viernes. 29.03.2024

Empieza a ser insoportable. No es posible convertir a la esquizofrenia en el estado natural del cuerpo social español sometido a diario a todo tipo de debates, muchas veces más emocionales que racionales, muchas más veces más artificiales que reales, siempre alentados por un clima electoral que, en España, es permanente. La medida de todas las cosas ha pasado a ser, con independencia de los valores de fondo, el supuesto efecto rentable del disparate. El titular de prensa más agresivo-se corresponda o no con la realidad- se exhibe como una conquista por parte del gabinete de comunicación política que haya conseguido su destaque. Nada importa la escasa representatividad del medio impreso que se avenga a ser cómplice inicial del mensaje. La fe notarial de lo publicado sirve para alentar su multiplicación durante horas, como una verdad incuestionable, en los espacios audiovisuales y, ahora, en las redes sociales. El desmentido, cuya elaboración ocupa algún tiempo en formularse si se aspira a aportar la documentación necesaria para salir al paso de una fabulación, se recibe con escepticismo cuando no como una agresión por parte de los creadores del infundio. Los que se hicieron eco de él y lo alentaron con sus opiniones basadas en el prejuicio y en el claro alineamiento en las filas contrarias al grupo o a la persona a la que se pretende denigrar, queda oscurecido o manipulado mientras la mancha se extiende ,indeleble.

La penúltima víctima de esta estrategia ha sido el secretario general del PSM a cuenta de sus retribuciones .Antes, el presidente del Congreso de los Diputados. Cualquier político socialista está en el punto de mira. No hay que esperar-porque nadie lo ha hecho-que los tribunales mediáticos de excepción, interroguen, por ejemplo, al señor Granados sobre la compatibilización de sus responsabilidades como secretario general del PP de Madrid, diputado de la Asamblea y senador nacional. Ni una pregunta sobre esa cuestión al político conservador, mientras a diez metros de distancia el dirigente socialista se sometía a un severo interrogatorio no ya sobre hechos negados rotundamente sino sobre intenciones. ¿Una anécdota? No. Al socialismo español se le ha declarado “bajo sospecha”. Incluso cuando se trata de la designación de una ciudad española como capital cultural. “El gobierno socialista se lo ha entregado a ETA”, acabo de leer y luego escuchar con absoluta impunidad. No importa que una ministra, Rosa Aguilar, y alcaldes como Belloch y Saavedra, socialistas, hayan criticado la decisión. O que el PP de Euskadi la célebre como un éxito conjunto de los donostiarras gracias al buen trabajo de otro socialista, Odón Elorza. El gobierno es culpable, con la misma dosis de verdad que cuando”entregara” Navarra a la banda terrorista. Si cuela, cuela. Y hay un terreno abonado para que fructifiquen las plantas venenosas. Desafío a cualquier observador de la realidad política europea a encontrar un país en el que se soporte un clima de zarandeo a la opinión pública como en el nuestro. En este capítulo sí que batimos el récord de la “prima de riesgo”. A nivel tercermundista.

Bajo el imperio del disparate