jueves. 25.04.2024
ORENCIO OSUNA • JUAN C. MONEDERO (II)

“Hasta ahora, la España del privilegio siempre ha sido capaz de frenar a la España más innovadora"

Charlas Nueva Tribuna: Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, acaba de publicar un libro “La Transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española”, un texto vibrante, comprometido, profundo y pleno de actualidad, pone su foco en la Transición como origen de la “democracia de baja densidad” que caracteriza a España. Nuestro colaborador Orencio Osuna interroga y debate con el profesor Monedero sobre su nuevo libro. Ver la Charla íntegra en versión PDF [Descargar]


Orencio Osuna y Juan Carlos Monedero

Orencio Osuna. ¿No tiene esto que ver con la fabricación de un relato angelical sobre  la superación del mito de las dos Españas sobre la base de denigrar a los defensores de la legitimidad de la República mediante una burda equivalencia en las culpas de unos y otros?

Juan Carlos Monedero. Claro. Porque esa mentira entronca directamente con otra gran mentira paralela. Después de 24 años de celebrarse en la España franquista que la España buena machacó a la antiespaña, en el vigésimo quinto año deciden celebrar en vez de la victoria, la paz, construyendo una nueva matriz de opinión: la guerra civil no fue producto de un golpe de Estado en donde unos machacaron a otros en nombre del privilegio del antiguo régimen sino que fue una locura de los viejos tiempos, de esa España sempiternamente obligada a enfrentarse una con otra. Se repartieron las culpas, y, siendo todos culpables, nada mejor que el olvido.

No es verdad que haya habido dos Españas enfrentadas, sino que ha habido siempre una España del privilegio que ha sido capaz de frenar el desarrollo de una España más innovadora, más moderna

Algunas simplificaciones de nuestra cultura ayudan a esa interpretación: el duelo a garrotazos de Goya, el epitafio de la noche de difuntos de Larra diciendo: “aquí yace media España: murió de la otra media”, el verso de Machado “españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Esa construcción cultural es falsa, porque no es verdad que haya habido dos Españas enfrentadas, sino que ha habido siempre una España del privilegio que ha sido capaz de frenar el desarrollo de una España más innovadora, más moderna. Es la historia de nuestro país resumida por Ramón Carande cuando afirma: “España: demasiados retrocesos”.

Una vez que has reinventado el pasado borrando de la foto la idea de que una España venció militarmente a la República con ayuda de Hitler y Mussolini, después de asustar con la idea de que aquello fue una locura genética que tenemos que superar, es muy sencillo armar una democracia tutelada, donde la idea de “consenso” te obliga a no hacer ningún ruido. De los barros de esas mentiras vienen los lodos de una extrema derecha agazapada dentro del Partido Popular que sigue teniendo en su cabeza la referencia de la legitimidad de la victoria en la guerra civil. La trampa es terrible, porque son los demócratas y la izquierda los que han comprado la lectura de que la guerra civil fue un enfrentamiento necesario de una España que por fin hemos superado.

El Partido Socialista puede escandalizarse por Intereconomía pero no tiene el coraje de enfrentarse a las barbaridades de los medios y nos encontramos con que El Mundo sigue alimentando la teoría de la conspiración o en Intereconomía pueden insultar de la manera que quieran a quien quieran.

El PSOE puede plantear que hay una derecha extrema en España pero no son capaces de señalar directamente con el dedo el origen franquista del Partido Popular. Pueden escandalizarse verbalmente de la red de corrupción que acompaña al Partido Popular pero no se atreven a aplicar la ley, con la fuerza con la que se ha aplicado con Sortu, a estos casos de corrupción del Partido Popular. Pueden plantear la necesidad de incrementar las libertades civiles en España pero no tienen el coraje de cuestionar el concordato con la Santa Sede. Pueden declarar su compromiso con la España federal pero terminan apoyando una ley de partidos y una demonización de esa España federal que proviene del Partido Popular.

Los pactos no resolvieron muchos de los problemas que había dejado el franquismo y hoy, treinta años después, la Gran Recesión está desgarrando sus costuras y puede acabar erosionando la legitimidad del mismo régimen

Orencio Osuna. Hay un sector de la opinión que, desde presupuestos izquierdistas o idealistas   da un salto conceptual y considera la transición como una gran traición. Este tipo de planteamientos conspirativos son perezosos y reduccionistas, pero sí es verdad que sectores del exilio, incluso intelectual y artístico, han quedado al margen, igual  que mucha gente del antifranquismo que pensaba que junto con la desaparición de la dictadura tenía que haber un proceso de democracia participativa, donde se tenían que afrontar los grandes problemas sociales y económicos y de desigualdad que hay en el país.

