viernes. 29.03.2024

Cuando hemos leído que Rajoy y Zapatero se habían puesto de acuerdo para… no sabemos exactamente para qué, pero para una de estas tres cosas: limitar el déficit, la deuda pública o el gasto público, un escalofrío seguro que ha recorrido a los economistas; no así a los contables neoliberales con título de economistas, como los fedea por ejemplo. Tengo la sensación de que cuando Rajoy y Zapatero hablan de economía es como si yo hablara de los fundamentos teológicos de la Santísima Trinidad con mi perro, que en paz descanse. Este, además, es un caso típico de cómo el consenso es nefasto con la derecha, que siempre lo es por definición de consenso y por definición de derecha.

La confusión es notable porque hay quienes aún confunden déficit con deuda; ahora se le ha añadido con límite del gasto. Y lo es no sólo por sus aspecto jurídicos, sino –que es lo que importa– por sus aspectos económicos. Aún recuerdo una discusión de Josep Borrell con Álvarez Cascos en que este confundía déficit con deuda y Borrell se lo hacía saber. El cretino del asturiano, para escabullir su ignorancia, recurría a los resultados electorales, al igual que hace Camps para intentar demostrar su inocencia sobre los trajes y demás. Déficit es la diferencia entre el Gasto Público más los intereses de la Deuda del período anterior y los Ingresos Públicos en un año; Deuda Pública es la posición deudora que tiene el Estado con su futuro, es decir, con las generaciones futuras, con los presupuestos del futuro. Ambos están relacionados, porque la Deuda Pública a una fecha determinada es la suma de los déficits del pasado, pero ni son la misma cosa ni representan lo mismo. La Deuda Pública es una medida (no necesariamente la única) de la solvencia de las cuentas públicas de un país (otra cosa es la deuda privada), mientras que el Déficit es la forma de obtener liquidez de un Estado. Ambas no siempre van necesariamente unidas. Por ejemplo, Italia, Grecia, Bélgica, USA y Japón tienen niveles de deuda muy alta (especialmente el estado nipón, que dobla su PIB) y eso persistirá aún cuando mañana mismo –el año que viene– redujeran su déficit a cero.

Los contables con título de economistas –acaparan la enseñanza– creen que lo mejor es acabar con los déficits, que estos sean cero siempre. Han oído hablar de expectativas racionales y de supuestos mercados eficientes y se han creído que con eso sobraba la política económica –para ellos, intervencionismo- porque el mercado lo arregla todo. Y de esos barros pseudo intelectuales nos han traído el lodo de la crisis o, al menos, su justificación. Y digo creen, porque la experiencia histórica va en su contra. Estamos aconsejados por los herederos de los cretinos que aconsejaban al presidente Herbert Hoover en USA en 1929 reducir los impuestos en plena Depresión, cuando ya se había producido la debacle en la bolsa de valores de N.Y. y la población ocupada había perdido un cuarto de sus efectivos. Afortunadamente para los estadounidenses en 1932 llevaron a la presidencia USA a Franklin Roosevelt y este implantó al año siguiente el New Deal, que era un gigantesco programa de obras públicas y ayudas –en especial a la agricultura–, y el país se recuperó. Lo hizo en dos tiempos, porque tuvo que reiniciar la política en 1937 por insuficiente. Hay mucha literatura de la Gran Depresión, pero J. K. Galbraith lo ha contado magníficamente en “El Crash de 1929” (The Greath Crash 1929). Otro ejemplo es el plan Marshall, un programa de ayuda a Europa de 13.000 millones de dólares nada más acabar la guerra, al que debemos una parte alícuota de nuestros estados de bienestar. Mejor dicho, deben los demás porque, como sabemos, a nosotros los españoles no nos llegó ni un centavo gracias al franquismo y a los millones de franquistas españoles que aseguraron el poder al dictador. Más recientemente está la ayuda de 800.000 millones de dólares a bancos, compañías de seguros y sector del automóvil que el presidente Obama logró aprobar en el Congreso en el año 2009. En la Unión Económica todos los países han aumentado sus déficits y su deuda desde el inicio de la crisis, porque de no hacerlo no estaríamos en una gran recesión sino en una gran depresión similar a la del año 1929. Hemos visto primero en Grecia, Irlanda y Portugal –y luego en España e Italia– como no han servido de nada las medidas antisociales tomadas desde mayo del 2009 para evitar el terrorismo especulativo de “los mercados”, es decir, de los especuladores, y para bajar el diferencial de sus deudas públicas con el bono alemán. Sólo cuando el BCE se ha decidido –¡con un año de retraso!– a comprar deuda pública de los estados afectados es cuando ha bajado notablemente el diferencial. A los especuladores se les combate con sus mismas armas: sorpresa, nocturnidad, velocidad de la luz y teoría de los juegos; a las agencias de calificación, con menosprecio, sin tenerlas en cuenta desde lo público.

