martes. 19.03.2024

Desde al menos mayo del 2010 se está cumpliendo lo que decía Churchill de USA, aquello de que primero recorrían todos los caminos malos hasta dar con el correcto. Tengo admiración por Josep Borrell porque ha demostrado ser de los pocos políticos del panorama nacional –y diría que europeo- que es capaz de pensar por sí mismo y compaginarlo con cargos de responsabilidad en la Unión Europea. Y sin embargo, al leer su artículo de salutación en esta “tribuna” a las medidas del 21 de julio para encauzar las finanzas públicas europeas y luchar contra los especuladores no pude por menos de entrever un tono de ingenuidad. Esas medidas y compromisos del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y de los bancos privados son un brindis al sol porque, como se ha demostrado unos días posteriores, están mal enfocadas.

En efecto, a los pocos días de las medidas del 21 de julio el diferencial a 10 años respecto al bono alemán se elevaba a los 400 puntos básicos y el italiano por el estilo. Incluso el diferencial francés –y esto ha sido definitivo en mi opinión- comenzaba a despegarse del suelo alemán. Ahora lo que pase con los bonos griegos, irlandeses y portugueses ya no cuenta. Ahora los burócratas de Bruselas se han dado cuenta que lo que ellos creían que podían ser solución –aunque estaban errados como se ha demostrado- para estos tres últimos países no lo es para España e Italia. En Bruselas –Consejo y Comisión- seguían pensando que la solución es de atinar con el monto adecuado con que dotar a ese incipiente fondo monetario europeo que es el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera hasta que han visto a esos 400 puntos básicos los bonos españoles e italianos y se han dado cuenta que no hay dinero para tanto. En realidad ya he señalado que no es un problema de cantidad sino de concepto.

Se trata de combatir la especulación sobre la deuda nacional de los estados a la vez de financiarla. Conseguir las dos cosas a la vez es más arte que ciencia. Con dotar –pero a falta de aprobarlo por los estados- más dinero a este fondo lo único que se facilita es la especulación. Para combatir la especulación hay que recurrir a la teoría de los juegos o, simplemente, a juegos como el póker o nuestro patrio “mus”. Para ello debieran observarse las siguientes reglas:

a) Los especuladores no deben saber las armas del enemigo –para ellos- es decir, los fondos disponibles para suscribir deuda pública de los estados, tanto en el mercado primario (suscripción) como en el secundario;

b) Por ello el eje de la acción debe trasladarse en un abrir y cerrar de ojos del FEEF al Banco Central Europeo, para que este pueda suscribir deuda de los estados sin avisar y sin que los especuladores sepan en ningún momento qué deuda y en qué cantidad va a suscribir o comprar;

c) Los estados debieran abandonar los calendarios de emisión de deuda y emitirla por sorpresa;

d) La costumbre de este comportamiento debe ser tal que debe llevar al convencimiento que apostar por las operaciones a corto (short selling), vendiendo lo que no se tiene es un riesgo tan elevado que no quieran correrlo. Para ello el BCE debe intervenir comprando deuda pública cuando vea que el diferencial del bono de un estado se aparta de una senda fijada, senda que, sin embargo, sólo puede conocer el Sr. Trichet y pocos más;

e) A medio plazo debe garantizarse que el diferencial del bono de los estados es apenas mayor que el tipo de interés que ofrece dinero a los bancos de forma ilimitada para evitar el fácil negocio de los bancos de actuar como prestatario (yendo a las subastas del BCE) a la vez que como prestamista (suscribiendo deuda de los estados); f) A medio plazo debe corregirse el diferencial de la tasa media a la que se suscribe deuda por parte de los estados respecto a su tasa de crecimiento porque, de lo contrario, el país en cuestión va convirtiendo poco a poco su problema de liquidez en un problema de insolvencia. Esto ya ha ocurrido con Grecia, Irlanda y, probablemente, con Portugal. Estos tres países son insolventes, aunque no hayan quebrado porque los estados no desaparecen y sus ciudadanos menos.

Estas debieran ser las reglas del juego. Hay otras medidas, pero a la corta son estas. Otra cuestión que demuestra la suicida –homicida desde el punto de vista alemán- medida de exigir combatir el déficit en lugar de la deuda como objetivo primario es lo que ha pasado con la deuda italiana. Ahora los tiburones especuladores han equiparado la deuda hispana con la trasalpina porque a medida que la especulación va agotando su recorrido, las aguas van a un cauce de mayor racionalidad aunque sin perder el carácter terrorista del sistema. Ahora ocurre que para los especuladores importa cada vez más la deuda relativa de los estados que el déficit. Siempre lo del déficit ha sido una excusa para obligar a los gobiernos a cambiar la relación entre rentas salariales más pensiones y no salariales a favor de estas últimas. Y hay que reconocer que han tenido éxito, porque los gobiernos griegos, irlandés, portugués e italiano –por este orden- han tomado medidas para volcar la relación entre ambos tipos de rentas y en contra, también, de las pensiones. Ocurre que las medidas ya se han tomado y las expectativas -¡la palabra mágica!- de mayor deterioro se ha detenido. Ahora el mantra es la deuda. Por eso los especuladores han puesto por omisión su punto de mira en Italia, porque Italia tiene una deuda del 120% de su PIB. Una deuda de casi 2 billones de euros a un 6% de tipo de medio de costo de emisión –es un ejemplo- daría 120.000 millones a pagar ¡sólo de intereses! anuales. Y todo ello con crecimiento económico casi nulo. Por este motivo también el bono francés ha pasado ya de los 80 puntos básicos de diferencial, porque su deuda es también grande en términos absolutos, aunque mucho menor que la italiana en términos relativos. Para todo esto no hay FEEF que lo aguante. Por ello Trichet –presionado, no por convicción- ha decidido la suscripción y/o compra de deuda pública de los estados. Aunque no es lo mismo, porque es preferible la suscripción que la compra, es un paso decisivo. Decía que es preferible la suscripción que la compra siempre que los estados abandonen los calendarios previstos y lleguen acuerdos con el Banco Central Europeo para la suscripción de deuda.

Por supuesto que esta solución debe tener un límite porque la suscripción es una forma de darle a la máquina de hacer billetes y siempre que ocurre eso en lontananza aparece el espectro de la inflación. Pero aún estamos muy lejos de eso.

Y quedan todavía las decisiones estratégicas. Queda la creación de un solo sistema fiscal europeo, un único organismo de emisión de bonos, creación bancos públicos que operen anticíclicamente y un banco central europeo que tenga en sus estatutos como objetivo el crecimiento –es decir, el empleo- y no sólo la inflación. Y hay que olvidarse cuanto antes de fondos monetarios europeos porque eso es un pastel para los especuladores. Y no hay mucho tiempo, porque mientras los terroristas financieros operan a la velocidad de la luz dando órdenes en bolsas y salas de mercado de sus bancos, los políticos europeos van en calesa contemplando el paisaje. Y el paisaje es desolador.

¡Al fin ven la luz!