Juan Carlos Monedero. El ser humano es raramente heroico, por eso cuando tiene comportamientos tan generosos hay que reconocerlo y recordarlo, porque la norma no es esa, nuestro instinto de supervivencia es más fuerte que esa capacidad de jugártelo todo en un momento concreto.

En la transición se hizo lo que se pudo; momentos arriesgados que hay que hacer valer, donde la gente se jugó la cárcel por enfrentarse al franquismo, e incluso la vida. Lo que ocurre es que la reconstrucción a posteriori de la transición ha construido un mito que es el que hay que derribar.

No es decente defender la condición idílica de una transición asentada sobre 120.000 republicanos enterrados en zanjas o en cunetas, asesinados por defender la democracia.

Orencio Osuna. Que empezaron a exhumarse a la muerte de Franco…

Juan Carlos Monedero. Así es. ¿Y por qué se detuvieron? Ahí aparece la otra gran mentira: el 23-F. Para mí es un punto de inflexión que resulta muy funcional para un país en donde el dictador se murió en la cama. Hubo unos españoles y españolas que pelearon contra el franquismo, pero el grueso no lo hizo. Si así hubiera sido, como hemos visto en Túnez o Egipto, el dictador no hubiera muerto en la cama.

Cuando muere Franco España cada uno se mira en su espejo y dice: “yo no me impliqué mucho con la dictadura pero tampoco hice demasiado para que esto se acabase”. Eso genera un espacio complicado en la biografía de cada uno.

El 23-F viene a ser el que otorga el certificado de inocencia a este país. Se levanta Tejero y toda España dice: “yo no tengo nada que ver con ese loco”. Tejero termina de sancionar esa mentira que planteaba que la pelea estaba entre el bunker y los demócratas y no entre los franquistas y los antifranquistas.

El golpe de Estado de Tejero traza una línea donde permite de manera muy clara colocar en un lado a estos émulos de Pavía en el siglo XX, con ese tricornio y esa patada a la sintaxis que es el “se sienten, coño”, y al otro lado cualquiera a quien ese señor le parezca grotesco.

Yo soy de la opinión de que el golpe de Tejero triunfa clamorosamente con su fracaso. Todos celebramos que no hubiera un baño de sangre, pero es evidente que aquello no podría haber ido, de triunfar, a ningún lado.

El golpe de Tejero sirvió para que España entrara en la OTAN, para que el Partido Socialista, que iba a ganar unos meses después las elecciones, fuera al gobierno muy disciplinado, para que CCOO y UGT firmaran el primer acuerdo conjunto con la patronal, para que se frenara el desarrollo autonómico con la aprobación de la LOAPA, para que se frenara la exhumación de fosas, para que se modernizara, con un esfuerzo económico espectacular, a las fuerzas armadas, es decir, para que todo lo que se había salido de cauce entre el 73 y el 81 se volviera a disciplinar. Desde entonces, la democracia española volvió a encontrar el rumbo tranquilo que deseaban aquellos que querían seguir manteniendo la situación de privilegio. Y con un rey remozado.

El 23-F viene a ser el que otorga el certificado de inocencia a este país. Tejero termina de sancionar esa mentira que planteaba que la pelea estaba entre el bunker y los demócratas y no entre los franquistas y los antifranquistas

El matiz de interpretación de la transición es sutil. No es que se traicionara la posibilidad de una construcción diferente, sino que se construyó un mito paralizante de aquel proceso. Si somos capaces de dinamitar el mito de que la transición fue excelente vamos a poder encontrar cómo algunos elementos del pasado se produjeron voluntariamente como no existentes, es decir, veremos que hubo una voluntad de ocultar posibles vías que aunque en ese momento no hubieran tenido la fuerza de imponerse marcaban sendas virtuosas de profundización democrática.

La transición que tenemos que poner en cuestión tiene mucho que ver con esa interpretación a posteriori mítica de la inmaculada transición. Ahí es donde trazamos una zanja terrible en nuestro pasado que nos impide mirar hacia atrás para profundizar en nuestra democracia.

Orencio Osuna. Aparecen constantemente en los medios artículos, defendiendo la transición contra los ataques de esa misión inmaculada y rasgándose las vestiduras por el presunto sacrilegio que comporta su crítica. Esas desmesuradas reacciones evidencian que es un tema de discusión actual, que escuece y genera controversia,  no se  trata de un tema entre académicos e intelectuales o una frivolidad de marginales.

Juan Carlos Monedero. Que algunos pretenden presentar como pasto exclusivo de  historiadores y arqueólogos.

Orencio Osuna. ¿Tiene por tanto una actualidad política incuestionable?

