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NUEVATRIBUNA.ES/ L.M. - 21.05.2010

Tras dos años de crisis, el mundo comienza a dar los primeros pasos para frenar a la industria financiera. En Estados Unidos, epicentro del cataclismo, el presidente Obama pretende firmar antes del verano nuevas normas para un sector cuya actividad ha sumido en la miseria a millones de seres humanos en todo el planeta. Mientras, en Europa, Alemania prohibió esta semana algunas operaciones contra la deuda pública. Dentro de unas semanas, los países más ricos -el G-20-, tendrán ocasión de estrechar la vía por la que circula el gran capital, convertido en el señor del gran mundo global.

La industria financiera ha logrado gobernar el mundo global. Ahora, tras asumir las multimillonarias pérdidas, los gobiernos se muestran más receptivos a aprobar algunas de las viejas aspiraciones de la izquierda. Entre ellas destaca la llamada Tasa Tobin, una tasa que grave el movimiento internacional de capitales. Con esta referencia, Angela Merkel llevará a Bruselas esta idea, que “no arruinará a los mercados financieros”, según defiende la canciller alemana, quien también remitirá al G-20 la creación la nueva tasa el próximo mes de junio.

Merkel defendió la nueva tasa a la banca después de prohibir esta semana algunas operaciones especulativas en Alemania. En particular, la canciller ha proscrito la venta a corto de bonos de deuda pública y de los CDS o seguros que cubren los impagos en ese mercado.

Estas operaciones a corto, descritas con acierto como un equivalente a contratar un seguro de vida para tu jefe o un seguro de hogar sobre la casa de tu vecino, apuestan por la caída de un valor. Son productos que pueden ser adquiridos sin necesidad de poseer realmente el activo. Y provocan temblores en la cotización de esos valores. En el caso de la deuda pública, muchos ven en su uso un verdadero atentado contra la soberanía nacional de los países que se ven sometidos al vaivén de sus especulaciones.

Mientras tanto, en Estados Unidos, el presidente Barack Obama celebró esta semana su victoria sobre lo que llamó “las hordas de los grupos de presión” de la industria financiera. A pesar de la presión de los temidos lobbies, el presidente norteamericano ha logrado que el Senado aprobara un proyecto para llevar a cabo la mayor reforma de la industria financiera desde el ciclón que produjo en 1929 la Gran Depresión.

De forma muy especial, la reforma de Obama pone coto a un tipo de operaciones con los llamados derivados. Estos productos –cuyo uso también está permitido en España mediante opciones y futuros- podrán utilizándose. Pero, al menos, las grandes entidades financieras tendrán que escindir sus lucrativos negocios en filiales separadas, que se dedicarán en exclusiva al derivados. Obama pretende con su reforma que “jamás vuelva a producirse una crisis como ésta”.

AGENCIAS Y FONDOS, EN EL PUNTO DE MIRA

Además de los derivados, las agencias de calificación y los fondos de inversión también se hallan en el punto de mira. Identificadas como uno de los principales culpables de la crisis, las agencias de ‘rating’ se verán sometidas en Estados Unidos a nuevas normas que regulen su actividad, tras el fracaso en la valoración de algunos activos, en el origen de la crisis.

Mientras, en Europa, Alemania ha propuesto que la Unión Europea impulse la creación de una agencia, que equilibre el predominio de Moody’s, Standard & Poor’s y Ficht en un mercado marcado por los conflictos de interés entre esas agencias y las empresas calificadas.

Respecto a los fondos, la Unión Europea trata de poner coto a la actividad, en concreto, de algunos tipos de fondos, que han contribuido a amplificar los efectos de la crisis. Este es el caso de los llamados hedge funds o fondos de inversión libre y el de los private equity o fondos de capital inversión.

En el caso de los hedge funds, el principal problema radica en su falta de regulación. Algo muy importante, sobre todo teniendo en cuenta la inversión millonaria que estos fondos promueven a diario, muchas veces en forma de derivados, instrumentos que facilitan la especulación, afirman sus detractores.

El gran poder inversor de los hedge funds y su costumbre de apostar a la baja contra ciertos valores los convierten en armas temibles, aseguran.

En el caso de los private equity o fondos de capital inversión, su peligro estriba en su capacidad para multiplicar las deudas de la economía real. Mediante compras apalancadas, estos fondos compran empresas no financieras y las utilizan luego como respaldo de la deuda generada por estas compras.

Con esta forma de actuar, los private equity lograron cerrar compras en los años previos a la crisis aportando tan sólo un 20 por ciento del importe total de la operación. El grueso de la deuda quedó alojado en la economía real. Una muestra más de cómo estas “hordas” financieras lograron transferir sus pérdidas en los años en los que triunfó el espejismo especulativo de la industria financiera.

Las "hordas" financieras caen ante Obama