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AGENCIAS / NUEVATRIBUNA.ES - 31.05.2009

Tras varios años de grandes expositores, majestuosos cócteles y todos los representantes del sector haciendo gala de sus magníficos proyectos, el Salón Inmobiliario de Madrid (SIMA) ha quedado reducido en su edición de 2009 a la mínima expresión.

Con un sólo pabellón para dar cabida a lo que antes ocupaba cinco - como en la edición del año pasado - o seis - como en 2007 -, el perfil del visitante se ha profesionalizado y los potenciales compradores ya saben lo que buscan.

"Si tuviésemos la mitad de visitantes que el año pasado, no entrarían en el pabellón de este año. Es una feria que siempre ha sido un fiel reflejo de lo que pasa en el sector, que se disparó con el boom y que se ha contraído al mismo ritmo", afirma Fernando Urías, responsable de comunicación del SIMA.

De hecho, Urías señala que en la edición de este año tiene sólo un tercio de los expositores que había otros años, ya que "muchas inmobiliarias han desaparecido", otras creen que no es el mejor lugar para vender y "un número muy importante está en concurso de acreedores".

"Las ferias suponen un coste considerable, y ahora mismo la situación no está para este tipo de gastos", afirma el portavoz de Nozar, uno de los muchos grandes nombres que no cuentan con representación en esta edición del SIMA.

Pero la sensación de decadencia ya no se observa sólo en el número de metros cuadrados de cada stand o la presencia de las compañías, también es visible en el otrora lujoso diseño de los espacios y en los actos promocionales organizados por las empresas que sí han acudido.

Otros años, el SIMA era un punto de encuentro para que los altos directivos de las inmobiliarias luciesen sus mejores galas y cerrasen probablemente grandes negocios.

En otras ediciones, varias de las grandes del sector aprovechaban la ocasión para celebrar recepciones de lujo con sus presidentes y otros ejecutivos.

En 2009, en el stand de las empresas que han acudido a la feria sólo se ve a comerciales trabajando y no hay ni rastro de altos cargos, probablemente más preocupados en refinanciar su deuda que en alternar y sacar pecho ante la situación del sector.

"El año pasado, el primer día de la feria, había 40 ó 50 cócteles, que albergaban a 300 ó 400 personas", declara Urías.

NI COCHES, NI REGALOS, DESCUENTOS

Lo que ha quedado claro en esta edición del SIMA es que las inmobiliarias se han dado cuenta de que ya no vale con regalar coches o viajes. Ahora los visitantes lo que buscan son descuentos.

"La gran apuesta de los expositores este año es precisamente el precio", declara Urías.

Sin embargo, y pese a que las inmobiliarias intentan captar la atención del visitante con grandes carteles con descuentos del 30 o hasta el 50 por ciento, la realidad todavía es muy cruda para el potencial comprador.

"Los precios los vemos todavía un poco altos, llevamos buscando seis meses o así y vemos que sí han bajado, pero vamos, tampoco mucho", afirman Marcos y Nerea, una pareja de 22 y 20 años sentada a la puerta de la feria.

LA "INMOBANCA", MUY PRESENTE

Conforme a su nuevo rol en la realidad económica, los bancos se han vestido de promotores y comercializadores en la edición de este año tras verse obligados a absorber grandes bolsas de inmuebles por la crisis.

Caja Madrid ocupa un lugar preferente a la entrada del SIMA y es uno de los más concurridos. Allí, la caja vende los activos que ha embargado a los propietarios que no podían pagar la hipoteca. También están presentes el Santander y La Caixa.

"Los bancos están aquí vendiendo viviendas, antiguamente el banco venía a dar financiación para viviendas de terceros. Este año los bancos vienen para vender sus propias viviendas y financiar la compra de sus propios pisos. En estos momentos en España el banco es el gran supermercado de la vivienda", dice Urías.

Quizás el epitafio de lo en su día fue el punto de encuentro del sector más boyante de la economía sea la frase pronunciada por dos de los asistentes a las conferencias del pasado martes: "Cada vez somos menos".

El Salón Inmobiliario de Madrid, un espejo de la crisis que vive el sector