Juan Carlos Monedero. ¡Claro! Cada vez que España está en problemas se saca a pasear a la transición y a su mandato divino, que no es otro que asumir que la participación popular nunca debe desbordar el marco institucional salido del franquismo.

Orencio Osuna. Esta defensa de la transición insiste también en que son los nietos de los represaliados los que ahora están haciendo memoria. No solamente sacando de las cunetas a decenas de miles de ciudadanos que murieron de una manera ignominiosa y aún están

desaparecidos, sino también denunciando aspectos que estaban escondidos, como los secuestros de hijos de republicanos y el expolio económico. Toda esta serie de cosas emergen con una generación más joven, una generación que quizás no se ve ya dominada por el miedo. La mayoría de la sociedad española sabía lo que es un miedo que planeaba sobre todo los acontecimientos, el miedo al retorno de la ferocidad de la guerra civil, de la catástrofe que supuso para las familias y para millones de españoles aquel horror.

Y esa falta de miedo de otra generación tiene que ver con la falta de legitimación que va penetrando en el tejido social e institucional español y que abre la posibilidad de que las fuerzas políticas progresistas afronten un nuevo proceso de reformas y cambios, por ejemplo en la Constitución, nuevos avances hacia una España que consolide  o que integre los territorios en un sistema federal, unas instituciones que no estén en manos de sistemas corruptos de poder.

Esta reflexión está implícita en tu libro. Y tengo la impresión de que es un pensamiento que ya forma parte de un sector de la sociedad, de intelectuales pero también de algunos sectores de la sociedad que entienden que la salida que ofreció la transición se está  agotando, y que más allá de descalificaciones gruesas sobre aquel proceso, lo que emerge en España es la necesidad de un nuevo impulso.

Juan Carlos Monedero. ¡No podría explicarlo mejor! Fíjate que cuando subtitulo el libro “Nocturno de la democracia española”, estaba vinculando la transición y la necesidad de cambiar su lectura con la necesidad abandonar el tempo triste de un nocturno y cambiarlo por el alegro vivace de una democracia optimista.

Resulta que los que empezamos a preguntar en este país “¿dónde está mi abuelo?”, somos los mismos que salimos el 13-M a decir al PP, queremos la verdad antes de votar. Los que no tuvimos miedo para preguntar ¿dónde está mi abuelo?, somos los que no tuvimos miedo para decirle al Partido Popular: “no vas a ir a las elecciones sobre una mentira”. Y esa ausencia de miedo es la que también nos ayuda a mirar a la transición de manera diferente, no a cuestionarla moralmente ni a pasar factura ni a decir “fuisteis unos cobardes”. Eso sería muy sencillo a posteriori. Pero sí a cuestionar ese mito que me parece profundamente egoísta porque no me permite a mí, como miembro de este país pero de otra generación, repensar mi democracia.

Y eso nos lleva a un problema complicado de este libro, que es la reflexión generacional. Creo que mi generación y las que vienen detrás tienen la obligación de reconstruir ese pasado mítico y leerlo con la manera más objetiva que permite la distancia. Pero sin cometer el error de leer el pasado con las condiciones del presente. He incluido en el libro un chiste de Gila en donde dos tipos están mirando un cuadro en el campo desde lejísimos. Uno afirma: “cuanto más atrás te pones mejor lo ves”. Es cierto que siempre existe el riesgo de situarte en un lugar en donde no ves nada. Por eso creo que mi generación, una generación que vivió algunos coletazos todavía del franquismo tiene la obligación de hacer esa lectura para las nuevas generaciones, cosa que no pueden hacerlo las generaciones que protagonizaron la transición porque han demostrado su debilidad ante esa reconstrucción mítica, como si sus novias y sus novios mirasen su biografía y les diera vergüenza asumir una tesis menos heroica.

Algunos sectores de la sociedad que entienden que la salida que ofreció la transición se está agotando, y que más allá de descalificaciones gruesas sobre aquel proceso, lo que emerge en España es la necesidad de un nuevo impulso

Orencio Osuna. Afirmas en el libro que el concepto de las generaciones no es un factor fundamental que explique por si sólo los  procesos políticos, pero a pesar de ello utilizas muchas páginas, mucha reflexión, muchas referencias para analizar el comportamiento de la generación que protagonizó la Transición, lo que, desde mi punto de vista, entraña una cierta contradicción.

Juan Carlos Monedero. Así es, pero si en vez de optar por la honestidad eligiera la picaresca dejaría de lado la crítica generacional, no por la debilidad analítica del concepto, porque todos los conceptos de la ciencia social son débiles, sino porque genera necesariamente enemigos.

