y de suplir eventuales fallos en la prevención y gestión del riesgo.

En la actualidad, Disaster Response no es la única iniciativa humanitaria promovida por la empresa, la cual ha ampliado su oferta humanitaria y se ha merecido el Premio Emergency Relief, otorgado por Shorty Awards – Sawhorse Media. Entre las más recientes, en la lista de buenas acciones proporcionada por Airbnb, está la iniciativa de ofrecer alojamiento gratuito a las personas afectadas por las barreras migratorias aprobadas por el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Por otra parte, en plena crisis humanitaria en el Norte de África y en el Mediterráneo, Airbnb ha puesto en marcha un servicio de donaciones en colaboración con la delegación estadounidense de ACNUR, USA for UNHCR.

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Este breve recorrido por las imbricaciones mutuas entre fenómenos catastróficos y sector turístico, que por otra parte ha generado a nivel científico una rama dentro del sector de los estudios turísticos denominado Disaster Tourism, pone de relieve cómo el turismo no debe ser considerado como un fenómeno aislado, sino inserto en los procesos económicos, sociales y culturales globales. En la era de la hipermovilidad, de la emergencia climática y en correspondencia con los importantes cambios normativos que regulan la circulación de las personas como, por ejemplo, la creación del espacio Schengen, el turismo necesita de enfoques epistemológicos multidisciplinares y posdisciplinares para poder constituirse, como sugieren algunos autores, en un poderoso marco analítico de lo contemporáneo.


Elsa Soro | Semióloga especializada en turismo e investigadora GRIT-Ostelea

Disaster Response: ¿interesadas respuestas desde el turismo frente a las catástrofes?