jueves. 28.03.2024

El sábado 9 –día nacional de la Comunidad Murciana y Perejil- el hijo de Mariano Rajoy Sobredo, presidente que fue de la Audiencia Provincial de Pontevedra durante el caso Redondela, de casta le viene al galgo, habló con Merkel y le dijo: Oye nena que ni España ni yo, que soy registrador de la propiedad –sí, de la propiedad- en Santa Pola, necesitamos que nos des un duro, pero me lo vas a dar porque soy más alto que tú y tengo varios hermanos notarios del reino. Merkel, acojonada, llamó a sus esbirros de Bruselas: Estoy asustada, de inmediato  -pálida- ordenó: darle a Rajoy lo que pida que este tío impone. Al día siguiente, accediendo dadivosamente a la petición de la turba internauta enfurecida –él tenía pensado ir a pasar la mañana a la Casa de Campo con su osito de peluche- compareció ante los medios de comunicación como si hubiese sido el Cid Campeador y dijo, absolutamente convencido, la verdad: A mí no me ha presionado nadie, he sido yo quien ha presionado a los filibusteros de la Unión Europea. Me han oído se han puesto a temblar y me han dado un cheque en blanco para que nos lo gastemos en las chuches. Haciendo gala de un patriotismo que no lo supera ni Artur Mas cuando se pone la Senyera de colcha, Rajoy Brey admitió que la única presión recibida vino del Presidente de la República católica papal de Polonia, quién le dijo que le había sacado una entrada en preferente para el partido de fútbol España-Italia y que sería un desaire imperdonable su ausencia de todo punto injustificable. Una vez más, Mariano Rajoy –el de ahora, no el de Franco, o no sé, tal vez sean el mismo- se sacrificó por nosotros anteponiendo el interés general al personal: Esa tarde, la del partido, había pensado dormir una siesta de 4 o 5 horas, pero no, él es un hombre disciplinado, austero, un español comodiosmanda, y nos explicó su sacrifició:  volaré durante tres horas, veré las dos horas de partido y volveré a volar otras tres horas para regresar justo a tiempo para comerme el huevo pasado por agua y una pastillita que me mandó mi primo el científico para la jeta. Estamos, pues, y es justo reconocerlo, ante un ejemplar único, ante un ser no catalogado en los grandes tratados de zoología, ante un nuevo Hércules que debe ser estudiado con toda minuciosidad para contribuir a la creación de ese hombre nuevo que todos esperamos con ansiedad.

