viernes. 29.03.2024
lagarde480
Foto: La Moncloa

El FMI, desde su nacimiento, ha respondido a los intereses económicos de los poderosos

Sistema Digital | En el viaje que Mariano Rajoy ha hecho a Washington para recibir las bendiciones del imperio, la directora ejecutiva del FMI, Christine Lagarde, ha resaltado que la economía española va por el buen camino. Lo primero que habría que preguntarse, ante una afirmación de esta naturaleza, es hacia dónde conduce ese camino, pues nadie lo dice, si bien es fácil adivinarlo con las políticas económicas practicadas y los resultados que ofrecen. La segunda interrogante que surge es cómo se puede hablar de buen camino con tantas heridas que se están causando.

El punto de llegada es incierto pero lo que avala el FMI, y sobre esto ya hay una amplia experiencia, es un modelo económico sustentado en una mayor profundización del neoliberalismo, favoreciendo la concentración del poder económico y la riqueza, la desigualdad, la precariedad en el empleo, y el empobrecimiento de la mayor parte de la sociedad, sobre todo de los grupos más vulnerables. Desde esta perspectiva el camino emprendido es consecuente con los fines que se quieren alcanzar, pues ya se ha logrado parte de lo que se busca. El buen camino para el FMI es precisamente eso: sentar las bases para lo que se pretende conseguir.

El FMI, tanto por sus actuaciones como por sus errores de predicción, se encuentra bastante desacreditado, pero, sin embargo, para determinados medios de comunicación y líderes económicos y políticos sigue siendo una institución a la que debe hacerse caso, cuando conviene que es la mayor parte de las veces, sin cuestionar, convirtiendo las declaraciones de sus dirigentes en un dogma económico. El apoyo a las llamadas reformas del Gobierno y su insistencia en que tiene aún que profundizar más en las mismas, es una muestra de su ideología económica y política. La perversión del lenguaje es tal, que se habla de reformas cuando lo que debería utilizarse es la expresión contrarreformas.

El buen camino para el FMI ha consistido en aumentar el desempleo, precarizar el mercado laboral, disminuir la renta disponible de gran parte de las familias españolas, arruinar a multitud de empresas medias y pequeñas, recortar los derechos sociales, perjudicar a la investigación, hacer crecer la desigualdad y la pobreza, desahuciar a miles de gentes de sus viviendas, amnistiar a los defraudadores de la hacienda pública, ser complacientes, cuando no cómplices, con la corrupción. La lista es más larga, pero esto es un ejemplo muy grave de lo que el gobierno está haciendo en materia económica y social.

Los costes están siendo muy elevados y todo con la finalidad de rescatar a la banca y cajas de ahorro, cuyas actuaciones han sido realmente escandalosas y, en muchos casos, delictivas. La responsabilidad de los dirigentes y consejeros de bastantes de estas instituciones es muy grande y son ellos los que, en parte, han causado la ruina de la economía española y de un sector considerable de las población. De ello no dice nada el FMI y calla y ya se sabe que el que calla otorga.

El FMI, desde su nacimiento, ha respondido a los intereses económicos de los poderosos. Así, un autor como Philip Coggan, tan poco sospechoso de izquierdas pues es el Editor para Mercado de Capitales de The Economist, en su libro Promesas de papel, Dinero, deuda y un nuevo paradigma financiero (El Hombre del Tres, 2013) refiriéndose a la conferencia de Bretton Woods de 1944, dice: “Los gurús que la presidían eran John Maynard Keynes, el economista británico, y Harry Dexter White, un ayudante del presidente Roosevelt con fuertes simpatías hacia la Unión Soviética. Keynes tenía la autoridad intelectual, pero White tenía la fuerza económica”. Este fue el plan que salió victorioso. De este modo, se estableció un sistema en el que el FMI regulaba las relaciones monetarias internacionales de los países miembros, pero en el que la creación de liquidez dependía de Estados Unidos, al ser el dólar la moneda que se aceptaba como el medio de pago internacional.

El sistema monetario internacional ha cambiado a lo largo del tiempo, pero nunca se han llevado a cabo reformas en profundidad, aunque ha habido propuestas interesantes y posibles, pues no ha interesado a Estados Unidos perder la hegemonía del dólar. La crisis de la deuda de la década de los ochenta hizo que el FMI ejerciera un papel de prestamista y de artífice de todas las políticas de ajuste que obligó a efectuar a los países, si querían recibir créditos de esta institución y del Banco Mundial, así como de la necesidad de negociar la deuda en el club de París. El fin que perseguía el FMI era salvar a los bancos a costa del sufrimiento de los ciudadanos.

Se han escrito muchos libros y artículos criticando estas políticas que causaron tantos males a los países en desarrollo. Estas críticas van desde economistas más críticos, como es el caso entre tantos de Richard Peet La maldita Trinidad (Laetoli, 2004) hasta los más convencionales, como es el caso de Stiglitz, cuyas argumentaciones se pueden encontrar en su obra El malestar en la globalización (Taurus, 2002). Con la crisis del euro se vuelve a predicar más de lo mismo. Los resultados tan malos y negativos están a la vista. ¿Cómo hacer caso a este organismo que cosecha tantos fracasos en política económica? Que, además, no fue capaz de predecir la crisis y que se ha equivocado de forma tan estruendosa a la hora de calcular el efecto contractivo, minimizándole.

Lo que la gente tiene que saber es que frente al lema que mantienen con tanta insistencia los poderes económicos y políticos de que no hay otra política económica, y que se transmite por los medios de comunicación, sí que la hay. A las políticas del FMI se les ha contestado por economistas y por organizaciones como las Naciones Unidas, con el estudio de 1986 Ajuste con rostro humano (Siglo XXI, 1987)  y con los Informes de Desarrollo Humano elaborados anualmente desde 1990 por el PNUD.

A la política económica actual se le han realizado proposiciones alternativas. Una de ellas acaba de publicarse en castellano Actúen ya, un manifiesto global para recuperar nuestras economías y salir de la crisis (Deusto, 2014) en el que intervienen cinco economistas: Heiner Flassbeck, Paul Davidson, James K. Galbraith, Richard Koo y Jayati Ghosh. A mí me ha gustado, aunque no concuerde con todo lo que se mantiene. Pero sirve de aire fresco ante la incompetencia que nos rodea.


Por Carlos Berzosa | Catedrático de Economía Aplicada. Universidad Complutense de Madrid

El buen camino del Fondo Monetario Internacional