sábado. 20.04.2024

Se cumple ya dos semanas –el 9 de junio– desde que el Eurogrupo tuvo noticia de que “las autoridades españolas presentarán un requerimiento formal” a Bruselas para buscar financiación para el sector financiero (to seek financial assistence). Bruselas respondía favorablemente a esa petición y sería el Fondo de Estabilidad (European Financian Stability Facility, EFSF) que se convertiría en prestamista, siendo el prestatario o futuro deudor del préstamo que se apunta de 100.000 millones el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Al día siguiente Mr. Rajoy se iba a ver el primer partido que disputaba la selección española, es decir, la Roja, nombre que no pueden soportar los peperos, es decir, los militantes y adictos al PP. Para justificarlo decía días más tarde que ya había hecho los deberes, que había presionado él a Bruselas -y no al revés- para obtener esa línea de crédito de “ayuda” para los bancos directamente. Mr. Rajoy creía con ello que había conseguido dos cosas: mentir y engañar a sus votantes y también a los mercados y a la dichosa prima, la de riesgo, que amenazaba con convertirse en la niña mala de Rajoy. Pero he aquí que se abre el mercado el lunes y días siguientes y la prima se pone en los 580 puntos y Mr. Rajoy le entra un sudor frío porque no lo entiende. Y ello es cierto: no lo entiende, porque de esas cosas de los mercados no entiende, no estaba en el cuestionario de las oposiciones que aprobó en sus día. Piensa el registrador de la propiedad que cómo es posible que pueda engañar y mentir a sus diez millones largos de votantes y no pueda hacerlo a los mercados, es decir, al puñado de especuladores que deciden las inversiones en papel –no las reales, claro está, no en medios de producción–, los que dirigen el puñado de grandes fondos de inversión, de pensiones, de hedge funds, etc. Lo que ha pasado es que estos inversores sí sabían y saben que esa línea de crédito pre-dispuesta por Bruselas a través del ESFS va destinada al Estado español, porque FROB es Estado, y que el Estado es a la vez garante y prestatario y que, en definitiva, respondemos de esa línea de crédito todos los españoles con nuestros impuestos. Lo que ha ocurrido es que España aumentó de un día para otro –al menos en el terreno de las expectativas, que es lo que cuenta en el mundo de las inversiones en papel– a deber a los prestamistas un 10% más del PIB sin que la economía, claro está, haya aumentado su PIB en el mismo porcentaje. Y Mr. Rajoy, con esta solución tipo hilillos del Prestige, se mete en el siguiente problema: ¿qué digo ahora yo a mis votantes para que sigan manteniendo la intención de voto y siga yo negando que se trata de un rescate, aunque sea a la banca? ¿Cómo les cuento -yo que tanto he criticado a Zapatero (Zapatero manirroto) por el aumento de la deuda durante su mandato- que he batido todos los registros de aumento de la deuda por unidad de tiempo? Porque este es el problema para el pontevedrés y no el paro, el deterioro forzado –que no forzoso– de la sanidad y ecuación pública vía presupuestos. Rajoy creía que todo era un problema semántico y que llamando las cosas por otro nombre, engañando y escupiendo la dignidad de sus votantes –dignidad que me importa un pimiento, por otro lado–, podría mantener la intención de voto de su partido y rebajar las ínfulas de la dichosa prima. Pero ambas cosas son un imposible. Ahora anda desaforadamente buscando soluciones. Es posible que a estas alturas se haya dado cuenta de ello y pretende que esa línea de crédito no compute “jurídicamente”. Cree este opositor, eterno opositor a no cambiar nada pero sí a tener una respuesta en cada momento, que su mundo puede contentarse con la mera palabra, con la mera semántica, con lo mero jurídico. Mr. Rajoy sabe de economía lo que un estudiante de la ESO. Bueno, quizá ni eso. Ese es su nivel intelectual.