Desde la llegada de Mariano Rajoy al poder –Él sabrá por qué, lo cierto es que la mayoría de las personas no estamos capacitados para entender lo que ese hombre dice- se han cerrado decenas de centros de salud; se han despedido a miles de maestros y médicos; se han alargado las listas de espera incluso para enfermedades de urgente intervención; se han paralizado buena parte de las obras públicas; se ha dado una cantidad de dinero tan descomunal a la banca que, al menos, quien esto escribe, no sabe los ceros que tiene; se han despedido a miles de científicos que, mal pagados pero con mucha vocación, eran lo mejor de nuestro futuro; se ha disminuido la ayuda al desarrollo a la mitad; se ha dicho que hay que cerrar un montón de universidades públicas mientras se ha reclamado que los toros sean patrimonio de la Humanidad; se ha apaleado por órdenes de su ministro del Interior a jóvenes y niños que pedían un poco de calor para sus escuelas y se ha intentado quitar la financiación y desprestigiar todos los servicios púbicos esenciales con el único fin de privatizarlos siguiendo el modelo existente en Estados Unidos. Sin embargo, no se ha tocado un real de los 9.000 millones que anualmente recibe la Iglesia católica del Estado para deseducar ciudadanos y otros negocios de dudosa etiología; apenas se ha tocado el presupuesto de Guerra y nuestras tropas siguen contribuyendo a destrozar países en los que nada pintamos; se ha tirado por los suelos al Banco de España –se puede y se debe criticar a quienes lo dirigen si lo hacen mal, pero atacar directamente a la institución esconde intereses bastardos- y a los organismos de fiscalización del Estado al encargar a dos consultoras privadas con conexiones espurias la auditoría de la banca del ladrillazo; se ha destrozado por completo el modelo de televisión pública independiente y de calidad que se había comenzado a esbozar en la anterior legislatura; no se ha elaborado ni un solo plan de lucha contra el paro –principal problema de España-, ni se ha tomado resolución alguna para poner en venta o alquiler los miles de pisos que siguen en manos de los bancos; se ha permitido que esos mismos bancos que provocaron esta crisis junto con el Gobierno Aznar-Rato que puso las leyes ad hoc, continúen dejando a miles de personas sin hogar; se ha consentido y aplaudido la expulsión de la carrera judicial del juez que más ha luchado por los derechos humanos y contra las dictaduras Latinoamericanas, incluida la nuestra; se ha convertido a las fuerzas de orden público en un instrumento de lucha de clases al servicio de los poderosos; se ha autorizado una subida de tasas universitarias y una disminución de becas que inevitablemente impedirá estudiar o seguir sus estudios a miles de personas, cerrando todavía más sus escasas posibilidades de futuro; se ha estigmatizado a los sindicatos de clase y a los jóvenes mejor preparados de nuestra historia llamándolos “perroflautas” y mandándole a los grises; se ha nombrado Fiscal General del Estado a un señor que es hijo de un franquista contumaz y que no ve indicio de delito alguno –lo único que ve es cine- en la conducta del jefe de los jueces en sus viajes a la Costa del Sol; se ha establecido la impunidad como norma de vida al dejar en libertad –como no, si son de los suyos- a todos los que han perpetrado este disparatado y brutal atraco.

El Gobierno formado por Mariano Rajoy Brey es una calamidad nacional, un gobierno de ineptos cuyos miembros –sin excluir a uno- podrían haber formado parte del último de Franco, pues ninguno de ellos han condenado ese régimen abyecto y criminal. Como aquellos gobiernos de entonces, el interés general no existe, un montón de hijos de Escrivá de Balaguer y de Milton Friedman han tomado las instituciones y no responden de sus actos ante nadie, faltaría más. La mano invisible que rige el mercado no es invisible sino que tiene nombres y apellidos y en su altar mayor se está sacrificando a un país entero que no tiene ninguna responsabilidad en los hechos que nos atribulan. A fuerza de hablar de democracia la han convertido en un término tan vacío como el comunismo en China, reduciendo los derechos ciudadanos a la emisión del voto trucado por la ley electoral una vez cada cierto tiempo y a callar.

No hay ningún derecho seguro, se ha sustituido la legislación laboral por otra de origen decimonónico, la incertidumbre anida en cada uno de nosotros y todos tememos despertar ante lo que nos pueda deparar el nuevo día. Se llama reformas a las contrarreformas medievales, libertad a la dictadura de los mercados, educación a la que imparten los curas, justicia a no ver delitos en las conductas más despreciables, e igualdad a tener ya más de un veinte por ciento de la población en situación de pobreza extrema sin que el Gobierno diga esta boca es mía, todo esperando a que la aplicación dictatorial de las “leyes” de la Escuela de Chicago, impuestas a mazazos, den el fruto deseado: Desmantelar el Estado por agotamiento financiero y entonces proceder a montar el mayor negocio de la historia: La privatización de las pensiones, la sanidad y la educación.

Ante esta situación de alto riesgo para la supervivencia de la democracia y, por tanto, de los derechos fundamentales recogidos en la Constitución de 1978 y en la Declaración Univeresal de los Derechos del Hombre, ante la entrega de la soberanía económica a la UE y el FMI, instituciones totalmente letales, la ciudadanía tiene que responder con contundencia, pues no podemos caer en el desatino de entregar a los que vienen un país sin esperanza y sin ley. Las barricadas son una solución, hay otras muchas, cualquiera menos el quietismo.

Ante el rescate: ¡A las barricadas!