viernes. 19.04.2024

Decía Óscar Wilde que hay dos maneras de apreciar un asunto: analizar de manera escrutadora las ideas que se contienen en el mismo y, en segundo lugar, comprobar su utilidad.

Si atendemos al primer criterio, en el debate de ayer encontramos dos exposiciones bien distintas: Rubalcaba elaboró un relato de los hechos, hizo una exposición detallada sobre un modelo de sociedad y concretó claramente qué medidas tomaría para alcanzar esos objetivos: propuso un plan basado en retrasar dos años los plazos de ajustes del gasto dictados por la UE, una reducción de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo, un Plan Marshall europeo de inversiones y transformar el ICO en un instituto financiero, un impuesto a la banca para la creación de empleo, y la creación de un impuesto de grandes fortunas.

Respecto a las políticas sociales, el candidato socialista acusó a Rajoy de plantear privatizaciones en la sanidad y la escuela pública. Para ello, sacó el a colación las derivaciones de pacientes más delicados desde los hospitales privados a los públicos en la Comunidad valenciana, los desprecios reiterados de Esperanza Aguirre a la escuela pública, o las subvenciones a centros concertados en Madrid, y, además le acusó implícitamente de cuestionar las pensiones: "Si va mal van a cambiar las condiciones de jubilación y probablemente las pensiones". Rubalcaba acusó a Rajoy de "ambigüedad calculada", al respecto.

Haciendo honor a su lema de campaña Rubalcaba, supo ser didáctico e incisivo, y consiguió un doble fin: proponer una serie de ideas muy concretas y revelar a la vez, que la idea de cambio que pretende encarnar Rajoy es vacío de contenido: "Le pido que diga rotundamente si va a cambiar el sistema de prestación por desempleo". Y en este mismo sentido le reclamó: "¿Qué reforma laboral tiene en la cabeza, va usted a sacar a las pequeñas y medianas empresas de la negociación colectiva, si o no?"

Rajoy estuvo previsible (tanto que leyó sus propios papeles para no cometer errores), inconcreto; todas sus propuestas se limitaron a exponer un catálogo de vaguedades: diagnóstico, plan orden, confianza, certidumbre, seguridad, se limitó a decir en una de sus intervenciones. En otras se limitó a decir que la solución estaba en crear empleo, sin detallar ningún plan específico o estrategia al respecto, más allá de reformas laborales inciertas, o rebajas fiscales a las empresas. En definitiva, argumentos tan elementales como insuficientes. Rajoy dejó claro que carece de modelo de sociedad, y si lo tiene, no lo dice, y sobre todo, oculta o no explicita las medidas económicas que va a tomar y qué efectos sociales pueden tener. Y así las cosas, sin embargo, la opinión general otorga una victoria a Rajoy.

Es en este punto donde analizamos la segunda manera que tenía Óscar Wilde de apreciar un asunto: su utilidad. La percepción de victoria de Rajoy viene marcada por el peso insalvable de la situación económica, en cuya gestión dentro del Gobierno estuvo Rubalcaba. Esa es una contradicción insalvable que determina el contenido del mensaje del candidato socialista. Rajoy ha ganado en las encuestas, es más, podríamos afirmar sin lugar a error, que Rajoy era una especie de presidente in péctore que acudía al debate ganado ya de casa. Lo que todo el mundo sabía era una convicción: uno; Rajoy va a ser presidente del Gobierno después de las elecciones del 20-N y dos; Rubalcaba carece de opciones para dar la vuelta a los sondeos. Esa atmósfera sobrevoló de una manera muy clara durante todo el debate y condicionó la percepción del resultado. Los efectos espectaculares y diarios de la crisis, la importancia de las encuestas, la sensación de que el debate no valía para nada porque todo estaba ya decidido de antemano, han tenido un efecto indudablemente letal en la recepción de las ideas por parte de los ciudadanos. Rubalcaba ha sido mejor, pero como esto carece de utilidad porque todo está resuelto, no transciende la menor importancia. La zozobra y el desaliento que ha provocado la crisis han impactado más que las ideas.

Aunque electoralmente cabe pensar que el lastre de la situación económica es una losa tan pesada que es imposible levantar, tal vez el debate de ayer de Rubalcaba no esté exento de utilidad alguna. Paradójicamente, esa utilidad, puede venir del contenido que antes hemos analizado. Desde que Rubalcaba es la cabeza visible del socialismo español, éste ha encontrado una narración sobre la crisis y, además, ha conseguido elaborar un relato construido a partir de una serie de medidas específicas, según el cual, trata de transmitir la idea de que se debe construir una salida de la crisis que asegure la cohesión social.

Y este relato, que con Zapatero no existía y no estaba tan sólidamente basado en una serie de impuestos y que recoge un modelo de sociedad, y que además, no se construye en dos días, sino que se va madurando y puliendo con el tiempo, tal vez marque alguna diferencia, no en cuanto al resultado electoral, sino en el futuro del Partido Socialista en la oposición.

La crisis se traga las ideas