Luego está la Merkel. La teutona le ha dicho al de Pontevedra que de créditos directos a la banca nada, que nada de comprar bonos por parte del BCE a los Estados; que han de ser estos los garantes y prestatarios de los créditos del ESFS. La Merkel sabe de economía más o menos que lo que sabe Rajoy, pero sabe como Rajoy de mentir a sus votantes. La diferencia es que una parte significativa de los votantes de la teutona le han dado la espalda, mientras que los de Rajoy aún le consideran suficientemente antisocialista, antisociata, como para seguir votándole. Obama y hasta el FMI –que no es precisamente un nido de rojos– por boca de la señora Lagarde le ha dicho a la Merkel que con sólo austeridad no salimos de esta, que el BCE debe comportarse como un verdadero banco central. Sueña la Merkel con una Grecia fuera del euro como aviso a caminantes manirrotos –aunque sea falso como en el caso español–; también porque cree poder compensar a sus bancos por las futuras e hipotéticas pérdidas en sus carteras de los títulos soberanos de Grecia. Parece a estas alturas dispuesta a abrir la caja de Pandora de una Grecia out del euro y, quizá, de la Unión Europea. A estas alturas -y dada la recesión en Grecia y el coste de la financiación de su deuda que no baja del 26%- parece que ya nada peor le puede suceder al país heleno. Ahora sería más dañoso para la economía, para la imagen de Europa y para sus expectativas, una salida de un país del euro, de un país que sólo representa el 2% de la economía de la zona euro, porque es un fracaso absoluto. Lo que no piensa la teutona que por ese camino de germanización de la Unión Europea tarde o temprano se abrirá una expectativa primero –y una posibilidad después– que aún no puede ni sospechar: que será más fácil y factible la salida de Alemania del euro que cualquier otra solución que no sea unos verdaderos Estados Unidos de Europa. Pero esos EUE futuros deben empezar su construcción en estos momentos, en los momentos terribles de la crisis a causa de la especulación y de la recesión por este neoliberalismo de pacotilla consistente en privatizar ganancias y socializar pérdidas. Una Europa sin la tiranía del Bundensbank disfrazado de BCE tendría alternativas a la llamada política de austeridad, porque ésta es un homicidio de la Merkel y de los Rajoy de turno, y un suicidio para los propios votantes de los partidos liderados –es un decir– por estos políticos. Para que la Unión Europea sobreviva debe estar constituida por varios países al menos que sean primus interpares, como por ejemplo pueden ser Francia, Italia y España y otros menores que se le añadan. Alemania es otra cosa. Alemania es la China de Europa, pero también una china en el zapato de Europa. Alemania tiene más de 80 millones de habitantes, con países que bailan a su son como Austria, Holanda, Hungría, Chekia, Finlandia, Dinamarca; es el segundo exportador del mundo. Se ha cimentado sobre el tópico de que son los más laboriosos, los más ahorradores, los más sacrificados financiando y subvencionando al resto de Europa. Son tópicos y mentiras, y cuando no lo son, lo son en parte porque han sacado –por ejemplo, los bancos alemanes– mucha tajada financiando la especulación del ladrillo español o la deuda soberana italiana, francesa, griega, etc. Es preferible una Europa mediterránea combatiendo sus defectos –deuda privada excesiva, fraude fiscal, falta de rigor bancario– que la Europa de Merkel llevándonos al despeñadero porque el BCE no quiera ser un verdadero banco central, porque crean –no sé de donde lo habrán sacado– que reduciendo los déficits públicos en plena crisis se va a salir de la crisis y a crear empleo. Claro, si se mira con prismáticos de decenios a futuros, tarde o temprano se saldrá, pero los que se quedan sin empleo no pueden esperar tanto. Es verdad que desde la derecha, desde los Berlusconi, los Sarkozy y los Rajoy no se podría crear esta Europa mediterránea, pero todo eso está en manos de los votantes. De momento los franceses han echado a le petit gabacho y en Italia los partidos mayoritarios aceptaron un golpe de Estado blando con Monti y sus tecnócratas. En España aún quedan más de tres años de sufrimiento, y eso suponiendo que el partido de Rubalcaba haya aprendido la lección del huero republicanismo de Zapatero y su mes de mayo del 2010.

Volviendo al tema de la línea de crédito abierta al FROB que Rajoy intenta hacer creer que es un crédito a la banca y que no computa como deuda, está por ver que a los bancos les interese esa solución. Los bancos quieren ayudas gratis, donaciones, eso que llaman capital, es decir, que no tengan que devolverlo, tal y como decía el nuevo presidente de Bankia, de nombre impronunciable y reto para la memoria. Y los créditos hay que devolverlos, son pasivo y no capital, no son recursos propios, aunque los dos aumenten por el haber según la contabilidad inventada por el franciscano Luca Paccioli. En definitiva, los bancos quieren a la postre una transferencia de nuestros impuestos a sus recursos. No lo dicen así, claro, pero esa es la pretensión. Les da igual, eso sí, que sea a costa de impuestos foráneos. Por eso otro error de este Gobierno –uno de tantos– ha sido exigir aumentar su solvencia. ¿Solvencia a costa del crédito? Porque ese es el trade off, no hay otra posibilidad de intercambio. Los gestores de los bancos podrían aceptar a los hombres de negro –sean foráneos o puestos por ese tipo con orejas de vampiro que es Montoro– si eso les llevara a aumentar los recursos propios para compensar en parte los fallidos y morosos derivados del ladrillo, pero no lo van a hacer sólo para recibir liquidez. Si no tienen dinero, pues tampoco prestarán, que es, por cierto, lo que están haciendo desde hace ya varios años.  En definitiva, el negocio de Rajoy para con España ha sido redondo: aumenta la deuda pública, baja la solvencia del país porque eso depende de los especuladores, aumenta la prima de riesgo y no sirve ni para aumentar el crédito ni para aumentar la solvencia de la banca. Vamos, un lince.

Extremadamente bobo