Hay gente que se sitúa desde la herencia de las cosmovisiones del 68, que eran las que tenían fuerza en ese momento en el mundo. Y desde ahí, cuando tenían 30 años, encontraron posiciones de poder que todavía no han soltado. Fueron inclementes con sus padres (recordemos lo que hizo el PSOE con Llopis y los socialistas del exilio) y luego con sus hijos y nietos.

En España hay una generación que lleva mandando 35 ó 40 años, y que ha abierto paso a otra gente siempre y cuando fueran muy respetuosas con su lectura del mundo.

En la izquierda no ha habido ningún tipo de generosidad por parte de ese sector, lo que hubiera permitido que una generación con lecturas diferentes se hubiera abierto paso. A día de hoy todavía cuando discutimos con esa gente afirman: “yo estuve en la cárcel, yo luché contra los grises, yo hice no sé qué y no sé cuántos”. Y mi generación ha tenido que soportar cómo esta gente, que nos ha dejado una España con una democracia muy débil –en mi caso concreto, con una universidad pública desmantelada intelectualmente- se permitan el lujo de hablar de los “pasotas”, o reprochar la inacción de las nuevas generaciones frente a su supuesta lucha revolucionaria anterior. Su “tentación de la inocencia” es proverbial.

Orencio Osuna. Comprendo tus argumentos, pero esta reflexión parece un reproche generalizado al comportamiento de esa generación cuando hay que tener en cuenta que, además de de los pactos políticos y la ocupación de las nuevas instituciones democráticas, en España se produjo una gigantesco desarrollo económico-social, de los aparatos culturales, de la academia, de la empresa, de nuestro nuevo “walfare state” que, en suma generó unas categorías y comportamientos sociales análogos a las del resto de Europa. Esa generación no viene a ocupar espacios de poder previos sino que los crea desde la nada del franquismo.

Juan Carlos Monedero. España recupera, con un retraso de 40 años, el lugar que tenía durante la Segunda República. Se insiste en que esa recuperación es un invento de la transición. Ahí hay un cierre categorial muy fuerte que solamente se puede dinamitar con un cuestionamiento generacional. No se me olvida que pienso como pienso gracias a puentes generacionales, gracias a gente que me ayudó a construir este pensamiento crítico, pero esa gente que hizo de puente fueron perdedores de todos estos procesos. Puedo repensar la transición gracias a personas que se vieron a sí mismos siempre como perdedores.

En España hay una generación que lleva mandando 35 ó 40 años y que ha abierto paso a otra gente siempre y cuando fueran muy respetuosas con su lectura del mundo

Orencio Osuna. ¿Cómo quien?

Juan Carlos Monedero. Pepín Vidal Beneyto o Manolo Vázquez Montalbán. Pese a tener sus espacios de éxito se sentían derrotados dentro de estos procesos históricos. En cambio hay otro tipo de gente que siguen dándonos lecciones de cómo tenemos que comportarnos. El problema generacional es tan grande que volvemos al comienzo de la charla. Recientemente entrevistaban a José Luis Sampedro en “59 segundos”. En el programa había dos tertulianos de la extrema derecha que se mofaban de José Luis Sampedro y le recordaban que sí bien había sido represaliado, antes, como catedrático, había jurado los principios del movimiento. Volvemos a la comparación con Stephan Hassel.

Me llevó a pensar en qué medida nuestros abuelos que vivieron en España pueden transmitir la memoria de lo que significó el antifranquismo o se vieron incapacitados por la asunción de la derrota y después la asunción de que la democracia a partir de la muerte de Franco vino a entregarles aquello por lo que ellos habían luchado.

La pregunta final es ¿corresponde a los nietos entroncar con la memoria del exilio para que el antifranquismo y la huella genética de la democracia española estén menos veladas y contaminadas? ¿Tiene que reinventarse España desde la recuperación del exilio?

Hace un mes estuve en Argentina y fui a Altagracia, que es donde se crió el Ché Guevara. Para mi sorpresa allí tenían claro que fueron los exiliados republicanos quienes influyeron sobremanera en la formación del Ché Guevara. Quizá a mi generación le corresponda hacer un esfuerzo extra y recuperar la enseñanza democrática de aquellos que se fueron y no asumieron esta lectura mítica de la transición que invalidaba el esfuerzo que ya ellos habían hecho luchando por defender la República. Para que en vez de mirarnos en los actores de la Transición, nos miremos en los antifranquistas verdaderos. En definitiva, y resumiéndolo en una frase, para que aquello de “dime dónde te referencias y te diré quién eres” nos permita ir construyendo una democracia de mayor densidad que la que tenemos.

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“La mala lectura de la transición nos impide ahondar en nuestra democracia”

“Hasta ahora, la España del privilegio siempre ha sido capaz de frenar a la España más...