sábado. 20.04.2024

“La ciencia avanza que es una barbaridad”. Una frase que de niño escuchaba muchísimo a la gente mayor, no se si era de alguna zarzuela o la dijo alguien importante o simplemente era un dicho popular de principios del siglo XX, que se utilizaba para expresar la rapidez de los cambios que se producían en aquella época.

Lo cierto es que si esa frase se la aplicáramos hoy, por ejemplo a Mariano Rajoy, nos daríamos cuenta de su inmenso valor como ejemplificadora de cualquier proceso de cambio, incluido el del presidente del gobierno. ¿Quién podría imaginar hace tan solo cinco meses que el presidente del gobierno con su aspecto anodino y poco sugerente, podría convertirse en todo un símbolo que explica por si mismo la realidad de nuestro exhausto sistema financiero? Solo un visionario podría.

Lo cierto es que la deriva política de Rajoy se corresponde, como si de dos almas gemelas se tratara, con la deriva de la banca española.

Digamos que Rajoy llegó a la Moncloa como un activo de dudoso cobro, en tanto su elección estuvo precedida por la desconfianza general, incluida la de sus votantes. La magnitud de la victoria fue mal interpretado por su propio partido que cometió el error de no provisionarle, confiando en que la amplitud de la misma lo convertiría inmediatamente en realizable.

¿Qué ha ocurrido entonces para que en tan corto espacio de tiempo, Rajoy en lugar de ser un valor realizable se haya convertido en un activo tóxico?

La respuesta mas socorrida es que la magnitud de esta crisis se lleva por delante no solo a los optimistas, sino también a los taciturnos. Pero una respuesta de estas características exoneraría de responsabilidad precisamente a aquellos que como Rajoy se postulaba como el gran valedor de las respuestas adecuadas, resumidas en la mofa de que incluso su sola presencia sería suficiente para devolver la felicidad a los españoles que viven la angustia de una crisis que parece no tener fin.

Por tanto, particularicemos su comportamiento para detectar que le ha podido llevar a Rajoy a convertirse en un activo tóxico, con riesgos más que evidentes de salir del balance para poder redimensionar la entidad a la que pertenece.

En primer lugar, desde que llegó al poder, Rajoy se ha conducido en su acción política guiado por indicadores de salud, sin advertir que lo que es bueno para la salud física; la hipotensión, las dietas hipocalóricas, la hipocolesterolemia, etc., no lo es necesariamente para la salud política de un país, gravemente enfermo a consecuencia de la crisis, en el que conviene que sus gobernantes, el presidente a la cabeza, no depriman aún mas al paciente para eludir responsabilidades por si falla el tratamiento.

Otro de los aspectos centrales a destacar de Rajoy como gobernante, es el ocultamiento, que no es otra cosa, que la prolongación del engaño hasta el límite. Rajoy, no engaña, Rajoy personifica el engaño, se comporta en política como los personajes de película que encarnan un asesino que confesará su crimen dos minutos antes de la ejecución, para que la familia de la victima le perdone. Rajoy jura y perjura que nunca hará lo que va a hacer inmediatamente.

Si como dicen los que dicen que saben, la crisis es de confianza, con personajes de este fuste, no es difícil pronosticar nuestro futuro.

Con este proceder, no es extraña la preocupación de Rajoy por su híper exposición pública, lo que le ha llevado a que cuando no le ha quedado mas remedio que comparecer lo haya hecho perdiendo el sentido del tiempo y del espacio, poniendo al personal de dentro y de fuera en desbandada.

A Rajoy le han bastado seis meses para acabar con dos mitos, que como tales mitos, parecía imposible destruir. Uno ya hemos tenido la oportunidad de comentarlo en estas mismas páginas como argumento para su triunfo electoral. La derecha se lleva mejor con el mundo del dinero. El otro firmemente arraigado en la conciencia de los españoles consiste en pensar, pese a todos los antecedentes, que la derecha entiende más de economía.

No será porque no me avisó un buen amigo cuando Rato llegó a Bankia, cambia de banco inmediatamente, desde su paso por Trinaranjus allá donde va Don Rodrigo lo deja todo como un solar.

Rajoy un activo tóxico