jueves. 25.04.2024

Día 23 de mayo. Seis de la mañana, urgencia personal de ir a Madrid. No hay billetes. Insisto. No hay nada que hacer, cuando me alejo de la taquilla, el señor de RENFE me llama, ha habido una cancelación en preferente. ¿Qué vale? Cien euros. Es igual, tengo que ir. Por principios jamás he viajado en preferente y mientras no concurran circunstancias similares a las de ese día, no lo volveré a hacer. Le llaman preferente, pero me colocan en el único asiento que tiene a otro pasajero enfrente, dónde no te puedes estirar ni relajar, menos si tu vecino es un pelmazo. ¿Vas para Gijón? No me quedo en Madrid. Bueno, estaremos tres horas juntos. L que se me viene encima. Vaya paliza que les hemos dado, los hemos arrasado, barrido, es un día histórico. Perdone señor, ¿a qué se refiere? Hombre a las elecciones de ayer, hemos acabado con los hijos de puta del PSOE y a los otros apenas se les ve. ¿Nos conocemos de algo para que me hable así? ¿Usted sabe si yo he arrasado a alguien o me han arrasado a mí? No, perdone, pero es que pienso que esto es una alegría muy grande para todos los españoles. Bien, para mí es todo lo contrario y pienso que es una falta de respeto y de educación su forma de inmiscuirse e invadir el espacio personal de alguien a quien no conoce ni sabe lo que piensa. Me hago el dormido, pensando en que el asunto está zanjado. Pasa una chica con los periódicos. Hago como que abro un ojo, y lo abro. Veo las cabeceras, Expansión, La Gaceta, La Razón, El Mundo, ABC, La Verdad, El País, Público. Mi vecino, raudo, coge, sin cortarse, La Gaceta, La Razón y el ABC, lo tiene muy claro, pero no sé por qué no coge El Mundo, se le escaparía. Señor, usted no desea prensa, miro y dudo, no sé. Me decido y agarro Público. Lo pongo encima de la mesita, y lo dejo sin abrir. Vuelvo a simular el sueño para evitar al preferente. No lo consigo. A los pocos segundos, se me abalanza entre risotadas, mira, mira que chiste más bueno; mira, mira como estaba ayer la calle Génova, y luego dicen que si la Puerta del Sol, ahí es dónde está España. Por favor, no pienso como usted, sino todo lo contrario, ¿es posible que me deje dormir un rato? Se calla, cerca de Aranjuez me levanto, voy al aseo y regreso a mi asiento. El pelmazo lleva un libro de Arturo Pérez Reverte, que es de los nuestros. Perdone, me dice, no he querido molestarle, sólo compartir con usted mi alegría y decirle que ahora es el momento de arrimar todos el hombro, ahora sí. ¿A qué se dedica usted, si no es mucho preguntar? Intermediación de seguros y Agencia Inmobiliaria. ¿Y usted? Yo soy rojo, creía que lo había notado por la educación, pero era mucho creer. Desde el primer momento de su acoso, debería haberle mandado a cierto sitio, quédese en él, por mucho que lo intente no podrá salir. Buenos días, encantado de conocerle, espero no coincidir a la vuelta, vamos estoy seguro, porque viajaré en turista. Adiós.

Cuento esta experiencia personal porque creo que describe bien lo que está pasando en este país. Asistir a una reunión de un partido de izquierdas, resulta sencillamente deprimente, apenas hay nadie, y mucho menos gente joven. La gente discute sobre puestos, listas, en qué lugar va este. No hay jóvenes, no hay nadie. En una reunión del Partido Popular o de CIU o del PNV hay cientos de personas, jóvenes, maduras, mayores, de todas las edades, no hay discrepancias, apenas discuten y si lo hacen es por tonterías personalistas: Tienen muy claro cuál es su objetivo, para todos el mismo, con el añadido de que hoy es más fácil ver a trabajadores en una reunión o un mitin del PP que en cualquier otro sitio. La moral del dinero fácil, del sablazo, de la corrupción, del clientelismo se ha introducido en la médula de este pueblo desde la llegada al poder de Aznar, la mayor ruptura habida hasta ahora en el proceso democrático de la restauración monárquica. El facha presume de facha, el ladrón presume de ladrón, el crápula de crápula y al apolítico siempre le gustaron las gaviotas sobre fondo azul.

