jueves. 28.03.2024
ricos

Las crisis en esta etapa de capitalismo posmoderno suponen una reordenación de los factores económicos que, por ser estructurales, suponen que la depauperación y retroceso en derechos laborales y cívicos de las mayorías sociales no son excrecencias de una política mal aplicada

Oxfam Intermón publica un nuevo informe en el que denuncia que la desigualdad que se acentuó durante la recesión no sólo no ha desaparecido, sino que ha condenado a miles de personas. El problema, según la organización, es que el empleo es igualmente desigual y precario y que las políticas redistributivas no funcionan de forma correcta en España

Con motivo de la crisis que comenzó en 2008, la mitad de la sociedad se encontró en la intemperie. La dramática agresión sufrida por las clases populares a manos de una derecha radical en perfecta ósmosis con las élites económicas y financieras, auténticos señores de horca y cuchillo, ha degradado tanto la vida social, con salarios de hambre, familias sin ingresos, pobreza, parados sin esperanza ni subsidios, que la desigualdad generada por la avaricia ciega de las minorías organizadas ha crecido de una forma arteramente inmoral. Las crisis en esta etapa de capitalismo posmoderno suponen una reordenación de los factores económicos que, por ser estructurales, suponen que la depauperación y retroceso en derechos laborales y cívicos de las mayorías sociales no son excrecencias de una política mal aplicada sino el resultado pretendido por la imposición de un modelo ideológico concreto que pone el Estado al servicio de los intereses de unos pocos a costa de una ciudadanía desahuciada de su centralidad democrática y social. Pero esto no sería posible si el ecosistema político no estuviera volcado a un orden objetivo de las cosas incapaz de integrar modelos alternativos en una inercia de la vida pública cada vez más alejada de la gente.

Pero para que este ecosistema económico volcado al único interés de los ricos consolide un escenario irreversible hay que aniquilar al mundo del trabajo. Se trata de invisibilizar la actividad que más ocupa a más gente en el mundo: la actividad laboral. La exhaustiva degradación del trabajo produce salarios por debajo de la subsistencia, la supresión o constricción de los subsidios a los parados, la precariedad de los escasos empleos, y con ello, la marginación y la exclusión social de los trabajadores. Es la expropiación de los pobres por parte de los ricos. Por ello, resulta difícil explicar la imposibilidad de dedicar un par de miles de millones para actualizar las pensiones subiéndolas catorce euros al mes de media. No después de haber visto durante la crisis cómo miles de millones si se podían gastar en rescatar bancos, autopistas o entidades sanitarias privadas, aumentar el gasto en defensa y anunciar rebajas de impuestos milmillonarias. Como consecuencia, estamos ante un sistema en el cual el crecimiento económico crea ricos, pero no riqueza.

Marx usa la palabra enajenación: lo que el obrero produce no le pertenece, le es ajeno y hostil. También en el esclavismo y en el feudalismo lo que producía el esclavo y el siervo les era ajeno, pertenecía a otro, al amo o al señor feudal. ¿Cuál es, entonces, la diferencia con el nuevo señor capitalista? Una de las diferencias específicas es la forma que adquiere el dominio bajo el capitalismo donde su rasgo preponderante es un dominio abstracto generalizado que incluye como elemento central la autonomía ya que es el trabajador mismo quien se impone ir a trabajar bajo las órdenes del patrón. Sin embargo, es una falsa libertad ya que las condiciones de necesidad, la escasez y la presión del desempleo hacen que su propio trabajo sea un instrumento de hostilidad hacia el individuo. Por ello, el final de la crisis nunca llegará a las clases populares pues su empobrecimiento es la base del crecimiento del sistema. “Estoy en cólera porque trabajo para nada”, Anthony Richard, 28 años. “No se entiende hacia dónde vamos”, Marc-Antoine Ponelle, 23 años. Son frases de dos manifestantes de los chalecos amarillos franceses recogidas por Philosophie Magazine. El capitalismo posmoderno se ha hecho incompatible con la democracia por el cultivo de la desigualdad, lo que produce una carencia de propósitos, fines sociales comunes y compartidos y esto, a su vez, una falta de sentido ético de la convivencia y el ascenso de los autoritarismos, y todo ello ante el estrepitoso silencio e inhibición intelectual y práctica de la izquierda.

El capitalismo neoliberal crea ricos, no riqueza