martes. 19.03.2024
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Las exageraciones del discurso anti-feminista sobre la violencia de género se pueden rebatir con informes de la fiscalía, con cientos de ejemplos de situaciones vividas, hay que hacerlo

Coincidiendo con varios artículos que he leído hoy, estaba elucubrando o tal vez soñando con la idea ingenua (que hace falta para pensar las utopías) de que la izquierda encuentra el camino para contrarrestar la marea azul y negra que nos inunda. Hay advertencias desde muchos espacios periodísticos, científicos, ideológicos, literarios, sobre algunas evidencias que la izquierda no ha sabido sortear cayendo una y otra vez en las trampas y las provocaciones. Hay diferentes opciones de respuesta, sin caer en la tela de araña. No es fácil decidir. Si debatimos sobre las provocaciones perdemos, si refutamos sus delirios no siempre acertamos con los argumentos, muchas veces demasiado complejos para ser transmitidos con claridad. Por eso, hago algunas propuestas para debatir, partiendo de experiencias concretas, vividas fuera de mi espacio habitual de relaciones, saliendo de las endogamias en las que nos movemos, sin pretensiones de exhaustividad ni de acierto total.

Para rebatir los mensajes sobre la inmigración no siempre sirve el discurso de los derechos humanos, se muestra abstracto para quienes se mueven por el miedo. Como tampoco quisiera caer en la “caridad” ni en la solidaridad, porque se tacha de “buenismo” he preferido poner ejemplos concretos: ¿tus hijos van a trabajar en los empleos con los que mal viven las personas inmigrantes? ¿Con la escasa natalidad que tenemos quién crees que va a cotizar para pagar tu pensión? ¿Y si tuvieran que volver todos los españoles y españolas emigrantes que están por el mundo? Cuando hay margen de tiempo y nivel de estudios se puede argumentar sobre las riquezas que extraen europeos y norteamericanos de los países pobres. El lado del racismo está más relacionado con la pobreza que con la etnia concreta, porque no creo que les molesten los jeques árabes, el embajador de Nigeria o vayan a rechazar a Camarón o a Diego el Cigala.

Las exageraciones del discurso anti-feminista sobre la violencia de género se pueden rebatir con informes de la fiscalía, con cientos de ejemplos de situaciones vividas, hay que hacerlo. Pero lo que no se puede es responder con otras exageraciones o discursos radicales, ni con calificativos que no están tan asumidos culturalmente. Hay que normalizar la igualdad, los beneficios para la democracia, combatir todo tipo de desigualdades junto a las discriminaciones de género.  ¿La ciudadanía española quiere regresar a las épocas en que las mujeres eran inferiores, cuando se decía que estaban mejor atadas a la pata de la cama? ¿Las jóvenes de clase media están dispuestas a no poder salir por las noches sintiéndose seguras? Como padre de familia ¿te gustaría que a tu hija la violaran en grupo?  Al cabeza de familia tradicional: - ¿cuánto te costaría pagar a una cocinera, una limpiadora, una educadora? ¿Sería una esclava o tendría derechos? Convencer acerca de que todos los mensajes que no respetan la igualdad entre hombres y mujeres conducen a esas barbaridades, que no es cosa de delincuentes ni de locos. El discurso feminista separado de las condiciones de vida no sirve, el anti-feminismo no se dirige a las mujeres de alto nivel social y cultural, sino a los hombres de clases populares (los ricos patriarcales no nos interesan) En suma, sigue siendo un tema de desigualdades sociales, de estereotipos culturales que tienen que combatir hombres y mujeres juntos, sin exclusiones. Es un problema cultural que tiene que calar en los hombres, por lo cual, la exclusión o el insulto son contraproducentes, como los igualitarismos contra natura, ellos serán mejores comunicadores de su evolución. Las mejores ideas están en las palabras de Rosa Luxemburgo: “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.

Responder a los prejuicios y a las discriminaciones por la orientación sexual es más complejo, porque no es fácil recurrir a ejemplos de la historia de la humanidad ni a los beneficios al arte, la literatura, la música, la ciencia o la filosofía por lo que han aportado personas LGTBI. Porque la homofobia también es sociocultural, se manifiesta en personas que sólo creen en lo que han experimentado, no tienen la formación necesaria para acceder a otros mundos o están muy condicionados por los valores familiares. En determinados medios no está tan normalizado como pensamos, la muestra la tenemos en el deporte, sobre todo en el fútbol. Afortunadamente, parece que la sociedad española es de las más respetuosas en este aspecto, y es evidente que hasta la Iglesia se ha moderado y no parece que sea diana en los mensajes. No obstante, hay que insistir en acciones educativas de normalización, porque no podemos olvidar las políticas de otros países que pueden llegar a influir. También desde una perspectiva de combate contra las desigualdades culturales o sociales, no sólo de libertades que plantea problemas por otras razones