Son conscientes de su poder, de que nadie desmanteló la nomenclatura fascista, de que el poder real, que es el económico ha sido, es y será de ellos, que los otros, son unos aprendices y han sido barridos para siempre. Nadie reglamentó las procesiones de semana santa porque eran tradición, ocupan la calle cuando quieren y sus hermandades las presiden, normalmente, buena gente de toda la vida; nadie ha hecho cumplir las leyes sobre los equipos de fútbol, la mayoría de sus presidentes son también de la buena gente y se las han ingeniado para recibir dineros de las arcas públicas e identificar fútbol con ciudad o nación; nadie ha querido implantar en España una enseñanza laica y única, la educación, desde hace dos décadas, en todas la mayoría de las comunidades de España, incluida Cataluña y el País Vasco, está en manos de los curas y la oligarquía económica: Yo soy rojo pero llevo a los niños al colegio concertado porque les enseñan disciplina, no hay chusma y allí pueden conocer a gente bien situada que les abra el camino en un futuro, pero yo soy rojo. Nadie se preocupó de introducirse en las cofradías que organizan las fiestas de los pueblos, ellos sí y copan todos los cargos de esas instituciones que se atribuyen el mérito de ser la quintaesencia de lo popular y de la máxima expresión de la alegría del pueblo al que tanto quieren, para esclavo.

De momento la suerte está echada, ayuntamientos y comunidades autónomas de toda España están en manos de la derecha nacionalista castiza y católica española –por suavizar calificativos- y de derecha castiza y católica catalana y vasca. Zapatero después de promover en un principio leyes que ampliaban derechos políticos y sociales, se inmoló cuando la crisis particular y la global mandaron parar. El mejor parlamentario de España, que es probablemente Gaspar Llamazares, no tiene ningún apoyo mediático y probablemente por esos dos motivos, esté a punto de acabar su carrera política, y el resto de grupos siguen debatiendo sobre el sexo de los ángeles mientras en Sol se grita contra los políticos como clase cuando la única alternativa a la política es la guerra, o sea el militarismo. Es precisa y urgente una regeneración integral de la vida política española porque estamos, ahora sí y para mucho tiempo, al borde de un abismo. No hace falta que se culpen unos a otros ni que atribuyan los resultados electorales a la crisis o a la manipulación mediática: Los partidos de izquierda no tienen vivero, no atraen a los jóvenes de hoy en día, la última generación que alimentó a esos partidos tiene cincuenta años, por debajo no hay nadie y lo que hay, mejor no verlo. Hoy casi nadie se atreve a decir en público que ha votado al PSOE, muchos tampoco a Izquierda Unida ni a otros, no encuentran interventores ni apoderados para las mesas cuando el PP podría tener diez en cada una. ¿No me digan, por favor, que el problema no es de otra índole? La izquierda tiene que volver a demostrar que es de izquierdas, que no pertenecen a la clase política profesional, que una persona es sustituible por otra en cualquier momento, que hay un proyecto irrenunciable de futuro que pasa por la fraternidad y la igualdad, que no importan las personas sino las ideas y que para que las ideas sigan siendo creíbles hay que demostrar que se tiene una conducta y una ética irreprochable y que cuando hay que irse, uno se va y vuelve a la calle que es dónde tiene que estar, el sitio al que ha de volver la izquierda si no quiere desaparecer en menos de una década.


¡Vivan las caenas!: Todo el poder a los reaccionarios