jueves. 28.03.2024

El nuevo gobierno del Partido Popular tiene un problema general: cómo hacer que sus votantes ahora se olviden de sus mentiras. Ha hecho tantas promesas y tantas críticas al gobierno anterior y va a tener que hacer lo que éste hizo –bien por obligación, bien por convencimiento- que las medidas que se avecinan van a entrar en conflicto con la parte de sus votantes que no puedan deshacerse de su dignidad. Una de esas promesas es la de que no crearía un “banco malo” a costa de los impuestos de los ciudadanos. Lo de este “banco malo” es una carrera de la prensa mediática afin al PP –que es la mayoría- para hacer olvidar e, incluso, negar las promesas del partido tardo-franquista. En todo caso, asistiremos al travestismo mediático en próximas fechas de presentarlo como, primero necesario, para después presentarlo como bueno y demandado por la propia ciudadanía. Es la prensa del Movimiento del PP (ABC, El Mundo, La Razón, La Gaceta, Telemadrid, etc.). Aunque ya existen diferentes bancos “malos” en la UE, todos tienen una consecuencia tarde o temprano: que los ciudadanos, con sus impuestos, pagarán los llamados “activos tóxicos”. Ese es el fin y la garantía. Garantía que no llega, por cierto, a que los bancos así exonerados de su mala gestión del crédito vayan por ello a aumentar el mismo a particulares y empresas. Tal es así que esa desconfianza y la contracción del crédito ha llevado al BCE de Mario Draghi a facilitar crédito a los bancos por la gigantesca cifra de 500.000 millones de euros el día 21 de este mes dándole a la máquina –no puede hacerlo de otra forma- de hacer billetes. Es así como actúa un banco central, nada extraordinario: crea dinero cuando concede un crédito y lo destruye cuando se amortiza, pero muchos han criticado en cambio cuando hace eso mismo comprando deuda soberana de los países. Mi opinión es que eso no va a suponer un aumento del crédito en España y dudo que en el resto de la U.E. porque van a destinarlo casi todo a comprar deuda soberana en un negocio fácil: lo contratan como prestarios al 1% con el BCE y lo devuelven como prestamistas a los Estados comprando bonos al 4% o más. ¿Para qué van a arriesgar concediendo préstamos a empresas y particulares? Más vale esto que nada, pero a la economía en general le sería más favorable que ese medio billón de euros se hubieran destinado a la compra de bonos directamente por dos cosas: 1) porque rebajarían los costes financieros de la deuda al bajar seguro la prima de riesgo; 2) porque si los Estados gastan ese dinero compensaría algo la caída de la demanda agregada, con el consiguiente estímulo de la producción. En cambio, la banca no lo va a retornar a empresas y particulares. Espero equivocarme. Lo de los “activos tóxicos” es otro eufemismo que trata de grabar en la mente de la ciudadanía de que estos activos deben separarse de los activos buenos como los virus y bacterias de las células buenas. Es una estupidez, porque nada tiene que ver la biología y sus contagios con el crédito. Los “activos tóxicos” que se lo coman los bancos que los han creado y punto. No porque se agrupen en un banco van a dejar de ser incobrables o morosos, porque no porque estén juntitos los “tóxicos” van a convertir en solventes a sus deudores. Hay una patronal que ya proclaman que estos activos los paguemos todos, estos tipos que tanto defienden la economía de mercado y la no intromisión del Estado en sus asuntos. No hago más comentarios ante tan repugnantes planteamientos.

Por ello cada vez se hace más necesario la creación de un sector del crédito que actúe en función de los intereses de la economía y no de las cuentas de Resultados a corto plazo de cada entidad de crédito. Ese banco público en España podría desarrollarse con una expansión del ICO con una multiplicación de sus efectivos tomando crédito del BCE y del resto de la banca, y con la dos siguientes premisas o criterios de actuación: 1) concesión del crédito asumiendo un mayor riesgo de impago y morosidad (llegando a sobrepasar el 15%, o tanto como sea necesario hasta crear empleo); 2) que el aumento marginal de estas morosidad e incobrabilidad (la diferencia entre ese 15% previsto y la tasa media de impagados en la actualidad) fuera financiada por la propia banca privada con cargo a los impuestos de sociedades y en proporción inversa a la concesión relativa del crédito de esta misma banca: a más crédito concedido relativo, menos deuda tributaria. Para ello habría que desarrollar un impuesto especial para la banca. Un banco con este criterio anti-crisis sí sería un banco público, porque esta consideración depende de su comportamiento crediticio y no de la propiedad de su capital.

Es verdad que eso no repara el error del BCE, de la oronda walquiria teutona y del Consejo de Europa, de seguir obligando a la reducción del déficit cueste lo que cueste en términos de empleo, pero en parte podría paliar este error estratégico. Ya sabemos que las victorias tácticas no hacen ganar las guerras cuando se está en la estrategia equivocada, pero con un banco público en expansión podría alargar la situación antes de entrar en recesión y daría tiempo a la reflexión a los cenutrios de los que mandan en el Consejo y en el BCE; quizá la teutona, que de economía entiende lo que yo de teología, cambie de opinión en contra de sus asesores ante la persistencia y agravamiento de la crisis como hizo Roosevelt en 1933 ante sus aúlicos consejeros. Claro que el presidente americano demostró una inteligencia y un valor de la que parece carecer la teutona. Los déficits –que fueron causados en un 70% en España por una bajada de los ingresos y sólo el resto por un aumento del gasto- no deberían disminuirse ahora en plena crisis sino aumentarse, teniendo como límite los primeros brotes inflacionistas. Lo de acabar con los déficits es que no está en ninguna teoría economía por más neoliberal que se presente, es una obsesión enfermiza de cretinos que no saben de lo que hablan. Eso sí, gobiernan con los votos de los que esa pertinaz insistencia les lleva a la ruina y/o al paro. A cada cual su responsabilidad.

Sobre el `banco malo', activos 'tóxicos' y banca pública