El otro problema clave ha sido el independentismo, que genera la reivindicación de recentralización, como si todos los problemas económicos, políticos, sociales, culturales se originasen en el modelo de Estado. Preguntemos si la crisis no se hubiera producido, si los índices de pobreza son culpa del modelo autonómico o de las acciones y medidas producidas por lo grandes beneficios de los poderes económicos. Preguntemos si el paro más bajo en Euskadi o Navarra es el resultado de la política cultural (nacionalista o identitaria) o por la política y el modelo económico. Si las desigualdades extremas en Andalucía o Extremadura son por la descentralización o por la propiedad de la tierra, la ausencia de industria o la falta de inversiones y hasta dónde llegaría la pobreza si no tuvieran compensaciones o reequilibrios desde el Estado central. Diferenciar los intereses de los poderes económicos y políticos en las diferentes regiones de los intereses de las clases trabajadoras. También hay que combatir las falsedades sobre tema que se pervierten porque en realidad son competencias centralizadas, o poner ejemplo de países con modelos federales que están más cohesionados socialmente o sus problemas no provienen del federalismo.

comics ccooLo que me resulta altamente complicado es la cuestión de la defensa de algunas tradiciones como patrimonio del españolismo. Aunque algunas me resultan poco defendibles, el ataque radical sería perjudicial. Es difícil generalizar porque el arraigo es irregular, los trasfondos religiosos han desaparecido en muchos casos, los fundamentos antropológicos no siempre han sido difundidos como para facilitar el análisis no experto. Es evidente la crueldad en algunas costumbres muy defendidas por una mayoría de la población que las mantiene, y si el rechazo es muy minoritario o de gente foránea, es un dilema. Siempre han existido gentes de izquierdas a las que les gustan los toros o progresistas que van a cazar. Es uno de esos planos resbaladizos, donde hay que caminar con tiento, saber priorizar, ser capaces de discriminar lo que realmente es importante para los valores a defender. Sobre todo con respecto a la financiación pública, la prohibición o el incentivo, que no tienen por qué ser generalizados. Recuerdo que se incentivaron algunas fiestas en la vuelta a la democracia porque habían estado prohibidas o no sostenidas económicamente. Habrá que llegar a consensos particulares caso por caso, hacer consultas ciudadanas con normas claras de participación y porcentajes vinculantes, promover debates, proyectos culturales y educativos. En algún caso primarán unos valores ecológicos primordiales, y se harán necesarias prohibiciones (batallas de agua en una época de sequía o fuegos artificiales en zonas de bosques muy secos), en otros habrá que proponer modificaciones si se pretende evitar la prohibición total sin permitir crueldades primitivas. Un ejemplo de crueldad extrema de un cazador con un zorro ha sido atacado no sólo por quienes lideran la defensa de los animales. Pero las radicales reacciones a la muerte de una perra, el mismo día en que morían 3 pescadores ¿es justificable?; en mi opinión plantea más conflicto el uso de la violencia con un arma de la policía.

En todos los casos, es necesario el debate sobre los valores sociales y humanos que están promoviendo esas costumbres. No es aceptable la reproducción automática por el hecho de ser una costumbre, si no sirve para el desarrollo cultural, la mejora social, y pervierte los valores humanos fundamentales, deberá desaparecer como tantas otras costumbres que ya no existen (los duelos). El dilema estará si se combate, se defiende o se deja pasar. Además, hay que contar con los beneficios económicos de algunas tradiciones, que pueden ser irrenunciables en demasiados casos. Hay que contar con que están surgiendo otras costumbres, propias de una sociedad muy diversificada y plural, donde no todo el mundo se siente cómodo o existe la necesidad de regulación para no generar caos o peligros. No se puede opinar alegremente en cuanto aparece un conflicto, sin sopesar orígenes y consecuencias

Tendremos que aguzar el ingenio para transmitir valores y combatir prejuicios sin entrar en las trampas que nos ponen para que se hagan virales los temas que les interesan electoralmente y favorecen sus visiones. Está demostrado en todas las experiencias de estos últimos años. Sin rehuir los debates esenciales, hay que transformar el núcleo de los mensajes hacia los auténticos temas donde se centran los problemas de las clases trabajadoras. El valor de los servicios públicos, el peso democrático de los derechos fundamentales, el conflicto capital trabajo, los fundamentos de un modelo federal, la denuncia de todas las argucias de los poderes económicos y de la sociedad de consumo, las mentiras de los ejes del neoliberalismo. Lamentablemente, no tengo claro que las izquierdas compartan los valores fundamentales que pueden cimentar la batalla ideológica ni que sepan o quieran priorizar en función de las necesidades y las posibilidades de las clases trabajadoras. Mi ingenuo deseo es que se realice, la costumbre sería decir ¡ojalá! Por su contundencia es una expresión excelente, pero sabiendo el origen como no soy creyente prefiero no usarla aquí.

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