martes. 23.04.2024
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Foto: Prudencio Morales

De nada vale la pataleta de no querer ir a negociar, mirar para otro lado y no sentirse concernido

El PP ha decidido cambiar la forma de elegir y gobernar los ayuntamientos y lo va a hacer.

Nadie, con dos dedos de frente, podía pensar que, siendo como es el PP, se iba a quedar de brazos cruzados, aceptando como un corderito ir al matadero, y perder las alcaldías de la inmensa mayoría de capitales y ciudades importantes que ahora detenta.

Lo sorprendente es que ante ese cambio previsible, anunciado y decidido, la oposición no haya salido con una propuesta sólida y alternativa, creíble y argumentada, conformándose con una crítica formal, tan correcta como inútil y melancólica. “Quedémonos como estamos y ya veremos dentro de unos años”.

La agenda política a veces, normalmente siempre, la marca quien gobierna y no vale esconder la cabeza bajo el ala.

Esta actitud timorata minusvalora dos cosas:

En primer lugar la percepción mayoritaria en la sociedad española, convencida que donde más corrupción y cambalaches ha habido y hay entre grupos de interés y personas indeseables es en los ayuntamientos. Incontables son los casos de alcaldes, concejales, técnicos, empresarios, etc., saliendo en los telediarios camino del banquillo de los acusados. No se trata aquí de hacer la lista pero si decir que el gran éxito de la excelente serie de Televisión, basada en la no menos excelente novela de Rafael Chirbes, Crematorio, no es ajeno a ese sentir mayoritario. Son demasiados los concejales de urbanismo pasados en la época del boom al mundo inmobiliario y los estrechos lazos entre constructores y munícipes.

Probablemente eso no se arregle con la reforma del sistema electoral pero algo hay que hacer y mucha gente lo demanda.

En segundo lugar si aceptamos las actuales reglas de juego, y no creo que tengamos unas mejores a corto plazo, hay que reconocer que si un partido que gobierna la mayoría de las instituciones de este país, además con mayoría absoluta, quiere cambiar la ley que rige el sistema para elegir alcaldes, lo va a hacer.

Por tanto de nada vale la pataleta de no querer ir a negociar, mirar para otro lado y no sentirse concernido. En mi opinión debe plantearse una propuesta que cuente con el apoyo de la mayoría de las fuerzas de la oposición y negociar la reforma como se ha hecho en otras ocasiones.

El sistema que actualmente tenemos posibilita que el Alcalde gobierne en minoría en el pleno del Ayuntamiento, con dificultades pero sin muchas complicaciones.

El caso para analizar es sin duda San Sebastián. Odón Elorza ha sido alcalde desde 1991 hasta 2011, siempre en minoría, y con el apoyo de diversos partidos, unas veces el PP, otras el PNV o Ezker Batua. En el 2011, Juan Carlos Izaguirre, fue elegido alcalde con 8 votos de los concejales de Bildu, de 27 que tiene el pleno. El candidato socialista Ernesto Gasco sacó 13, con los votos de PP y PSOE. Al no tener mayoría absoluta de 14, es alcalde el candidato de Bildu.

¿No hubiera sido mejor dar la palabra a los ciudadanos y que hubieran elegido entre los dos con más votos?

Esto no es óbice para decir que la ciudad sigue tan preciosa y limpia como siempre.

¿Qué creo se debe proponer?

Coincido con el criterio que deben ser los ciudadanos los que elijan y nombren al alcalde y las candidaturas, respetando las competencias del Pleno y estableciendo una política de transparencia y dación pública de cuentas a la población.

Cualquier reforma que se precie de tal en la actualidad, debe ser sensible a las exigencias ciudadanas de mayor participación, consultas directas ante temas relevantes, paredes, suelos y techos de cristal en la gestión.

Un domingo se presentan todas las candidaturas que se quieran. Si una saca el 45 o el 50% de los votos no hay más que hablar. Se le nombra alcalde y punto. En esas circunstancias estarán muchas ciudades si se repiten los resultados de hace 4 años. Es una realidad que los alcaldes que hacen bien las cosas, independientemente del partido que les presente, suelen tener mucho apoyo ciudadano.

Esa primera barrera puede animar a que previamente haya acuerdos entre partidos, coaliciones, etc.  O no. Ya se sabe que hay mucha gente que prefiere ser cabeza de ratón a cola de león. 

Si ninguno saca el 45 o el 50%, en una o dos semanas se vuelve a votar  entre los dos candidatos que hayan obtenido más votos en la primera ronda.

Ahí se abre un abanico de posibilidades y alianzas entre los contendientes y aquellos que hayan quedado eliminados. Los electores después harán lo que quieran. Abstenerse, votar a quien le sugiera su candidato eliminado preferido o votar a otro.

En casi todos los sistemas electorales del mundo para cualquier ámbito de gobierno, no es necesario alcanzar el 50% de los votos para gobernar con mayoría absoluta.

Conviene recordar que Felipe González en 1989, alcanzó 175 diputados, el 50% del Congreso, con un 39,6% de los votos. Sólo un sistema proporcional puro de circunscripción única, mantiene una relación directa entre votos y cargos electos.

El sistema de doble vuelta, en sus diversas variantes y con amplia tradición en otros países, sin ser una solución mágica, puede ayudar a la conformación democrática mayoritaria que propicie gobiernos municipales estables, en un país como el nuestro donde cada vez surgen más opciones y nos encontramos con Parlamentos autonómicos y ayuntamientos con 6 o 7 grupos y las encuestas nos anuncian que puede incorporarse alguno más.

En las fases previas a las elecciones todos hablan de unirse pero la realidad es que a la hora de la verdad cada uno va por su cuenta.

Por ello creo que las fuerzas presentes en el Parlamento, donde se va a votar la reforma, presenten con claridad sus propuestas, se pongan a negociar y ofrezcan un sistema electoral mejor que el actual.  Si no hay acuerdo, se vota en contra de la propuesta y posteriormente se toman las medidas políticas adecuadas y se establecen las alianzas necesarias ante la nueva situación.

Es la hora de la Política. Ya estamos tardando.


Por Juan José Azcona Olóndriz | Economista

Alcaldes. Mayorías municipales, mayorías ciudadanas