viernes. 29.03.2024

En el panorama de la representación política las evidencias dicen que la mayor volatilidad se da en el espacio de la izquierda. Que a quien más afecta la desafección, la desconfianza y la irritación ciudadana con la cosa política es a ese espacio que hace de la participación en la cosa pública su misma razón de ser. Ese incremento del umbral de incertidumbre respecto al futuro de los partidos nos afecta a todos aunque no de la misma manera.

Ahora mismo el PSOE sufre de manera especial el descrédito por una gestión impropia y espúrea de la crisis que ha servido en bandeja a la derecha más talibanizada la excusa para arremeter sin límites contra el estado del bienestar y los derechos sociales. El PSOE preparó el camino a lo que ha venido después. La reforma exprés de la constitución solo fue un ejemplo más de un fin de legislatura tan agónico como irresponsable. Precisamente, el argumento de la responsabilidad usado sin mesura por Zapatero y su equipo ponía de relieve el despiste de la socialdemocracia respecto a lo que estaba ocurriendo y su ausencia de alternativas sistémicas. El agotamiento de determinado tipo de reformismo era la expresión de una crisis política que caminaba en paralelo con el fin del estado social.

En este panorama, la izquierda alternativa tiene una oportunidad. No tanto porque el desastre en el que estamos nos permita, por fin, generar confianza a la sociedad. No es eso. Pero sí hace más pensables nuestros argumentos; nos ofrece como voto-refugio para votantes despechados de otras opciones y, en el mejor de los casos, aparecemos como una esperanza para mucha gente que ya vive sin ella. Pero eso último todavía no nos lo hemos ganado. Nuestro incremento electoral pone de manifiesto que aún no somos una alternativa creíble para la mayoría y que, a duras penas, conseguimos aglutinar una parte del voto agraviado por la crisis y desilusionado con otras alternativas electorales.

Es importante este matiz respecto a cómo debe leerse nuestro incremento en las expectativas electorales y todos los desafíos que nos quedan por delante.

Desde Izquierda Abierta ni hemos pensado ni hemos imaginado otra cosa que no fuera una Asamblea de acuerdo y de entendimiento. Participamos de una gran consenso respecto al diagnóstico de la situación y a sus eventuales alternativas. Y las diferencias que singularizan nuestra propuesta tienen por objetivo sumar y no restar. Señalar una insuficiencia es reivindicar que las cosas se pueden hacer mejor o que se puede hacer más respecto a alguna cuestión en particular.

Nuestro proyecto como partido se afirma en propuestas que han sido sentidas y compartidas por esta organización aunque quizá no, de la misma manera. Y este es el momento para poner el énfasis en las posibilidades. Este es un momento para construir un gran espacio de referencia de una izquierda alternativa con proyecto estatal. Sin esa emergencia el repliegue sobre las identidades más próximas empieza a ser la única esperanza que le queda a mucha gente. Pero sin un proyecto de país, una buena parte de ese refugio no será más que un señuelo para quedar atrapados en el espeso magma de los pequeños nacionalismos excluyentes. El partido de nuestra vida presente y futura se juega en escenarios globales y desde una izquierda alternativa fuerte y comprometida, deberemos aspirar a darle un buen meneo a un proyecto europeo mercadocéntrico, germanizado y deficientemente democrático.

Las oportunidades dicen que este es el momento para acelerar el proyecto constituyente de la izquierda transformadora. Y que ese proyecto pasa por acuerdos, compromisos y diálogos con las izquierdas realmente existentes en nuestro territorio, sin sectarismos y sin mirar hacia atrás. Nadie entenderá que cuitas del pasado malogren el proyecto de construir una alternativa que dispute a la derecha salvaje que nos gobierna la hegemonía política y cultural.

Ese camino puede y debe caminar en paralelo con el de construir un gran Frente Amplio, un bloque político y social que de refugio y esperanza a millones de personas que necesitan creer que es posible una vida diferente a la basura que ofrece el poder económico y sus mamporreros políticos.

Izquierda Unida es, hoy, la expresión política organizada más potente de que disponemos. No es la única y en algunos lugares, apenas se tiene noticias de ella, pero sigue siendo (y puede serlo más) un instrumento para articular esos dos procesos tan esperanzadores como ambiciosos: reconstruir la izquierda alternativa y organizar un frente amplio por una vida digna.

Esta Asamblea podría haberse pensado en claves más orientadas hacia la sociedad, menos mirándonos a nosotros/as mismos/as. Pero servirá, también, si los mensajes sobre qué hacer para disputarle la hegemonía a la derecha son integradores, generosos y abiertos; servirá si nuestras propuestas buscan un punto en el que encontrarse con la sociedad para dialogar y sumar; servirá si no somos arrogantes en la mirada que ofrecemos sobre los movimientos sociales y sus acciones y reivindicaciones; servirá si sabemos decirle a la sociedad que en IU se suma y se integra.

Para que esta Asamblea sirva es para lo que trabaja, desde la humildad, Izquierda Abierta. Y el lunes 17 de diciembre será, para nosotros y nosotras, un día más para colaborar en construir una alternativa frente a la barbarie y la desesperanza.

Gaspar Llamazares, Diputado de Izquierda Unida y Co-portavoz de Izquierda Abierta
Pedro Chaves, Miembro de la ejecutiva federal de Izquierda Abierta

Una oportunidad para la izquierda alternativa