Con el euro ya los estados soberanos de la Unión Monetaria se han quedado sin política monetaria autónoma; con lo que se pretende se quedarían cojos de política fiscal, sobre todo si gobierna la derecha y sigue con su dogma religioso de no aumentar los impuestos, pase lo que pase y sea cual sea la distribución de la renta y la riqueza. Sin posibilidad de incurrir en déficits y gobernando la derecha con ese postulado tributario, los estados soberanos estarían a merced de “los mercados”, de los especuladores, cosa nefasta al menos en las crisis, como estamos comprobando desde mayo del 2010. Sólo tendrían un mecanismo de suma cero: la distribución de las partidas del presupuesto. El asesinato de Keynes y Kalecki se habría consumado tal como desean los Robert Lucas, los Thomas Sargent y los Robert Barro, y como no hubieran ni soñado los Thomas Friedman y los Friedrich Hayek.

Se dice que Alemania ya tiene una limitación constitucional del déficit, pero hay varios aspectos que diferencian al estado teutón de los demás estados europeos: a) Alemania es el segundo exportador del mundo y puede renunciar al déficit si obtiene superávit en la balanza comercial de forma permanente porque este sector es el verdadero motor del país; b) Alemania es un estado federal con financiación de los landers con impuestos propios y exclusivos; c) el BCE es en realidad el sucesor del Bundesbank y su política monetaria está hecha a medida de las necesidades de Alemania; d) El PIB alemán es casi el de la suma de España e Italia. Y a pesar de esa fortaleza, tarde o temprano Alemania se arrepentirá de esa limitación constitucional.

Por otro lado, “los mercados”, es decir, los especuladores, ya no ponen la vista en los déficits, sino en los niveles de deuda, razón por la cual el diferencial italiano ha superado ligeramente al español, y razón por la cual los especuladores dan por incobrable parte de la deuda griega, irlandesa y portuguesa. Aunque los especuladores son bastantes ignorantes y cometen muchos más errores de lo que nos imaginamos, intuyen que hay una relación entre los intereses persistentes de renovación de la deuda y la tasa de crecimiento de los países. En efecto, ambos están relacionados, y si los tipos medios de interés al que se renueva la deuda superara persistentemente la tasa de crecimiento, el país se volvería cada días más insolvente. Por ejemplo, Italia, con una deuda pública cercana a los 2 billones (1,84 billones a finales del 2010), si tuviera que financiarse al 5% de interés medio en un año tendría que dedicar 100.000 millones de euros sólo a los intereses de la deuda y, dado que su gasto público es de 848.000 millones (eurostat, 2010), ello representaría dedicar el 11,8% de su presupuesto a pagar sólo los intereses de la deuda. Para mantener su solvencia, Italia debería crecer al ¡11,8%! también, cosa que no logra ni siquiera China. Por eso ha intervenido el BCE; también porque los bancos franceses y alemanes han convencido a la nefasta Merkel de que la pérdida del valor de sus activos en bonos griegos, portugueses, españoles e italianos no les compensaba el soberbio diferencial obtenido por esos bancos al suscribir las deudas de estos países y pagarla con los préstamos del BCE.

¿De qué sirvió la reforma de las pensiones en España para calmar a “los mercados”? ¿Y la reforma laboral? ¿Y la bajada de las pensiones y sueldos de los funcionarios? Sólo la intervención del BCE comprando y/o suscribiendo bonos españoles ha situado el diferencial español por debajo de los 300 puntos básicos. Igual para el caso italiano, aunque agravado el caso italiano por la nula credibilidad del bufón Berlusconi. España está a 9 puntos de diferencia del gasto público por PIB de la media de la eurozona y más si la comparación es el gasto social. Renunciar a un mecanismo compensador del consumo privado aunque sea temporal y con la diferencia de gasto relativo antes aludida, eso se traduce en mucho sufrimiento para los que pierden el empleo o no lo encuentran en épocas de crisis. También para la sanidad, el seguro de paro y la dependencia. Y más aún si siguen los socialistas pensando que bajar los impuestos también es de izquierdas. El gasto público es un mecanismo compensador del consumo e inversiones privadas que permite mantener los niveles de demanda agregada de un año para otro. Si falla el mecanismo –como se le está haciendo fallar– eso significa menos gasto, menos producción, menos rentas, menos producción y vuelta a empezar. El nivel de gasto público debe al menos permitir que la demanda agregada (consumo, más inversión, más gasto público, más exportaciones, menos importaciones) de un año no sea inferior al del año anterior.

A la fecha que escribo (26.8.11) leo en la versión digital de el diario El País que se está negociando fijar el nivel del déficit en el 0,40%. Eso supone con el PIB español actual 4.000 millones de euros. Es una cifra ridícula si se quiere incidir en la economía de un país de un billón de euros de PIB. Más nos vale que se trate de un error y que sea al menos un 4%, es decir, diez veces más. Para que se vea lo ridículo de la cifra, los 800.000 millones de dólares de la ayuda aprobada por Obama y el Congreso –luego hubo más– antes mencionada sobre los casi 15 billones de PIB de USA representan el 5,3% de aumento del déficit. Y ni siquiera esa cifra ha sido suficiente para crear empleo significativo, aunque se haya evitado lo peor (otro 1929). Si no lo remediamos, los contables nos llevan al desastre empujados, eso sí, por los especuladores de pisos, de las finanzas, de los fondos de inversión, de las agencias de calificación y de los bancos, que tuvieron y tienen una política crediticia pro-cíclica, antes por exceso y ahora por defecto.

¿Déficit, deuda o límite de gasto?