viernes. 29.03.2024

Allah puede ser el mejor amigo de su dinero

Que el dinero manda y que en cuestión de finanzas no hay diferencias ideológicas ni choque de civilizaciones que valgan es una obviedad. Un ejemplo palpable lo tenemos en las finanzas islámicas. Muchos instigadores del odio al Islam ignoran que sus ahorros pueden estar siendo rentabilizados conforme a la sharia.
NUEVATRIBUNA.ES - 16.6.2010

El Centro de Finanzas Islámicas de IE Business School, La Universidad King Abdulaziz y Casa Árabe, realizan este miércoles el primer seminario internacional sobre finanzas islámicas. Desde hace años, se viene constatando la creciente influencia de las instituciones financieras islámicas que requiere no sólo un mayor entendimiento de la economía islámica sino también de las oportunidades que ofrecen.

De hecho, el sistema financiero musulmán, entendiendo por tal todas las instituciones bancarias comerciales, hipotecarias, de inversión, entidades de ahorro y préstamos que operan sobre la base de las normas que dicta el Corán, se están transformando en una fuerza emergente con la cual el sistema financiero convencional debe competir.

Como recuerda webIslam, fue tras la crisis del petróleo, en el año 1973, cuando los países miembros de la Conferencia Islámica se organizaron para constituir un banco islámico internacional, enfocado al incremento económico y progreso social de los países musulmanes, a partir del respeto de los principios de la Sharia o la Ley sagrada del Islam. Nació así, en 1975, el “Islamic Development Bank”, con sede en Yeddah, Arabia Saudita. Recientemente, se fundó la “Islamic Agency for Credit Rating”, con sede en el Reino de Bahrain, Golfo Pérsico, una institución que se ocupa de determinar las potencialidades de las instituciones financieras islámicas y calcular los riesgos en el ámbito del mercado monetario, con el objeto de atraer e incrementar la confianza de los inversionistas y dar mayor solidez a este mercado financiero.

La peculiaridad de las instituciones financieras islámicas es que operan en base a la Ley Islámica o Sharia que prohíbe el pago y el cobro de intereses, ya que se pretende que el dinero no genere dinero. No obstante, eso no significa que la comunidad musulmana no precise instrumentos financieros para cubrir las necesidades que se generan en ese ámbito, aunque para ello deben de buscar como evitar el pago y el cobro de intereses.

El mayor obstáculo que se encuentra en la financiación islámica es la prohibición de la usura o Riba. Aparte de la prohibición de intereses, la norma islámica impide invertir en ciertos sectores, como pueden ser el alcohol, los productos derivados del cerdo, casinos, pornografía, etc. Por este motivo los sectores donde un fondo de inversión que siga la ley islámica puede invertir está limitado.

Las finanzas islámicas se basan en la colaboración entre el usuario y el gestor. Nace del propio concepto de Umma o Comunidad religiosa, cuya base es una especie de alianza estratégica entre los magnates del petróleo y los estudiosos de textos sacros. Institutos bancarios occidentales refuercen alianzas con estudiosos de la Sharia para ingresar al mercado islámico, en el que domina la filosofía de que hay que compartir los riesgos: clientes y gestores deben correr los mismos riesgos así como participar de los éxitos. Esta visión es muy diferente a los postulados que mueven el mercado de valores occidental, el cual tiene como premisa maximizar los beneficios y minimizar las pérdidas. En este sentido, como el dinero debe rendir pero el Corán no consiente el pago de intereses, dichas finanzas se benefician de los arriendos, derechos de autor, ganancias en el comercio, además de la compra-ventas de bienes y servicios.

Todo lo anterior podría llevarnos a pensar que la economía islámica es opuesta e incluso incompatible con la occidental, pero nada más lejos de la realidad. Dos crisis recientes, la de la bolsa asiática de 1997 y el 11 de septiembre de 2001, han demostrado que los principios islámicos para articular el sistema financiero son perfectamente compatibles y rentable. La lección ha sido aún más contundente con la última crisis del sistema financiero y la pretensión de los líderes mundiales de someterlo a una mayor regulación bajo los estrictos principios de transparencia, responsabilidad y moderación. Los catastróficos efectos de las hipotecas subprime apenas se han notado en la finanzas islámicas debido a que ya tienen incorporados esos principios a su funcionamiento. Debido a la condición que impide que el prestamista transfiera el riesgo vendiendo la deuda, se eliminan en buena medida las transacciones especulativas y se reduce el problema de los prestatarios con alto riesgo crediticio.

Un ejemplo de todo lo anterior lo tenemos en Malasia, donde el cliente y la entidad bancaria formalizan una sociedad para comprar un bien, que es alquilado al primero hasta pagar la deuda. Esta unión sólo se deshace al realizarse el último pago; si en el plazo fijado el comprador no puede garantizar sus cuotas, la sociedad se extingue, el bien se vende y la ganancia es repartida de acuerdo con el porcentaje de participación previamente acordado.

Si bien las entidades financieras islámicas no cuentan con los abultados balances de sus colegas occidentales, sí garantizan reservas sólidas e inversiones seguras. La banca islámica opera en 70 países con un capital que va de los 500 a los 700 mil millones de dólares y está destinada a crecer en modo exponencial. Además, todos los productos financieros occidentales pueden ser transformados en instrumentos conforme a la Sharia .

Es decir, que mientras los más radicales sostenedores del conflicto entre Oriente y Occidente alimentan teorías políticas, culturales y sociales sobre el 'abismo' que nos separa, ni siquiera imaginan que sus ahorros están siendo rentabilizados sobre la base de la Ley islámica.




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