sábado. 20.04.2024
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Felipe Gonzáles y Belén Barreiro, directora del Laboratorio de la Fundación Alternativas. (Foto: Fundación Alternativas)

Estuve en Caixa Forum en la presentación del "Informe 2014 sobre la Democracia en España: democracia sin política", de la Fundación Alternativas. Los responsables de la publicación, Joaquín Estefanía y Belén Barreiro, subrayaron el enorme nivel de desconfianza y desafección de los españoles en las instituciones políticas nacionales y europeas. El tercero más elevado de Europa respecto a las propias y el 2º, detrás de Grecia, respecto a las europeas (hablamos del 70%-80%). Ambos coincidieron en la peligrosidad de la fractura entre ciudadanía y élites. Estefanía hizo hincapié en la conciencia general de que la crisis ha sido gobernada para favorecer a los ricos a costa de los demás y en medio de una gran corrupción. Barreiro que hubiera preferido como título del informe "política sin democracia", hizo hincapié en la imperiosa necesidad de que los políticos digan la verdad a la gente sobre los temas vitales del gobierno y la sociedad.

Pere Portabella manifestó su simpatía por todo lo que se mueve: 15M, mareas, Podemos, movilización social del soberanismo catalán, etc.

Y el último en hablar fue Felipe González. Hay que reconocer que sigue diciendo cosas que interesan aunque no se esté de acuerdo con ellas. Al principio fueron sus anécdotas de expresidente que se sigue codeando con las élites políticas (y económicas) del mundo. Contó como De la Rúa le llamó en diciembre de 2000, para pedirle consejo para salir de la tremenda crisis política que asolaba Argentina y que, cuando llegó a Buenos Aires, el que se había ido del país y de la presidencia era De la Rúa. Añadió González que para cubrir su ausencia pidió conversar con alguien en que la gente confiara, si es que había alguno, y le dijeron que el único era un obispo llamado Bergoglio, con quien tuvo una larga conversación. O como la presidenta Dilma Rousseff, quince días antes de que estallara en Sao Paulo el movimiento de los indignados brasileños, le contaba que en Brasil no podía suceder nada similar a lo que había ocurrido en España.

Sobre la crisis y su gestión, Felipe González dijo algunas cosas interesantes. Situó entre sus causas la pérdida de soberanía de los Estados frentes a los mercados y el aumento de la desigualdad en el reparto de la riqueza. Criticó la gestión europea de la crisis comparándola con la realizada por el gobierno de los EE UU, y afirmó que el mal diseño del euro había agravado la situación. Se refirió a las conclusiones de la cumbre de Pittsburgh del G20 para decir que la regulación financiera que allí se preconizó no se ha realizado en absoluto y que el capital financiero sigue comportándose igual que antes de la crisis y que ello está llevando a la incubación de una nueva burbuja de activos financieros. Ante algunas de estas afirmaciones, sobre todo las relacionadas con la gestión de la crisis en Europa y España, cabría preguntarle cuales fueron sus opiniones sobre lo que hizo el gobierno de Zapatero a partir de mayo de 2010, y cual debiera haber sido la alternativa de la socialdemocracia europea a los diktats de la canciller Merkel en todos estos años (y aún ahora, que seguimos sin conocerla). Pero, en fin, bien está que se situara en el campo de la crítica a conductas y situaciones tan evidentes (excepto para quienes mandan).

Pero, al final, Felipe González patinó al translucir lo mal que le han sentado los espectaculares resultados electorales de Podemos. Sin nombrar, eso sí, a la estrella ascendente de la política española. Lo hizo con dos frases contundentes. En la primera se reivindicó como miembro de "la casta": "Soy miembro de la casta y como miembro de la casta universalicé la asistencia sanitaria en España". El problema no es que reivindique una de las cosas buenas que hizo mientras gobernó en España, cosa no sólo comprensible sino necesaria, el problema es que "casta" significa para muchos, y no solo para Pablo Iglesias, todo lo malo de la política española (y europea y mundial, si se quiere, pero vivimos y sufrimos en España): corrupción, puertas giratorias (la suya le ha reportado muchos beneficios económicos), desprecio de los intereses de las mayorías, acatamiento de los intereses del poder económico, autoritarismo y represión policial y judicial de la protesta, mentiras, insufribles -por vacías y engañosas- campañas electorales, etc. Y de eso a Felipe González no se le ha escuchado decir nunca nada o, por lo menos, yo no lo recuerdo.

Pero peor aún fue la referencia al supuesto bolivarianismo de Podemos: "Sería catastrófico que prendiesen alternativas bolivarianas que conducen a lo de siempre: se reparte igual pero miseria, salvo la nomenclatura que nunca se queda con miseria". Colocándose en la misma óptica crítica que los medios de la derecha y del TDTparty, González demuestra su alejamiento de la realidad y su incapacidad para comprender la crisis política española y el modo de enfrentarla. Lo cual es muy lamentable porque una de las componentes más importantes de esa crisis es la crisis de su partido, el PSOE, crisis de liderazgo pero, sobre todo, crisis de su ideología y de su política. Y como soy de los que sigo pensando que sería muy bueno para la izquierda y para los españoles que el PSOE pudiera resolver bien su crisis, lamento profundamente que Felipe González, que sigue teniendo una influencia importante en el PSOE, pueda descalificar de forma tan sectaria y ramplona uno de los fenómenos nuevos y esperanzadores de la política española.

Yo le diría a Felipe González que, a pesar de los viajes que hayan podido hacer Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero a Caracas, Podemos, hoy por hoy, nada tiene que ver con el bolivarianismo venezolano. Tiene que ver con una crítica de izquierdas radical al funcionamiento de la democracia y del capitalismo en España y en Europa. Crítica muy justificada, por cierto, en la mayoría de sus argumentos. Algunos de ellos los compartió González, "en tono moderado" eso sí, en su charla. Y tiene que ver con el hecho de ser el referente político del 15M, movimiento que llegó a tener la simpatía del 80% de los españoles. Lo que sea en el futuro Podemos no lo sé, ni lo sabe casi nadie. Porque, afortunadamente, tiene su futuro por escribir. Y esto es hoy un valor en la política española. 

Las dos caras de Felipe González