viernes. 29.03.2024
LIBRO | ESTRADA, BRAñA, INURRIETA, LABORDA

¿Qué hacemos con el poder de crear dinero?

En el libro ‘Qué hacemos con el poder de crear dinero’, de Bruno Estrada, Francisco Javier Braña, Alejandro Inurrieta y Juan Laborda, recientemente publicado por Akal, los autores proponen la recuperación del control democrático sobre el poder que gobiernos y bancos han tenido a lo largo de la historia para crear dinero.

Una larga historia de ruinas y fraudes provocada por la creación incontrolada de dinero artificial, que llega hasta la actual crisis, provocada por el abuso que el sector financiero hizo de la creación de deuda, produciendo astronómicas cantidades de "dinero basura".

La victoria de las tesis norteamericanas en Bretton Woods en el diseño del sistema monetario mundial supuso la entronización del dólar como moneda mundial tras la Segunda Guerra Mundial, sustituyendo a la libra esterlina. Aunque ese cambio en el liderazgo se dio bajo los supuestos que habían regido el reinado de la libra durante más de un siglo, esto es, el patrón oro. El volumen total de dólares tenía que estar respaldado por unas reservas equivalentes de oro, a razón de un precio de 35 dólares por onza.

Casi tres décadas después el dólar dio un paso más al convertirse en la primera moneda mundial ficticia. El 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon, aconsejado por Milton Friedman, devaluó unilateralmente el dólar, rompiendo el acuerdo de Bretton Woods, por el cual el tipo de cambio entre las principales monedas del mundo capitalista era fijo. Las razones inmediatas de esa trascendente decisión, que rompía el consenso alcanzado entre los países capitalistas tras la segunda guerra mundial, estaban en la necesidad del gobierno estadounidense de financiar la guerra de Vietnam, su particular “lucha contra el comunismo”, sin caer en déficits públicos excesivos y sin subir los impuestos, lo que hubiera sido demoledor para un gobierno republicano. El resultado de esa acción unilateral no fue crear otro sistema de cambio estable con un dólar más devaluado, sino que los tipos de cambio empezaron a flotar libremente, es decir, se eliminó de un plumazo la obligación de acordar el valor de las monedas en función de las reservas de oro que los bancos centrales de cada país habían acumulado.

La gran “revolución monetaria” que significó la ruptura del patrón oro es que por primera vez se aceptaba que el dinero utilizado en las transacciones comerciales, y en los procesos de acumulación de capital en Occidente, fuera completamente ficticio. Esto ocurría en Occidente casi mil años después que sucediera en China. EEUU, al romper el patrón oro, al dejar de usar el oro como base real del dinero, adquirió un inmenso poder: su moneda, el dólar se convirtió en la moneda de reserva más importante, sin que EEUU asumiera ninguna contrapartida frente al resto del mundo.

Fue como si a partir de ese momento el conjunto de mundo capitalista hubiera agachado la cabeza en señal de sumisión al nuevo Gran Khan, aceptando venderle sus productos, materias primas, empresas, propiedades a cambio de mero papel. Pero en el siglo XX no hacía falta obligar a los súbditos a trocar sus bienes por un papel-dinero de un valor meramente ficticio, tal cómo sucedía en la corte mongola. Los ciudadanos de los países capitalistas asumían sin rechistar el valor ficticio del dólar que establecía la Fed, ya sin ninguna relación con la cantidad de oro almacenado en los sótanos de Fort Knox, gracias a la fascinación que el volumen de la economía estadounidense ejercía sobre el resto del planeta, al poder fuerte que representaba su enorme capacidad militar y al poder blando, o hegemonía cultural en términos gramscianos, que la aceptación de sus valores ejercía sobre el resto del mundo.

Los resultados de ello fueron que EEUU globalizó la frase atribuida a Rothschild, imponiendo el poder del dólar por encima de las decisiones democráticas que se tomaban en otros países, algo así como: “Dejadme que emita y controle la moneda del mundo y no me importarán las leyes se hagan en cada país”. Muy parecido a lo que actualmente esta haciendo el Banco Central Europeo (BCE) con los países de la zona euro que tienen problemas de financiación exterior.

La inexistencia tras 1989 de contrapoder alguno a escala global capaz de poner límites a la hegemonía del capitalismo estadounidense ha sido, a medio plazo, la causa de su derrumbe. Si entendemos, en palabras de Braudel, la esencia del capitalismo “como un conjunto de practicas cuyo fin es sortear los mercados regulados para crear situaciones de monopolio que maximicen los beneficios” es evidente que la hipertrofia del sistema financiero estadounidense a lo largo y ancho del planeta (lo que se ha conocido como financiarización de la actividad productiva) ha posibilitado que su sistema bancario extrajera enormes plusvalías de toda la economía del planeta, ofreciendo enormes rentabilidades que permitían atraer más capitales de resto del mundo. Esto ha sido posible en la medida que el sistema monetario internacional es principalmente un sistema de creación artificial de crédito basado en la exclusividad del dólar como moneda de reserva internacional, lo que ha permitido a EEUU “endeudarse sin lamentarlo” (Rueff) durante varias décadas.

Los autores analizan como la actual crisis económica global presenta una serie de rasgos comunes a otros episodios de crisis similares que se han producido en la historia, en los que destaca el perverso papel jugado por el sistema financiero, convertido en un fin en sí mismo, y no en un medio para mejorar el sistema productivo. La producción de grandes cantidades de “dinero basura” ha incrementado la sobreacumulación de capital, gran parte de él basado en activos (acciones, inmuebles, etc.) que ya no valen lo que sus propietarios dicen que vale. A modo de ejemplo, los flujos financieros en los períodos previos a la actual crisis económica eran en volumen, medidos en unidades monetarias, 20 veces superiores al tamaño de los flujos comerciales, produciéndose un sobreendeudamiento-apalancamiento de la economía en su conjunto. Tal vez el hecho similar más antiguo del que haya más referencias históricas sea el estallido de la burbuja de los tulipanes de Holanda, ocurrido en 1637 y que generó numerosas bancarrotas y quiebras de empresas y particulares. El precio de un bulbo de tulipán, producto para el que se habían llegado a desarrollar mercados de futuros, antes de desplomarse llegó a alcanzar el valor similar al trabajo de quince años de un artesano cualificado.

¿Qué hacemos con el poder de crear dinero?