jueves. 28.03.2024
JOSÉ MARÍA ZUFIAUR

Movilizarse por una Europa Social

Bajo este lema, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) celebra su decimosegundo Congreso en Atenas, entre los días 16 y 19 de mayo. En el mismo estarán presentes mil delegados, representando a 83 organizaciones sindicales afiliadas, de 36 países distintos, que agrupan a más de 60 millones de trabajadores.

El Congreso se celebra en un contexto especialmente negativo para los sindicatos. Si ya antes de la crisis la Europa social había sido, en palabras de la CES, “arrinconada” y el modelo social europeo había sufrido un serio retroceso – pérdida de participación de los salarios en la distribución funcional de la renta, aumento de las desigualdades, disminución de la progresividad de los impuestos, aumento correlativo de los impuestos sobre el consumo, predominio de las políticas de contención, sino disminución, del gasto social, aumento de la pobreza (en el conjunto de la población, en la infancia, entre los trabajadores con empleo, en las familias monoparentales), parálisis de la producción normativa en el ámbito laboral y social, intentos de establecer una legislación social retrógrada (como en el caso de la directiva de servicios o en la de jornada de trabajo), sentencias del Tribunal Europeo de Justicia que anteponían el derecho de establecimiento sobre los derechos sindicales fundamentales… - tras la irrupción de la crisis todo ello se ha acentuado. Y lo que empezó siendo un problema de los mercados financieros se ha terminado combatiendo mediante una austeridad que recae sobre los trabajadores y que socava profundamente los cimientos del modelo social europeo.

Al principio de la crisis, cuando todos los gobiernos acudieron con mucha rapidez y muchísimo dinero a salvar a los bancos, se habló mucho de cambiar el modelo de desarrollo. Un modelo caracterizado por la dominación del valor del accionista, la hegemonía de las finanzas especulativas, exigencias de rentabilidad incompatibles con la actuación a largo plazo de las empresas y con el poder adquisitivo de los salarios, una fiscalidad favorable a los sectores más privilegiados, desigualdades crecientes. En ese primer momento, hasta la OCDE y el FMI reconocieron que ese modelo era inestable e insostenible y que la desigualdad había alimentado tal modelo insostenible. Sin embargo, la situación actual no hace sino confirmarnos la vuelta – más agresivas y aumentadas – de esas políticas fracasadas que crearon el desastre.

En efecto, las medidas adoptadas por la Unión Europea frente a la crisis – un plan de relanzamiento, al principio, totalmente insuficiente; un Fondo de rescate con condiciones leoninas que no ha hecho sino empeorar la situación de los países que han tenido que recurrir a él y que nada tiene que ver con la generosidad con que el Banco Central Europeo trata a los bancos (les presta al 1% para que estos puedan comprar deuda pública al 4/5%); un Plan de Gobernanza económica y social y un Pacto por el euro, que seguidamente comentaremos – se han basado en la austeridad, es decir, en el recorte de salarios, en el aumento de impuestos indirectos y de prestaciones sociales.

El Plan de gobernanza recurre al dumping salarial y social como alternativa a las devaluaciones monetarias, promueve una contracción coordinada de la demanda y prosigue las políticas no cooperativas establecidas en la Estrategia de Lisboa. El objetivo de la expansión del crecimiento, la alimentación de la demanda y la creación de empleo brilla por su ausencia. Se mantiene la negativa a transferir poderes significativos a la UE en materia fiscal y presupuestaria (el presupuesto comunitario es del 1% frente al 24% del presupuesto federal estadounidense). No se habilitan recursos propios ni se aprueba capacidad de endeudamiento europeo. Tampoco se ponen en marcha los bonos europeos o la imposición a las transacciones financieras. Ni se plantean políticas comunes esenciales para el desarrollo económico de la Unión como la energía, la innovación, la política industrial, la del transporte. O un enfoque orientado en la Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible.

Además de recesivo, tal diseño no aborda los déficits que viene arrastrando la construcción europea. Está desprovisto de un proyecto y una finalidad política clara y profundiza en dos características históricas del Pacto de Estabilidad: el bajo crecimiento del conjunto de la UE en relación con otras áreas del mundo y el enorme aumento de las desigualdades que se ha producido en la Unión en las últimas décadas. Al contrario, corre el riesgo de agudizarlos.

A ello se añade el Pacto por el euro, que incluye una serie de medidas orientadas al control preventivo de los salarios, el rechazo hacia la vinculación de los salarios con el coste de la vida y hacia los modelos centralizados de negociación colectiva, una presión a la baja sobre los salarios del sector público y hasta de los salarios mínimos.

En opinión de la CES, la Comisión y el Consejo pretenden, con tales planteamientos hacer pagar enteramente los costes de la crisis a los trabajadores. Poniendo, a tal efecto, en causa todas las instituciones que sustentan la seguridad económica y social de los trabajadores: los salarios, la estabilidad del empleo, las prestaciones de desempleo, las pensiones de jubilación, las regulaciones del trabajo.

Como ha señalado John Monks, el secretario general de la CES, “más que ante un pacto de competitividad estamos ante un pacto nocivo que lo único que asegura es un nivel de vida más bajo, mayores desigualdades sociales y más trabajo precario. Un pacto que ignora todas las lecciones de la recesión actual… La construcción europea se enfrenta a un grave riesgo de confrontación con su modelo social y con el principio fundamental de autonomía de las negociaciones colectivas”.

Las ponencias del Congreso de la CES profundizan este conjunto de cuestiones. Y aportan propuestas sobre las políticas que, en realidad, la UE tendría que llevar a cabo. Es, en ese sentido, un documento muy completo y útil. Pero si quiere realmente promover una movilización de entidad suficiente para modificar esta situación, esta deriva que en la UE se está produciendo, el sindicalismo europeo tendrá, probablemente que realizar algo más que un buen análisis de lo que está pasando y de sus consecuencias para los trabajadores y el movimiento sindical. Tendría, a mi entender, que ofrecer también un proyecto de la Europa que necesitamos, luchar por un marco europeo de relaciones laborales y dar un salto desde una CES coordinadora de sindicatos nacionales a un sindicato europeo con todas las consecuencias. Para ello necesita unificar las distintas concepciones de la UE que subsisten en el seno de la Confederación Europea de Sindicatos.


Movilizarse por una Europa Social